Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de junio de 2002
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Editorial
EL AMERICA FIRST DE GEORGE W. BUSH

El trabajo del presidente estadunidense George W. Bush, aquél por el cual le pagan los contribuyentes, sin distinción de partidos o de votantes y no votantes, consiste en administrar y dirigir los asuntos del Estado con la guía permanente de los intereses de Estados Unidos, país que, entre otras cosas, aspira a ejercer sin discusión la hegemonía mundial.

Por lo tanto, sería lógico que el inquilino de la Casa Blanca "pensara globalmente para actuar localmente", como corresponde a una fase de la economía y la política en la que lo mundial determina lo local y se borra cada vez más la frontera entre lo "externo" y lo "interno". Sin embargo, no sucede así: George W. Bush piensa localmente y actúa globalmente. Ve el mundo pensando en Texas o Florida y, por consiguiente, pese a toda su responsabilidad mundial, dedica lo esencial de su tiempo a luchar por aumentar los votos de su partido, el Republicano.

Por ejemplo, para inclinar en esa dirección el sufragio de cinco estados agrícolas subvencionó con decenas de miles de millones de dólares la agricultura, incluso el sector maicero, aunque las organizaciones campesinas no se lo hayan pedido.

El resultado, por supuesto, será funesto para los campesinos canadienses o mexicanos, y violatorio de las resoluciones del Tratado de Libre Comercio norteamericano (TLC) o de lo que defiende Washington (para los demás) como norma de la Organización Mundial del Comercio, es decir, la eliminación del dumping y de los subsidios estatales a los productos en cualquier nación.

Igualmente, las medidas proteccionistas adoptadas en el caso del acero (que lesionan los intereses de los países asiáticos, de Europa, de Brasil y México, por ejemplo) tuvieron como única motivación favorecer localmente a los candidatos republicanos en las zonas siderúrgicas.

Sería erróneo, en consecuencia, considerar que el pragmatismo politiquero de George W. Bush responde a un cambio de enfoque teórico que lo habría llevado a cabalgar, como otras veces hizo su partido, el caballo rengo del aislacionismo y del proteccionismo. George W. Bush es ahora, fundamentalmente y hasta las elecciones, el principal cazador de votos de su partido y no el presidente de todos los estadunidenses, aunque le paguen para que haga otra cosa.

Las consecuencias negativas de su política provinciana y sectaria en el campo de las relaciones internacionales no le preocupan demasiado, antes que nada por sus conocidas limitaciones culturales, pero también por su fundamentalismo, por su idea de que la voluntad divina le respalda y porque cree firmemente que America First quiere decir Republican Party First y, por qué no, Oil Lobby First o Bush Family First. Este sesgo de su campaña electoral desde la presidencia se aprecia claramente en su discurso ante la ultraderecha cubana de Miami, destinado con toda evidencia a hacer relegir a su hermano Jeb Bush como gobernador y pagar así el apoyo decisivo que éste le dio en la organización del proceso electoral en Florida y en la suspensión del recuento de los sufragios en ese estado para evitar el triunfo de los demócratas.

Por supuesto, también en este caso, las relaciones con los pueblos latinoamericanos o las consideraciones humanitarias en lo que respecta al pueblo cubano interesaron muy poco al gran elector republicano.

Es evidente que la subestimación del resto del mundo, que el menosprecio a todos los países a los que ve simplemente como el paisaje donde actúa Estados Unidos, y esta visión localista, provinciana, son sumamente peligrosos a escala mundial y provocan constantemente tensiones políticas con los demás gobiernos (por subordinados o aliados que sean) y graves daños en una economía que es mundial, porque existe entre todas las regiones una interrelación sin precedentes.

Sería bueno que alguien le explicase a George W. Bush que para calentar un rincón de su casa no es buena política quemar diversas salas de la misma. Sería igualmente útil considerar que el localismo ciego que impera en los círculos áulicos de la primera potencia económica y militar mundial no sólo la excluye como un modelo de democracia, sino que también debe ser tomado en cuenta en todos los cálculos para no tener que pagar los platos rotos del autismo de un gigante.

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