Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 16 de mayo de 2002
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El escaso crecimiento en una década benefició sólo a los sectores más ricos, señala

Las reformas económicas, un fracaso en AL, sostiene Joseph Stiglitz, Nobel de Economía

No hubo atención suficiente a la inestabilidad y la desigualdad en la región, explica

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Nueva York, 15 de mayo. La primera década después de las reformas neoliberales en América Latina demuestra que el modelo ha fracasado en la generación de un crecimiento económico superior, y sólo ha beneficiado a los sectores más ricos de las poblaciones de la zona, afirma Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001
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"Los datos de la primera década completa posreforma (económica) de América Latina ya están disponibles y demuestran que el crecimiento fue a la mitad de los niveles alcanzados en los 50 y 60 en la región y, además, gran parte de este crecimiento benefició a los ricos", comentó el profesor de la Universidad de Columbia.

Estos resultados, señaló el también ex economista en jefe y vicepresidente del Banco Mundial y ex jefe del Consejo de Asesores del presidente Bill Clinton, muestran que "el contexto de las políticas no puso suficiente atención a la inestabilidad y la desigualdad" en los países de la región latinoamericana.

Stiglitz, cuyo nuevo libro, El malestar en la globalización, aparecerá próximamente aquí y en otros países, es tal vez el crítico intelectual más temido en la cúpula política y económica de Washington, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones encargadas de promover el llamado "consenso de Washington" en el mundo, ya que habla con amplia experiencia "desde adentro".

Su libro, dijo durante una mesa redonda con 10 periodistas en la Universidad de Columbia esta semana, es precisamente un esfuerzo para contar sus experiencias al abordar los tres grandes temas de la política económica internacional: el desarrollo, las transiciones de economías de Estado a economías de mercado y el manejo de crisis.

"El FMI y el consenso de Washington se centran en la idea de que el mercado determinará el mejor curso de un país", afirmó, señalando que dentro de esto se promueve la liberalización comercial, la liberalización de los mercados incluyendo el de capitales, y como parte de esto, la privatización y la disciplina fiscal.

Los de abajo sufren más

Pero en torno a esta liberalización de la economía, los resultados suelen ser que en lugar de que los recursos de un país sean trasladados de sectores de baja productividad a los de alta productividad ?como afirman los fieles de estas reformas? ocurre lo contrario: grandes sectores pasan de la baja productividad a la cero productividad. O sea, los de abajo sufren más aún.

Este es, dijo, el caso de los productores de maíz en un país como México, donde desde Estados Unidos se insiste en que hay que reducir los subsidios y las barreras arancelarias, mientras dentro de Estados Unidos se incrementa el subsidio. "Uno no puede competir frente a esto", sostuvo.

Las reformas económicas impulsadas por el consenso de Washington y sus instituciones sí generan crecimiento, dijo, pero casi todo destinado a las capas más ricas de los países, y las que están dentro del sector exportador. Todo esto conduce a la inestabilidad, y es resultado de un fracaso del FMI y otros, al no reconocer que existe una relación entre la economía, la política y la sociedad, y que no todo se puede evaluar en términos exclusivamente financieros.

De hecho, afirmó Stiglitz, este es un problema fundamental: las decisiones del FMI o de la Organización Mundial de Comercio que tanto afectan a sociedades enteras son tomadas exclusivamente por ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales, y por ministros de comercio respectivamente, por lo que reflejan sólo esos intereses dentro de los gobiernos y las fuerzas políticas de cada país. No son decisiones tomadas internamente en cada nación, con la participación de representantes de diversos sectores e intereses. No son resultado, por lo tanto, de un consenso más amplio, sino de un consenso de un solo sector, y así no toman en cuenta las consecuencias sociales y políticas que estas implican.

En su nuevo libro, Stiglitz afirma que la globalización ha generado un debate intenso precisamente porque ha creado tanto resultados positivos como negativos, pero advierte que los críticos tienen razón al señalar que en el terreno de la pobreza y de la estabilidad, las políticas promovidas por el FMI y Washington no han tenido éxito en gran parte del mundo, con algunas excepciones.
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"A pesar de promesas repetidas de reducción de la pobreza hechas durante la última década del siglo XX, el número actual de personas viviendo en la pobreza se ha incrementado casi 100 millones. Esto ocurrió al mismo tiempo que el ingreso total mundial se incrementaba, en promedio, el 2.5 por ciento anualmente", escribe Stiglitz.

Por lo tanto, señala en su libro, "aquellos que difaman demasiado la globalización no se fijan en sus beneficios. Pero los promotores de ésta, si algo, han sido hasta menos equilibrados. Para ellos, la globalización (la cual típicamente se asocia con aceptar el capitalismo triunfante, estilo estadunidense) es progreso; los países en desarrollo tienen que aceptarlo, si han de crecer y luchar efectivamente contra la pobreza. Pero para muchos en el mundo en desarrollo, la globalización no ha cumplido con los prometidos beneficios económicos".

Argentina: culpando a la víctima

El ejemplo más severo del fracaso de estas políticas es Argentina, señaló Stiglitz. Y el FMI y otros no han aprendido las lecciones de este desastre. Al contrario, afirmó el economista, "hay un intento de trasladar la culpa, y en esto han tenido un éxito enorme al lograr que todos crean que los problemas de Argentina son argentinos". Intentaron hacer lo mismo al estallar la crisis en Asia hace unos años, al decir que Corea y otros países habían sido víctimas de su propio mal manejo y corrupción, cuando nueve meses después empezaron a crecer de nuevo. "Han logrado salirse con la suya, y no han absorbido las lecciones de esto", sostuvo.

Los economistas entienden que en una caída económica se requiere de un estímulo para lograr la recuperación, "pero la receta del FMI es lo opuesto... y las consecuencias son las que se ven".

Comentó que las recetas de privatización, el enfoque de la lucha contra la inflación en lugar de la deflación, y la decisión de igualar el peso al dólar ?"las tasas fijas de cambio jamás han funcionado"? contribuyeron directamente al desastre.

Hace poco, Stiglitz escribió en el Washington Post que junto con los pésimos resultados de las reformas neoliberales en América Latina a lo largo de la última década, "la experiencia de Argentina se está leyendo así: esto es lo que le pasa al estudiante estrella del FMI. El desastre proviene no de no escuchar al FMI, sino por atenderlo".

Para Stiglitz, el ejemplo de Argentina también confirma que "no hay pruebas de que la liberalización de los mercados de capitales generen crecimiento económico, pero sí que inspiran la volatilidad".

Señala también que una resolución de la crisis de Argentina empieza por entender que lo que se fugó fue el capital financiero, y que los recursos naturales y humanos aún se encuentran presentes. "El desafío es cómo reactivarlos productivamente una vez más... La estrategia del FMI es promover más contracción... pero eso sólo resultará en menos demanda agregada y por lo tanto menos empleo de estos recursos... Tendrá que haber un alto al pago de la deuda externa... y encontrar la manera de emplear los recursos internos para reactivar la economía", explicó.

"Una de las formas en que la comunidad internacional podría ayudar es incrementar la demanda por las exportaciones argentinas en el mundo desarrollado... esa es parte de la solución, abrirse a los productos argentinos sobre una base de emergencia".

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