Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 7 de mayo de 2002
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Política

Marco Rascón

Tres fuentes para una revolución latinoamericana

Para la reconstrucción de una nueva visión transformadora en América Latina es necesario partir de lo que nos dicta la realidad contemporánea y sus contradicciones concretas. De ello podríamos considerar que existen tres fuentes para abrir paso a un nuevo latinoamericanismo revolucionario y dar cauce a una nueva teoría y práctica del cambio, así como significado a las rupturas y fundamento a la crítica de las democracias tuteladas, los partidos pragmáticos y las transiciones sin rumbo. Estas tres fuentes históricas son hoy: la filosofía de la Revolución Cubana y sus legados humanistas, la crisis financiera en Argentina y el Constituyente venezolano.

Para una doctrina no anti-, sino de perspectiva, para un nuevo progresismo y transformaciones alternativas, para una nueva doctrina política integral, basada en nuevos principios económicos y políticos, para el nacimiento de otras instituciones y un marco en el que se midan las transiciones, para retomar la iniciativa del cambio y dejar las simples políticas de resistencia, habrá que romper el cerco que impuso el neoliberalismo en política convirtiendo estas democracias en un híbrido estéril, incapaz de resolver los problemas sociales centrales y los derechos humanos básicos.

Para remontar las formas de gobierno del terror y el miedo, así como la simple diatriba entre partidos y poderes descompuestos por los sistemas de prerrogativas y comunicación, es necesario presionar e influir en la transformación de las estructuras financieras, militares, religiosas y los medios de comunicación.

Cuba y su revolución son atacadas desde la pusilanimidad de los neutrales, con cierta raíz en las izquierdas. Piensan que la crítica a la globalización debe desechar todo lo que signifique la aportación cubana, pues se consideran protagonistas de un armisticio ideal que supone cambios en la posición imperial. La tarea que reclaman es ahogar una base de principios en torno a la defensa de intereses nacionales frente al esquema imperial, ahora globalizador, señalando a Fidel Castro y sus 43 años al frente de ese proceso como un estigma para su credo democrático.

Inexplicablemente, consideran más peligrosa la amenaza de Cuba y la reproducción de esos principios que el intervencionismo económico del FMI y del gobierno estadunidense en asuntos esenciales como finanzas, seguridad nacional y valores a través de la dictadura de los medios de comunicación.

Más allá de quienes consideran ese proceso un modelo de exportación política y por tanto un peligro, la filosofía de la Revolución Cubana tiene mayor significado en cuanto que ni las dictaduras militares ni las seudodemocracias han avanzado mínimamente en la solución de los grandes problemas nacionales y, en cambio, se han convertido en meros instrumentos para facilitar y legalizar el saqueo económico y financiero.

En este debate Venezuela tiene gran importancia porque es el punto de inflexión entre las aspiraciones democráticas de los pueblos latinoamericanos y el tipo de "democracias" permitidas por el imperio estadunidense: una democracia sólo es avalada si reconoce las reglas del libre mercado y siempre que garantice la permanencia de las condiciones inequitativas de la globalización.

Por decisión popular el partido de Hugo Chávez arrinconó a través del voto al viejo sistema partidista, que dejó en 5 por ciento. Con esa fuerza Chávez convocó a una Asamblea Constituyente para crear una nueva Constitución que regresara poderes al pueblo venezolano.

Viejas izquierdas burocratizadas, partidos de membretes, charros sindicales, oligarcas patronales y trasnacionales son los perdedores frente a esta nueva concepción de la democracia y la legalidad. Cerrado el camino, optaron por la desestabilización, el sabotaje, la amenaza a través de los medios de comunicación y la presión financiera.

En esta visión de conjunto Argentina juega un papel estratégico, pues marca la gran contradicción entre las aspiraciones populares del modelo financiero al servicio del saqueo global y las condiciones de una economía real hecha pedazos. Su crisis financiera trastocó lo político y rompió de facto el orden constitucional demostrando que el desastre está latente en todos los países anexados al modelo global. Las leyes del mercado rompieron el orden constitucional de un país, y por ello esta experiencia pone en entredicho las predicciones estabilizadoras, la soberanía y la existencia misma de los estados nacionales. Algunos lo considerarán un avance, aunque deje sin defensa a la mayoría de argentinos y latinoamericanos, cuyo uso del nacionalismo es aún instrumento de defensa de los desposeídos.

Los ingredientes de estas tres experiencias están diseminados en México y en cada uno de los países latinoamericanos, pero bien podrían amalgamarse en un solo país.

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