Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 30 de abril de 2002
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Mundo
El periodista que no renuncia a la crítica sufre presiones y persecución: Zeidabadi

Han ordenado el cierre de 21 diarios y 35 revistas en Irán, de 2000 a la fecha

La lucha entre reformistas y conservadores "acota" la libertad de expresión

JUAN PABLO DUCH ENVIADO

Teheran, 29 de abril. En el choque soterrado de dos proyectos de país distintos en Irán, los periodistas son la avanzada del cambio que promueve el presidente Mohammad Jatami y, también, el grupo de activistas políticos más vulnerable a las represalias conservadoras, toda vez que el Poder Judicial, designado y parcial, depende por completo de la jerarquía religiosa chiíta.

A partir de la derrota conservadora en las elecciones legislativas de enero de 2000, la mayoría reformista del Majlis (Parlamento iraní) enfrenta la resistencia de los clérigos chiítas que tienen en la figura del líder supremo la posibilidad de derogar cualquier ley o decisión de gobierno.

En este permanente estira y afloja el peculiar sistema político de Irán acota la libertad de expresión. En los dos años recientes, bajo diversos pretextos, las instancias judiciales ordenaron el cierre de 21 diarios y 35 revistas. Con el apoyo tácito del gobierno, en el mismo periodo, aparecieron medios impresos reformistas que suman millón y medio de ejemplares diarios, frente a los 200 mil de la prensa conservadora.

Todos los días, sin exagerar, es posible encontrar ejemplos de cuestionamiento, muchas veces entre líneas, del orden imperante en Irán. Este lunes no fue excepción. El Iran Daily editorializa: "en una sociedad como Irán, la clave para la unidad nacional radica en el pluralismo. (...) Es bueno y necesario para una sociedad dinámica que haya diferencias de opinión. (...) La tarea de fortalecer la unidad nacional no implica que un grupo tiene razón y el otro está equivocado. Lo importante es que cada uno reconozca y respete la opinión del otro".

De modo oficial se puede escribir sin ambages de cualquier tema, menos de todo lo que las autoridades judiciales puedan considerar como "insultos" al líder supremo, difusión de "noticias falsas", "blasfemias" contra el Islam, "ofensas" a las buenas costumbres o "incitación a la rebelión".

Estas y otras limitaciones sustantivas a la libertad de expresión, más aún que no existe una clara tipificación de los delitos, son una suerte de barómetro del grado de enfrentamiento entre reformistas y conservadores. Así, por ejemplo, hacia el primero de enero pasado, 18 periodistas iraníes se encontraban en prisión, el mayor número en un país de Medio Oriente.

La amenaza de un ataque militar de Estados Unidos, implícita en la teoría del "eje del mal" formulada por el presidente George W. Bush, propició una frágil tregua entre la jerarquía chiíta y el gobierno de Jatami, pero incluso en este contexto los conservadores no desaprovechan ocasión para ajustar cuentas con los periodistas liberales.

Pasado el receso del Nouruz, el año nuevo iraní, Ali-Hamed Iman, director del semanario Shams-e-Tabriz, publicado en la ciudad de Tabriz, fue condenado a siete meses de cárcel y 74 azotes por "difundir información falsa, instigar al odio entre grupos étnicos e insultar a los líderes del régimen y de la religión, así como blasfemar contra el profeta del Islam".

Apenas ayer Mostafa Kavakekián, director del diario Mardom Salari, que empezó a salir en septiembre pasado con una tirada de cien mil ejemplares, recibió un citatorio de las autoridades judiciales para presentarse ante una corte y responder por acusaciones aún no especificadas.

Ahmad Zeidabadi

Poco después de dejar la dirección del diario Azad, Ahmad Zeidabadi, uno de los periodistas más comprometidos con la reforma, fue detenido el 7 de agosto de 2000. Sin ser sometido a juicio estuvo siete meses en prisión, donde en señal de protesta inició una huelga de hambre y obtuvo libertad provisional tras pagar una fianza de 70 mil dólares.

El 8 de enero pasado comenzó el juicio contra Zeidabadi y se le imputan los cargos de "actividades subversivas contra el Estado" y "blasfemias". No obstante su delicada situación legal, este reconocido luchador social aceptó platicar con La Jornada.

La conversación tuvo lugar hace unos días en la sede del periódico Hamshari, de orientación moderada y con una circulación de 468 mil ejemplares, donde Zeidabadi, al salir de la cárcel, encontró refugio como jefe de la sección internacional.

"Cuando Mohammad Jatami se presentó como candidato a la presidencia en 1997 ?comenta Zeidabadi?, muchas personas asociaron a su persona los anhelos de cambio en el país y lo eligieron con abrumadora votación. Durante su primer mandato hubo apertura política y cultural, se inició un debate público y la prensa abordó temas antes proscritos en Irán".

Sostiene que los problemas comenzaron en el momento en que el Parlamento obtuvo mayoría absoluta, signo claro de respaldo de la población al cambio. La reacción conservadora no se hizo esperar y se expresa en el intento de revertir las reformas utilizando las prerrogativas que confiere a la jerarquía religiosa el sistema político iraní.

"El gobierno, atado de manos, tiene un reducido margen de maniobra y ello se traduce en un incremento de los problemas en la sociedad, como la corrupción, el desempleo, la pobreza y todos los derivados de ésta (prostitución, delincuencia callejera, etcétera). Este cúmulo de problemas representa un peligro social enorme", advierte Zeidabadi.

Afirma que se produce un desfase entre el deseo de cambio por parte de la población y el nudo de problemas sin resolver, que inciden en el deterioro del nivel de vida de la mayoría de los iraníes. Al mismo tiempo, no es partidario de una solución violenta.

"Jatami comenzó las reformas al atender una petición generalizada de efectuar cambios graduales y, hoy por hoy, da la impresión de que su esfuerzo renovador entró en un callejón sin salida. La mayor preocupación de los liberales es encontrar un liderazgo capaz de impulsar las reformas", señala el periodista.

Acerca del potencial político de Jatami, Zeidabadi reflexiona: "Muchas personas están decepcionadas, han perdido la esperanza. Nuestro pueblo tiene una característica muy propia: es capaz de depositar toda su confianza en una persona, pero cuando la pierde, es por completo. Jatami no ha llegado a ese nivel, pero se está acercando en este su segundo mandato".

Acerca de si es peligroso dedicarse al periodismo en Irán, Zeidabadi responde: "Depende de cada uno. Hay quienes llevan una vida muy tranquila y no se meten en problemas, pero otros tratamos de poner al descubierto algunos asuntos que irritan a las autoridades y no podemos renunciar a la crítica. Somos conscientes del riesgo que ello implica, sufrimos presiones y persecución".

Nada presagiaba, al término de la conversación con La Jornada, que este lunes Ahmad Zeidabadi, periodista siempre dispuesto a defender sus ideas, sería condenado a 23 meses de prisión y, adicionalmente, se le prohibiría ejercer durante cinco años "cualquier actividad social, incluido el periodismo".

Su culpa, dijo el juez Said Mortazavi al leer la sentencia, fue "insultar al líder supremo, ayatola Ali Jamenei, y publicar mentiras sobre el régimen de la República Islámica de Irán".

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