Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 17 de abril de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

El efímero cuartelazo de los finolis

La vocación golpista de la derecha, en su versión extrema sobre todo, es bien conocida y mejor documentada por la historia. También sus pulsiones represivas, fruto de la poca tolerancia, de la arrogancia elitista y de su estrecha visión del mundo. Lo nuevo, como quedó bien asentado en el barullo que algunos de sus insignes émulos de líderes han armado en Venezuela, es su comprobada ineficacia. Tuvieron una primera parte bien ejecutada de preparativos a la que prestó singular ayuda la figura ubicuita, alocada y hasta cursi de Chávez, su discurso, su sobrexposición y, como factor por demás básico, su origen mulato que cae como acicate intolerable sobre los impulsos racistas que marcan a las elites y clases acomodadas de ese país y del subcontinente.

Después de una larga incubación, que combinó acuerdos entre medios masivos de comunicación con protestas callejeras y críticas medianamente informadas, se preparó el terreno para una etapa final y belicosa del plan subversivo. La parte de análisis y hasta fundamentación teórica de las futuras acciones del derrocamiento fueron aportadas en artículos publicados en medios de prestigio externo (ver Foreign Affairs, nov/dic, 2001) en los que se exploran, con la anticipación requerida, varias rutas para tumbar al gobierno de Chávez (Weyland). Pero el diferendo entre ese mandatario y el cuerpo directivo de la empresa petrolera (PDVSA) fue el detonante esperado. A partir de ese momento se montó el pasaje final, una conjunción de esfuerzos entre las centrales patronales en íntima colaboración (šoh hermandad contra natura!) con una de las centrales de sindicatos, la CTV, que representa, si bien le va, un escuálido 12 por ciento de la fuerza laboral venezolana. A ese trabuco se le unió la militancia opositora de los comunicadores, en especial de los directivos y dueños de los canales televisivos que pusieron su postrer adorno al sainete. Sus tramposas versiones al aire fueron recogidas, casi puntualmente y hasta con regocijo y burla por sus colegas de otras naciones (Monitor le dedicó, durante la emisión del viernes pasado, intervalos de música como celebración, y López Dóriga dio abierta cabida, como corresponsal, a un desatado provocador cercano a los golpistas).

En México la versión criolla de esa trompicada conjura penetró a niveles que exigirán un serio y detallado recuento de los daños ocasionados tanto en el auditorio como en la credibilidad de los conductores de noticiarios y programas de comentario y hasta en organismos de estudio, academia, empresa y gobierno. Las razones argüidas por Fox, en adición a su "neutralidad" ante la interrupción de la constitucionalidad, son fiel reflejo de cómo se dio por cierta y válida la movilización ciudadana y la conducción errática de la economía como justificaciones del golpe. Error grave de la Presidencia y su cancillería.

El meollo de la intentona golpista gira, y casi se agota, alrededor del petróleo. No podría ser de otra manera tratándose de Venezuela, cuarto productor del mundo, proveedor confiable de Estados Unidos (10 por ciento de sus gasolinas) y fundador de la OPEP. La pretensión, revelada puntualmente por la instantánea baja en el precio del barril tan pronto se supo del derrocamiento, sería lograr el incremento de la oferta para presionar los precios a la baja y disminuir, hasta niveles aceptables, la dependencia estadunidense de los productores de Medio Oriente, cuya prioridad hoy la consideran de seguridad interna. La contrariedad a las prioridades geopolíticas de la pax americana, provocada por los movimientos de Chávez, fue intolerable y seguirá marcando la actitud de la administración Bush. Su alianza y simpatía por la Cuba de Castro que, en efecto, va más allá de los abrazos, el apoyo a Brasil en su lucha contra el ALCA y la oposición al Plan Colombia rellenaron la decisión de deponerlo. Los tradicionales "dueños" de Venezuela completaron el cuadro golpista. Fueron los aliados internos que el proceso alentado requería. Estos habían sido afectados de diversas maneras; la principal, por las consecuencias de la aprobación de las reformas fiscal y agraria. El resto es una combinación de factores de circunstancias: pleito con la jerarquía católica, desprecio por las clases acomodadas de Caracas, grandilocuencia, saturación de medios y el ingrediente racista y de clase que divide a profundidad a la sociedad venezolana.

Pero Chávez retornó y es un caso inédito en los golpes militares. Una alianza bien forjada y dirigida con precisión pudo remontar el establecimiento e impedir la consolidación del gobierno de facto. Los empresarios cometieron un error fatal: se quisieron engullir toda la República, incluida la Constitución, la asamblea, las cortes, la fiscalía, algunas gubernaturas, PDVESA y las leyes molestas. Y ahí se gestó parte de su cómica tragedia. Chávez y su proyecto, por más confuso, populista, desordenado y hasta incongruente que pueda ser catalogado, tiene, como pocas veces en la cosa pública, una segunda oportunidad. Ya veremos qué sigue.

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