Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 1 de abril de 2002
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Política

Iván Restrepo

El aire contaminado que respiramos

Por si faltara alguna prueba para demostrar los altísimos costos que pagamos quienes vivimos en las áreas urbanas, acaban de divulgarse los resultados del estudio más amplio y completo realizado hasta la fecha en Estados Unidos sobre los efectos de la contaminación ambiental en la salud. Sus autores sostienen que residir en las ciudades podría aumentar las probabilidades de morir de cáncer de pulmón o un padecimiento cardiaco. Uno de los elementos responsables de que ello ocurra son las partículas menores a diez micras, tan pequeñas que resultan invisibles a simple vista. Se originan principalmente en el transporte automotor, la industria y las áreas erosionadas, sin cubierta verde.

A principios de los años setenta un grupo de científicos estadunidenses comenzó a estudiar a más de medio millón de personas para comprobar la correlación que había entre la contaminación de partículas finas y el riesgo de muerte por afecciones cardiacas y pulmonares. Aunque otros trabajos ya habían señalado que existe dicha correlación, el que ahora comentamos sobresale porque observó clínicamente, más de 20 años, a las personas elegidas. Y además tuvo muy en cuenta las críticas enderezadas contra anteriores investigaciones sobre el tema para no cometer errores u omisiones.

Con lenguaje sencillo, los autores del nuevo estudio nos dicen que el simple hecho de vivir en un área urbana media o metropolitana expone a las personas a las denominadas "partículas finas" que a través del tracto respiratorio llegan hasta los pulmones y allí se depositan, aumentando así los riesgos de padecer enfermedades pulmonares y cáncer. Agregan que, con más frecuencia de lo que se cree, los riesgos pueden ser tan altos como los de alguien que está expuesto toda su vida al humo del cigarro sin ser fumador.

El responsable del estudio, doctor George D. Thurston, sostiene que esto significa que, a largo plazo, los pulmones y el corazón de la persona afectada experimentan daños iguales a los que recibiría si viviera con un fumador. Pero advierte que, de todas formas, el daño causado por los cigarros en quien fuma son mucho mayores que el causado por las partículas mencionadas.

Estos y otros hallazgos reciben ahora numerosos comentarios porque demuestran todo lo que falta para tener el llamado "aire limpio" en el vecino país. Al respecto, el doctor Thurston advierte que por mala que sea la calidad del aire de las ciudades estadunidenses, es mucho mejor que cuando se comenzó el estudio, y que esto se debe en parte a las diversas medias tomadas para controlar la emisión de las partículas suspendidas menores o no a diez micras.

Recientemente el presidente George W. Bush llamó al Congreso de su país a aprobar un nuevo conjunto de leyes sobre "cielos limpios" que contienen normas nuevas y rigurosas para reducir las todavía altas emisiones de dióxido de azufre, los óxidos de nitrógeno y el mercurio, en especial las provenientes de las centrales generadoras de energía.

En paralelo, investigadores de la Universidad de Toronto, Canadá, divulgaron los frutos de una investigación experimental, pionera en su tipo: 125 personas sanas inhalaron concentraciones elevadas de partículas finas y ozono durante dos horas. Tras la exposición, los vasos sanguíneos de los voluntarios se estrecharon entre 2 y 4 por ciento, en promedio. Sin embargo, no se estrecharon al estar expuestos a aire sin ozono ni partículas. Los resultados indican una posible razón de que la tasa de ataques cardiacos y otros accidentes cardiovasculares aumente en personas con enfermedad cardiaca y arterial conocida que se exponen a la contaminación atmosférica.

En cuanto a nosotros, en el área metropolitana de la ciudad de México cada año estamos expuestos al ozono más de mil horas por arriba de la norma, cuando lo recomendable es que sea apenas una. Y en cuanto a partículas, estamos muy lejos de ser la región más transparente del aire. Como tampoco lo son Guadalajara, Monterrey, Puebla, Tijuana, León ni demás ciudades importantes. Los estudios puntuales sobre los efectos que esta situación anómala causa en la salud de millones de personas brillan por su ausencia; no son prioritarios.

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