Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 1 de abril de 2002
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Política
Gustavo Leal F.*

Vivir

Las "políticas" de salud del gobierno del "cambio" exaltan los derechos femeninos, pero postulan el "respeto irrestricto" a las patentes.

En el evento conmemorativo del Día Internacional de la Mujer, Julio Frenk, secretario de Salud, observó que el Programa Mujer y Salud da inicio a la "cuarta generación" de políticas dirigidas a "atenderlas a lo largo de la vida, en su rol de trabajadoras y como proveedoras en el hogar y la comunidad". Pero lo cierto es que los medicamentos de que ellas pueden disponer en las intervenciones "esenciales" que contempla el Paquete Básico de Servicios son tan rudimentarios como sus propios alcances "preventivos", mientras para las intervenciones "efectivas" que "cubre" el -aún no evaluado- Seguro Popular, en el mejor de los casos se "dotarán" medicamentos siempre y cuando se los prepague anticipadamente.

No sorpende que en el cuadro de estas "políticas de salud" -suma de prevención rudimentaria más medicamentos prepagados- que publicita el Informe sobre macroeconomía y salud de la Organización Mundial de la Salud de la doctora Brundtland, al ambientar el Disenso de Monterrey, Ernesto Zedillo haya señalado sin rubor que la "cuestión de la salud y de los derechos de propiedad intelectual" sobre los medicamentos dejó "de ser un obstáculo". Aunque habría que preguntarle: ¿un "obstáculo" para quién?

Por supuesto que no para la Asociación Mexicana de Fabricantes de Medicamentos, que manifiestan estar de acuerdo en la protección de los derechos de titularidad de las patentes como forma de "gratificar a los inventores", ni para Jorge Amigo, presidente del Instituto Mexicano de Propiedad Intelectual, que considera que no es posible que se "pida que el registro de un genérico intercambiable vaya ligado al vencimiento de una patente".

Y es que, según análisis de la consultora Maria Fabiana Jorge International, aunque la patente de Losec, medicamento fabricado por Astra-Zéneca, concluyó en el 2001, algunas variaciones en su composición le redituaron al grupo farmacéutico y a su producto 23 patentes más. Algo similar aconteció con Cipro, el ahora célebre medicamento para el tratamiento contra el ántrax fabricado por Bayer, cuyo vencimiento de la primera patente está fechado para 2003, aunque las subsecuentes ocho que ha ganado la firma se la extenderán hasta 2014.

La disposición de mejores fármacos a escala mundial ha contribuido, por ejemplo, a un mejor tratamiento de la depresión, favoreciendo una reducción considerable en la tasa de suicidio. The Economist (28/2) consigna que los suicidios en la población adulta, especialmente en la femenina, han decrecido acusadamente durante los últimos 20 años. Resulta ahora que los mayores se quitan menos la vida que los jóvenes, aunque también es cierto que -en promedio- la tasa de suicidio tiende a declinar en casi todos los grupos de edad. Hay una excepción: la de los hombre, de 25 a 44 años, se ha incrementado.

¿Cómo explicarlo? Para algunos siquiatras, lo ocurrido podría responder al rumbo que han tomado ciertos cambios sociales y la manera en que la medicina se ha venido transformando. Las "autopsias siquiátricas" sobre inmolaciones recientes -tal como las cita esta publicación- revelan que los que dispusieron de su vida compartían una situación "sin salida". Pero en la medida que el empleo femenino ha crecido y el divorcio se ha vuelto más aceptable es menos probable, estima, que las mujeres de mediana edad y las adultas mayores -que han concentrado las caídas más agudas en la tasa de suicidio- vivan ahora situaciones similares. Aun cuando los diagnósticos sigan siendo inciertos, los medicamentos han contribuido a la elevación de los estándares de vida.

¿Por qué, entonces, no han alcanzado aún estos beneficios a los hombres de 25 a 44 años? Tal vez, concluye The Economist, porque el tratamiento de la depresión entre ellos sea más difícil que entre las mujeres; porque manifestar sus miserias pudiera, acaso, conducirlos a sentir que ello exacerba sus problemas, o simplemente porque la nueva libertad femenina les pesa.

Lamentablemente, en México las acciones para promover la incorporación de una efectiva perspectiva de género a cargo del gabinete social y humano no sólo no han logrado establecer relaciones más equitativas entre los médicos y las enfermeras, y menos aún en la construcción del conocimiento que anima su profesión. Las pobres políticas de salud del foxismo tampoco han sido capaces de traducir los prometedores cambios sociales a favor de la mujer en vías de acceso a los fármacos indispensables que les permitan, como anhela Marta Sahagún, "disfrutar cada ciclo de su vida".

* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

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