Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 30 de marzo de 2002
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Cultura

Libro de crónicas magistrales del narrador hidalguense

šLo que ve el que vive!, inconseguible

PABLO ESPINOSA

Entre los trabajos y los días de uno de los más grandes escritores que ha dado nuestro país, Ricardo Garibay, figura un género en el que ha sido maestro máximo, modelo idolatrado, infructuosamente imitado por insuperable pero no tan conocido. La aparición de sus obras completas -alegría que restaña un poco la injusticia- incluye reincorporaciones de esa veta.

De la escritura de Garibay nacieron crónicas inúmeras, algunas de ellas recuperadas en libros, otras no. En 1976, el periódico Excélsior publicó el libro šLo que ve el que vive! con tiraje de 5 mil ejemplares, hoy inconseguible. A partir de la frase de Atahualpa Yupanqui, el maestro Garibay narra uno de los viajes, fasto y pompa, de Luis Echeverría a toda comitiva por el mundo. De entre ese juego de abalorios fulgura un pasaje shakespereano, que ayuda a comprender la naturaleza humana, tanto la de la ambición que busca destruir a quien consideran enemigo u obstáculo para sus bajezas disfrazadas de proyectos, como la de la persona de uno de los más importantes compositores de todos los tiempos, Dimitri Shostakovich, acosado, perseguido, torturado sicológicamente por el auténtico big brother.

Tributo a Dimitri Shostakovich

Hace algunos años publicamos en estas páginas una entrevista con Maxim Shostakovich, hijo del autor de la ópera Lady Macbeth de Minsk. A aquel relato revelador añadamos esta gema literaria y dolorosa de la pluma del maestro Ricardo Garibay:

''Caricatura de hombre. Banquete. Este es uno de los acontecimientos más singulares que he vivido, y no sé si está más lleno de dolor que de hermosura. No se me va, no se me irá ya nunca de los ojos y habrá de darme un día algo esencialísimo de la vida y los hombres. Lo amo con toda mi alma, pero no me atrevería a vivirlo de nuevo.

''Llego tarde. Mi lugar está en una de las últimas mesas, y enfrente, un poco a mi derecha, hay un hombre que trata de comer como los demás. Es breve, y tan cargado de hombros que parece jorobado. Viste un traje entre morado y rosa, burdamente nuevo y muy holgado para su talla, camisa casi anaranjada y corbata anudada a lo enredijo. Es de cabeza no sé si muy chica o muy grande, pero nada hermosa como chata cabeza de otro montada viciosamente en medio de estos hombros frágiles. Fragilidad, eso es, o macicez tembleque, eso, raro de veras. Cabellos cortos, ralos, castaños. Y de una blancura de niño, la cara, blancura tierna y vieja, transparente casi, y nada en la cara está en su sitio, cara torcida toda, toda aristas. Angustia. Es la cara que imagina súbitamente un niño lleno de angustia. Muñeco de boca de navajazo, de cuello pellejero, vastos ojos gachos, acuosos, espantados, lentes de botella, nariz de pico. Y un millón de temblores eléctricos.

''Y trata de comer el hombre. Sus manos son garfios muy blandos, no sostienen la cuchara y clavan el tenedor arriba o debajo de los labios, pues la boca no se abre pareja ni por donde anda el tenedor. Lentos garfios tentaleantes, agonías, tiradero de arroces, de pescado y vino, derrames de dulce y café.

''Silencio. Se ha levantado el Presidente de México. Ha comenzado a hablar. Va a pronunciar el mejor discurso de su gira. Pleitesía de un Jefe de Estado. Tres minutos de necesarias palabras serenamente arrodilladas.

''Acá, el pequeño monstruo se ha echado a temblar como loco y busca inúltimente enlazar los dedos. Empieza a invadirme una ansiedad rabiosa. En este momento está diciendo Echeverría: '... porque hay un músico, un músico cuya obra todos hemos escuchado, un hombre ilustre por quien tenemos reverencia y cuya presencia aquí nos honra y nos exalta...' Y la enorme sala entera se pone en pie con ensordecedora alabanza. ƑQué pasa? Llegué a medio banquete, qué pasa. Por arriba de los aplausos está diciendo Echeverría: '... ese músico genial, ese hombre es Dimitri Shostakovitch...'

''Ese, la caricatura, está incorporándose, alzando los brazos como para contener un alud. Es un aguacero de rictus, muecas y temblores. Su desfigurado gesto va hacia allá, hacia acá, hacia arriba, hacia abajo, un puro terror. Aspas sus brazos sin rumbo.

''Se buscan sus manos tratando de aplaudir, como en Rusia se corresponde al aplauso. Nunca se encuentran las manos. Oh niño horrible. Maestro amadísimo, Ƒqué te hizo la vida?, Ƒqué te hizo tu gente? Mírame aquí llorando, pidiéndote perdón, jamás vi tu retrato en ninguna parte, mírame aquí rompiéndome las manos para ti. Aplaudimos, aplaudimos casi desesperadamente, llevamos cinco minutos aplaudiendo. Shostakovich se derrumba, cae entre sus hombros, y a ciegas, completamente a ciegas sus pobres manos dicen: šBasta! šBasta!"

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