Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 30 de marzo de 2002
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Economía

Andrés Aubry / I

El PPP (una información geográfica del país no divulgada)

Atrás del Plan Puebla Panamá está otro PPP: el Proyecto Paseo Pantera, nacido en la primera mitad de los años 90 para "rehabilitar el Istmo como corredor biológico". Presentado al público en 1997 por el libro colectivo Central America: A Natural and Cultural History (Universidad de Yale, 1997), no tiene traducción todavía, pero sí una severa respuesta del geógrafo Karl Offen, de Oklahoma, quien ha trabajado en la misma área (desde Nicaragua), pero con otros métodos y metas; arrebató (Mesoamérica no. 42, South Woodstock, Vermont, diciembre de 2001) diciendo: clásico trabajo "antihumanista" de conservacionistas que "culpan a la víctima" del desastre ambiental y "hacen caso omiso de las ambiciones, conocimientos y experiencias de la gente local" en su propio territorio.

La referencia viene al caso porque cuando Bellinghausen (La Jornada, 16 y 18 de marzo) reporta amenazas de expulsión, sea por fuerza o negociación, de los zapatistas de Montes Azules, los organismos financiadores de la publicación de Yale, están trabajando dentro de la misma reserva con el beneplácito de las autoridades, indicio claro de que los dos PPP van de la mano.

La fuente de la información es la geología, cuya memoria, plasmada en suelos y rocas, registra la dinámica de millones de años. El vacío de los libros de geografía en español expone a Chiapas a otro despojo de un patrimonio no renovable, pues, Ƒcómo el país defenderá un tesoro ignorado? Una sana labor de conservación pasa necesariamente por una socialización de la información, empezando ya desde la escuela. Con disculpas ante especialistas por los escabrosos atajos a los que cohíbe la brevedad del espacio, esta historia de larguísima duración (aquí relatada enfocándola en Chiapas) es la siguiente.

Hace 180 millones de años, nuestro planeta tenía un solo continente que tenía la forma de un gigantesco frijol llamado Pangea, rodeado de un solo océano llamado Panthalasa. En su extremidad convexa centro-occidental, se ubicaba el Chiapas primordial, como un escudo para defenderse de las embestidas de las aguas de Panthalasa. Esos tiempos jurásicos son aquéllos en que se iba formando bajo el mar la roca madre de Los Altos, la edad de oro de los dinosaurios, y cuando empezaron a volar los primeros pájaros.

Pero el movimiento de las placas tectónicas excavaba tanto la parte cóncava del frijol terráqueo, la oriental, que se infiltró Panthalasa dando paso a un mar interior, llamado de Thetis, el ancestro del Mediterráneo y de nuestro mar Caribe, terminando por separar en dos el continente primordial. A la mitad norte de Pangea, los geólogos han dado el nombre de Laurasia (porque sumaba América del Norte hasta Chiapas, Europa y Asia), y a la otra mitad, la sureña, aquél de Gondwana (que unía en un solo continente América del Sur y Africa). Este proceso se consumó hace 125 millones de años. Son los tiempos cretácicos en los que se va sembrando la sedimentación de nuestro petróleo entre Reforma y las cañadas de la selva, es la época de la grata aparición de las primeras flores, también la de los pinos, otro atractivo de los frescos bosques de Chiapas.

En esa primera dislocación continental, por un nuevo capricho de las placas, Panthalasa aprovecha las grietas empezando, al sur del nuevo continente, a separar Africa de América, y luego al norte: en sucesivas transgresiones y regresiones, se iba formando el Atlántico propiciando la individualización de los demás continentes. Hace 55 millones de años, América ya tenía casi su forma actual porque, entonces, se había completado el Atlántico (para no distraernos del PPP, silenciaremos los demás fenómenos transformadores). Ya entraba la era terciaria que sacrificará los dinosaurios y multiplicará los mamíferos, pero sobrevivirán las serpientes que fascinarán a los mayas.

En este labrado progresivo de nuestro continente, la geología iba construyendo el puente de Centroamérica, pero emergió todavía separado de la tierra firme en Tehuantepec y Panamá. Más tarde, nuevas sacudidas telúricas generadas por una intensa actividad de las placas, van a hacer chocar América del Sur con América del Norte, en la fase final del llamado movimiento alpino que erguirá nuestros volcanes, levantará nuestras montañas y, al soldar Centroamérica con el norte y el sur del continente americano, hace apenas 3 millones de años, transformará los dos estrechos de mar en istmos, dejando esparcidos unos fragmentos que son Las Antillas.

Desde entonces, Chiapas está asentada en esta zona inestable, entre tres placas movedizas: la Americana, que lo roza al norte; la de Cocos, que lo empuja al poniente; y la Caribeña, que tambalea entre las dos, recibiendo de profundidades telúricas (por ejemplo de la fosa marina de 6 mil 660 metros frente al Tacaná) riquezas minerales que se agregan a la variedad envidiable de las demás.

En este proceso geológico, Chiapas se convierte en la bisagra que articula las dos Américas, su posición ístmica lo permea a los vientos de dos océanos con intercambios benéficos, y su situación geográfica le da una posición estratégica (ecológica y bióticamente hablando) entre hemisferios. Así se explica la diversidad prodigiosa de los recursos del corredor biológico ahora conformado: como tiene una ubicación céntrica en el planeta, próxima a Ecuador, los vientos dominantes (los alisios) convergen hacia Chiapas soplando desde el noreste (naciendo en las Azores) hacia Palenque, y desde el sureste (naciendo en Amazonia y Colombia) hacia Tapachula, pero se atoran al chocar contra sus montañas creando la humedad necesaria a sus selvas que hacen de esponja para almacenar su riqueza acuífera; son el mejor caldo de cultivo biótico para la diversidad vegetal que invita a una fauna variada.

En la era actual, la cuaternaria, se está completando el proceso que había transformado el planeta en hogar habitable. A partir del pleistoceno (un pasado de sólo 30 mil años), nuestro lugar estratégico es el punto de convergencia obligado de las migraciones de sus huéspedes -vegetales, animales y humanos-; esta condensación de todas las formas de vida en tan angosto territorio por la estrechez del corredor ístmico, iba reuniendo las condiciones de una presión creativa que favorece no sólo la explosión de la vida como en las épocas anteriores, sino también la eclosión de las culturas en el holoceno -las envidiables mesoamericanas (casi nuestro presente)-, fenómeno único en el hemisferio. Desgraciadamente, el PPP no toma en cuenta estos recursos del pensamiento local, al contrario, los desplaza para privatizar tanta riqueza potencial en beneficio de otros.

Efectivamente, esta situación privilegiada atrae también las grandes corporaciones trasnacionales de semillas y su inevitable protección armada, ya incrustada en territorio indígena. Si se logra el PPP, se iniciará una nueva etapa del proceso, necesariamente aleatoria porque será exógena: no la generarán la geología ni los pueblos que aquí fraguaron, sino actores extraños e intereses ajenos. No conservará, sólo contaminará -violará- la "historia natural y cultural" que pretende proteger.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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