Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 28 de marzo de 2002
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Editorial
 
MEDIO ORIENTE: PASCUA SANGRIENTA

sol rayuelaEl atroz atentado terrorista perpetrado ayer en un hotel de la ciudad israelí de Netanya, en el que murieron 19 civiles israelíes, además del atacante, pone de manifiesto la enorme distancia entre la actual coyuntura sangrienta entre israelíes y palestinos y las perspectivas de reactivación del proceso de paz.

A estas alturas, debiera ser evidente --tanto para Tel Aviv y Washington como para las formaciones fundamentalistas palestinas responsables de los ataques criminales contra civiles israelíes-- que el ciclo de violencia represiva por parte de Israel y de nuevos atentados árabes es una serpiente que se muerde la cola y que la única manera de detener el derramamiento de sangre es el retiro total de Is- rael de los territorios que ocupó en la Guerra de los Seis Días, en 1967; la pronta constitución, en ellos, de un Estado palestino con todos sus atributos y con plena soberanía, la división de Jerusalén --no para convertirla en una ciudad partida, sino en una capital compartida-- y el reconocimiento del derecho de retorno a sus hogares a los sujetos de los éxodos palestinos desde 1948.

Sólo de esa manera, ambos pueblos --el israelí y el palestino-- podrían emprender uno de los más cruciales desafíos de sus respectivas historias: el desafío de la reconciliación y la convivencia pacífica.

Sin embargo, tales propósitos parecen irrealizables en el actual escenario político mundial. En la conformación unipolar presente, Estados Unidos pretende erigirse en árbitro del conflicto, ignorando que siempre ha sido --y sigue siendo-- parte directamente involucrada. Por ello, cualquier mascarada de negociación impulsada por el Departamento de Estado está condenada al fracaso.

En lo inmediato, cualquier gestión estadunidense tendría que empezar, para ser creíble, por el establecimiento de una mínima equidad en el trato de Washington hacia ambas partes, pero queda meridianamente claro que el gobierno de George W. Bush no está dispuesto a renunciar a su alianza estratégica, financiera y política, con Tel Aviv, incluso si el actual jefe de gobierno israelí es una figura tan impresentable como Ariel Sharon, a quien un tribunal europeo tiene por presunto criminal de guerra, debido a su responsabilidad en la matanza de civiles en Sabra y Chatila, en los años 80.

Resulta exasperante que, en esta Pascua, la región de Tierra Santa siga empapándose de sangre por una confrontación en la que buena parte de la responsabilidad histórica y presente corresponde a los países que se reclaman depositarios de los valores éticos del cristianismo, empezando por Estados Unidos y las potencias europeas.
 

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