Ojarasca 59  marzo 2002

Exige Arundhati Roy en India libertades civiles

De nuevo toca alzar la voz




El 6 de marzo, la escritora india Arundhati Roy, autora de la novela El dios de las cosas pequeñas (traducida a más de cuarenta lenguas, con más de seis millones de copias vendidas y ganadora del Booker Prize) fue condenada a un día de prisión y a una multa de 2 mil rupias (cerca de 40 dólares) por criticar a la Suprema Corte de su país, órgano que ratificó la aprobación para construir la presa Sardar Sarovar en el río Narmada, al oeste de la India. Esta sería una de las más grandes del proyecto de represas que amenaza con destituir en conjunto a decenas de millones de habitantes de origen adivasis y dalits, los pueblos más pobres de la India. Según Arundhati Roy, militante de la enorme organización popular Narmada Bachao Andolan --que resiste desde 1988 la construcción de dichas presas--, son poblaciones que una vez desplazadas...

...no existen más. Cuando se escriba la historia no estarán. Ni en las estadísticas. Algunos de ellos, subsecuentemente habrán sido desplazados tres o cuatro veces --por una presa, por un campo de artillería, por otra presa, por una mina de uranio, por un proyecto de energía. Una vez que ruedan no hay lugar de reposo. La gran mayoría será absorbida por los barrios miserables de las periferias de las grandes ciudades, donde colaborarían como mano de obra barata de la construcción (en más proyectos que desplacen a más gente). Es verdad, no los aniquilan ni los llevan a las cámaras de gases, pero puedo garantizar que sus viviendas son peores que en los campos de concentración del Tercer Reich. No están cautivos, pero tienen que redefinir el significado de la libertad.*


''El mensaje de la Suprema Corte es claro. Cualquiera que se atreva a criticarla sabe a qué se enfrenta", dijo Roy antes de ser conducida a la sección femenina de la cárcel de Tihar, en Nueva Delhi. La narradora tenía la opción de pagar la multa o cumplir una sentencia adicional de tres meses en la cárcel. En una declaración que leyó a su salida de prisión Roy dijo:
 

Mantengo lo que dije en mi declaración y he cumplido la sentencia que me impuso la Suprema Corte. Quien piense que el castigo por mi supuesto "crimen" fue un simbólico día de prisión y cuarenta dólares, se equivoca. El castigo comenzó hace un año cuando se me envió la notificación de que debía presentarme personalmente en la Corte por un cargo ridículo que la misma Corte afirma nunca debió entretenerla. En India, todo mundo sabe que en lo referente al sistema legal, el proceso es parte del castigo.
 

Pasé una noche en prisión, intentando decidir si pagaba la multa o cumplía una sentencia de tres meses. Pagar la multa no significa, de ninguna manera, que haya pedido disculpas o que acepte la decisión del jurado. Decidí que pagar la multa era lo correcto, porque ya había establecido mi postura. Llevarlo más allá me hubiera tornado en martir de una causa que no es sólo mía. Le corresponde a la prensa libre de la India luchar por patrullar las fronteras de su libertad que la Ley de Desacato, como está hoy en día, restringe y amenaza severamente. Espero que esta batalla gane adeptos.

Si no fuera así, resultaría que todo el año pasado luché únicamente por mi propia dignidad, por mi derecho como ciudadana de la India a mirar a la Suprema Corte a los ojos y decirle: "Yo insisto en el derecho a comentar sobre las decisiones de la Corte y a disentir". Eso es bastante menos de lo que espero sea esta lucha. [...]

Hay partes del veredicto que podrían haber sido de lo más reconfortantes si no fuera por el hecho de que cotidianamente, los ciudadanos de la India tenemos justo la experiencia contraria -- "El imperio de la ley es la base de gobierno de cualquier polis democrática y civilizada... No importa de quién se trate, que tan alta jerarquía tengan él o ella, nadie está por encima de la ley, no importa qué tan poderosa o rica sea la persona" . Si tan sólo así fuera.

El veredicto continúa diciendo que "después de más de medio siglo de independencia, el poder judicial en el país está sujeto a continuas amenazas y encara peligros desde dentro y desde fuera". Si esto es cierto, cuál es la forma de encararlos: ¿emprendiendo una introspección honesta o silenciando a sus críticos al ejercer la ley de desacato? [...]

El 23 de diciembre de 2001, durante el discurso inaugural de un taller nacional sobre aspectos legales en Kerala, el presidente la Suprema Corte de la India afirmó que el 20 por ciento de los jueces de este país podrían estar implicados en la corrupción y poner en entredicho a todo el sistema judicial. Por supuesto esto no constituyó un desacato criminal.

Un antiguo Ministro dijo en público hace algún tiempo que "La Suprema Corte, compuesta por elementos de la clase de élite mostraban una simpatía inocultable hacia [...] los elementos antisociales, hacia quienes queman a las novias, hacia una horda de reaccionarios, que han encontrado refugio en la Suprema Corte".

En el veredicto que se me impone, la Corte afirma que la declaración de este Ministro fue permitida porque "la crítica al sistema judicial la hizo una persona que ha sido él mismo magistrado de la Corte y era Ministro en el momento en cuestión".

Sin embargo, añade que "no puede permitirse a todos los ciudadanos el comentar sobre la conducta de las Cortes en aras de una crítica sana, pues si no se revisa, puede destruir la institución misma". En otras palabras, no es sólo qué se dice, ni su certeza o justificación, sino quién lo dice, lo que determina si se constituye un desacato criminal. Es decir, la aseveración contenida al inicio del veredicto de que "No importa de quién se trate, qué tan alta jerarquía tengan él o ella, nadie está por encima de la ley, no importa qué tan poderosa o rica sea la persona" es contradictoria con el propio veredicto.

Quiero reiterar que creo que la Suprema Corte de la India es una institución extremadamente importante y ha emitido juicios muy iluminadores. Pero que un individuo argumente con la Corte no implica de manera alguna minar a toda la institución. Por el contrario, significa que él o ella tiene en alto a su sociedad y le preocupa el papel que juega la institución y su eficacia. Hoy, la Suprema Corte toma decisiones que afectan --para bien o para mal-- las vidas de millones de ciudadanos comunes. Negar la posibilidad de que alguien (excepto un exclusivo club de expertos) comente o critique a esta institución, so pena de incurrir en desacato criminal, me parece que destruye los principios democráticos sobre los que se basa nuestra Constitución.

En la India el poder judicial es quizá la institución más poderosa del país, y como implicara recientemente el presidente de la Suprema Corte, la que menos rinde cuentas. De hecho, la única rendición de cuentas posible es que se someta al comentario y a la crítica de los ciudadanos en general. Si incluso se nos niega este derecho, se expondrá al país a los peligros de la tiranía judicial.

Me sorprende también la parte del veredicto donde se asevera: "...pero mostrando la magnanimidad de la ley, y teniendo en cuenta que la acusada es una mujer, y esperando en que una sensatez y una sabiduría mayor ilumen a la acusada..." Es claro que las mujeres no necesitamos esta clase de discriminación inversa.

Por último, quiero señalar que el veredicto afirma que me he desviado del "camino por donde transitaba contribuyendo al Arte y la Literatura". Espero que esto no signifique, además de todo lo anterior, que desde ahora los escritores tengamos que esperar a que la Suprema Corte defina el camino correcto del Arte y la Literatura.**


En momentos en que sobre el mundo, no sólo sobre México, se cierne la amenaza de megaproyectos que desplazarán a poblaciones con el fin de apropiarse de sus territorios y sus recursos naturales, cuando en las grandes urbes estos enormes conglomerados serán la mano de obra barata e indefensa de maquilas y subempleos, en el momento en que la llamada guerra contra el terrorismo emprendida por George Bush limita día a día las libertades civiles y el derecho a disentir, casos como el de Arundhati Roy hacen importante cerrar filas con quienes desafían al poder en aras de algo que parece no estar de moda: el compromiso con la verdad y la justicia.
 

 
* "The Greater Common Good", en The Algebra of Infinite Justice, Viking, Penguin Books, Nueva Delhi, 2001.

** Enviado a Ojarasca por Free Press Campaign, Nueva Delhi, India.

RVH



 
cadenarb
El hombre que amaba su árbol, Uttam Pradesh, India, 1989. 
Fotos: Mary Ellen Mark
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