La Jornada Semanal,  10 de marzo del 2002                         núm. 366
Michel Primont

Cine chino moderno

 “El pasado está bien donde está”: Fengui, 
en Vivir de Zhang
Yimou.
Con el final de la Revolución Cultural de 1976, los cineastas chinos regresaron a su arte y el cine en China renació. Aunque vacilantes al principio, los cineastas empezaron a explorar temas que no estuvieran exclusivamente dedicados a la propaganda. El cine chino moderno empezó en realidad en los años ochenta con películas de directores como Tian Zhuang Zhuang (El ladrón de caballos, El papalote azul), Chen Kaige y Zhang Yimou (ver más abajo).

Los escritores del cine chino se refieren siempre a "generaciones" de directores (Cuarta, Quinta, Los Urbanos). No sé por qué. Yo trato de evitar este método porque tiende a dar la impresión de que los directores chinos son todos hermanos y hermanas en una gran familia. La verdad es que cada uno crea un mundo propio que es singularmente maravilloso y emocionante.

En los últimos años se han producido aproximadamente ochenta largometrajes al año, pero el número parece estar reduciéndose. De ellos, alrededor de treinta se exhiben en cines dentro de China. El resto descansa en archivos o en los estantes de sus directores. Por lo regular, menos de cinco cintas al año son exhibidas en el extranjero.

Los cinéfilos chinos no son ajenos a las películas extranjeras ­especialmente estadunidenses. Antes de la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio (omc), el gobierno permitía diez filmes extranjeros por año para que se exhibieran en las salas. Ahora que China está en la omc, el número se incrementó a veinte este año y seguirá aumentando gradualmente hasta que llegue a cuarenta. Dadas las actuales condiciones de pobreza de la mayoría de los cines y las ineficiencias del sistema de distribución de películas, se ve difícil que China pueda acomodar un número tan grande de cintas extranjeras y todavía mantener una industria cinematográfica nacional. Se necesita una moderna distribución y salas múltiples y confortables.

El mejor director chino es Zhang Yimou. Su primera película, Sorgo rojo (1989), fue distinta a cualquier otra película anterior procedente de China, y ganó numerosos premios internacionales. Esa cinta presentó a las audiencias extranjeras a dos importantes estrellas cinematográficas: Jiang Wen, un esbozo de actor principal, y Gong Li, una magnífica y bella joven actriz que llegó a protagonizar más de una década de películas de Zhang Yimou. Otras cintas de Zhang incluyen obras maestras como Levanta la linterna roja, Ju Dou, Vivir, La historia de Qiu Ju y otra media docena de joyas. Su último filme, Tiempos felices, es una comedia agridulce del tipo de película que Charles Chaplin haría si estuviera en este mundo.

Chen Kaige, contemporáneo de Zhang Yimou, es otro de los grandes directores chinos. Su mejor película, Adiós a mi concubina (1993), es un cuento épico de lealtad y traición que lleva a dos estrellas de ópera de su infancia prerrevolucionaria a la turbulenta historia moderna de China, para terminar en los años setenta.

El rey de la comedia china es el director Feng Xiao Gang. En su última propuesta, El funeral de Big Shot (Big Shot de un funeral), el protagonista es el actor estadunidense Donald Sutherland, y su coprotagonista es Ge You, el icono de la comedia china. Las películas de Feng Xiao Gang (Perdón nena, Sé honesto o quédate aquí, Fiesta A, Fiesta B, Suspiro) han llevado a los críticos a compararlo con Woody Allen. 

La más notable directora en activo en China es Ning Ying. Su trabajo hasta ahora comprende una trilogía de películas cuyo tema en común es perder de pronto un modo de vida o la gente ordinaria en Beijing. Por diversión (1992), En la pelea (1994) y Yo amo Beijing (2000) son todas inspecciones íntimas de la vida de los beijineses ordinarios. Son cintas serias con un matiz cómico de fondo en las que actores no profesionales llevan los papeles protagónicos.

Hay varios directores jóvenes dignos de consideración. El actor Jiang Wen, una versión china de Bruce Willis, resulta ser también uno de los directores más talentosos. Su primera película, Al calor del sol (1997), acumuló varios premios en festivales en el extranjero pero los distribuidores no la escogieron. Su segunda oferta, Demonios en el umbral (2000), ganó el Gran Premio de Cannes y la prohibición para dirigir en China durante tres años porque no pudo obtener el permiso del gobierno antes de proyectar la cinta al jurado de Cannes. No obstante, Wen sigue trabajando como actor.

El director Zhang Yang grabó su primera película, Sopa de amor picante, en 1988, cuando tenía veintiocho años. Fue el fruto de una cercana relación de trabajo con el productor de origen estadunidense Peter Loehr y demostró ser un éxito comercial y artístico. Ambos han hecho otras dos películas; la más exitosa de ellas, Chubasco, es un viaje sentimental hacia un aspecto poco conocido del Beijing moderno de hoy en día: la próspera vida de una familia dueña de un baño público. Su último trabajo es un largometraje serio sobre el lado oscuro de los ascensos meteóricos. Es la verdadera historia de una estrella de televisión que se hace drogadicto. Él mismo, junto con sus padres y sus amigos más cercanos, actuaron en la cinta.

Ve a negociar, otra película reciente de un joven director, Wang Guang Li, es otra historia verídica que recurrió a actores no profesionales para que actuaran su propia historia. Una docena de trabajadores despedidos en Shangai tratan de echar a andar una compañía constructora, pero fracasan y pierden todo el dinero que habían pedido prestado e invertido. Reúnen algo de dinero para probar suerte en la lotería y ganan el premio mayor; entonces toman sus ganancias y las invierten en un nuevo negocio, y en poco tiempo están en la calle otra vez. Es un trabajo hecho con gran energía y habilidad.

Uno más de los directores interesantes es el controvertido Zhang Yuan, cuyo filme sobre un homosexual en un parque de Beijing, Palacio de Oriente, palacio de Occidente (1998) le dio notoriedad, aunque no reconocimiento. Su última película, 17 años (1999), describe a una mujer encarcelada por el homicidio de su hermana, que trata de reconciliarse con sus padres durante una pequeña salida de su celda. Partes de la cinta fueron grabadas dentro de una prisión femenina y actuaron reclusas y celadoras de verdad.

Lu Chuan es un director de treinta años cuya primera obra, ¿Quién robó mi pistola? (2001), presenta a un policía que se emborracha y pierde su arma. Su búsqueda lo lleva a conocer a gente involucrada en extraños eventos en una ciudad pequeña y habitualmente somnolienta.

En promedio, el presupuesto total para la realización de una película china va de cien mil a trescientos mil dólares. El guión debe ser aprobado antes por la Oficina de Propaganda, que pone especial atención en dos cosas: sexo y política. Cuanto menos de estos ingredientes contenga un guión, más rápido recibirá la película el sello de aprobación. Después de grabada y editada, la cinta tiene que pasar por el proceso de censura de nuevo.

La piratería es el problema más grande que enfrentan los cineastas y distribuidores chinos. La venta de boletos ha bajado constantemente desde finales de los noventa. Según las estimaciones oficiales, más del noventa por ciento del mercado doméstico del video en China está en manos de los piratas. En muchos lugares resulta más fácil comprar una película pirata que un saco de arroz. Antes de entrar a las tiendas de abarrotes más grandes en Beijing, los compradores deben pasar a través de por lo menos media docena de comerciantes que ofrecen los grandes éxitos de Hollywood mientras todavía están en cartelera en Estados Unidos. Por ejemplo, Harry Potter se vendía ya en las calles de Beijing tres días después de su estreno en Los Ángeles. A pesar de las periódicas campañas del gobierno, la piratería es todavía un floreciente sector de la economía informal. 

Hay muchos directores y películas que no mencionaré aquí por restricciones de espacio. Francamente, es difícil ver muchas de las películas que se producen en China. Hay un estilo penetrante y melodramático, reminiscencia de los malos días de antes, que podría prestarse para series de televisión pero que todavía se adapta a las demandas de producción de películas de más de cien minutos que se van a proyectar en la pantalla grande. 

El cine es un medio poco utilizado para profundizar el conocimiento de otra cultura. Sería un error observar China y considerarla sólo como una versión más grande y más poblada de lo que uno sabe por propia experiencia. Es diferente. Incluso el "sentido común" chino es diferente, así que no sorprende que también las películas chinas sean diferentes.

Las mejores películas ­muchas de las cuales mencioné aquí­ son similares a la auténtica comida china: rellenan las emociones como sabores agrios, a veces abrumadores, a veces enloquecedores, siempre placenteros, y tienen el poder de persistir en la memoria.

Los pasados veinte años han sido un periodo fértil para los cineastas de origen chino. El cine en este país ha dejado de ser un mero vehículo de propaganda que buscaba educar y dirigir el pensamiento de "las masas" para convertirse en una forma de arte vibrante, experimental y divertida. Parece que el mundo fuera de China empieza a darse cuenta.

Michel Primont es director administrativo de Cherry Lane Music de China. Vive y trabaja en Beijing desde 1993. Desde 1994 exhibe películas chinas subtituladas al inglés en un cine de Beijing todos los viernes por la tarde. 

Traducción del inglés de
Gabriela Valenzuela Navarrete