Jornada Semanal, 17 de febrero del 2002                       núm. 363

REBOLLEDO, LOS VIAJES, EL DECADENTISMO 
Y EL AMOR SEXUAL (IV)

Para Porcia volando en Tapalpa

Las descripciones explícitas no sólo de los cuerpos sino también de la tensión sexual y de sus manifestaciones acústicas, olfativas, gustativas y ópticas, así como de todas las formas del tacto y de los enlazamientos, arqueos e imaginativas posiciones, admiraron a sus compañeros de generación y molestaron a las buenas conciencias de los gerifaltes de la decencia, las buenas costumbres, la represión y el instinto de muerte, pues por primera vez, y expresado de manera tan clara, el acto sexual ocupaba el centro del poema y le daba todo su sentido:

En el vivo combate, los pezones
que se embisten, parecen dos pitones
trabados en eróticas pendencias,
y en medio de los muslos enlazados,
dos rosas de capullos inviolados
destilan y confunden sus esencias.
Esta es la época de mayor producción de Rebolledo: Libro de loco amor (poemas), una obra de teatro, El águila que cae; un texto en prosa, El desencanto de Dulcinea y una novela excepcional, Salamandra. Schneider afirma que esta novela es un compendio del bizantinismo, dandismo y afrancesamiento que caracterizaban a los años de finales y comienzos de siglo en México. La salamandra es un extraño animal que se convirtió en emblemático de la mentalidad esteticista y, para él, representa a “una diosa sagradamente perversa, sacerdotisa de la belleza maldita, mujer-vampiro, también araña, reveladora, despertadora del masoquismo congénito de sus víctimas”. En suma, el ser mítico que nunca se quema en medio de las llamas y ve cómo arde su contrario que le atrae y al que atrajo y liquidó. Dice González Martínez que esta novela es casi un poema en prosa. Tiene razón, pues la búsqueda de las palabras y las cadencias narrativas pertenecen al mundo de la lírica. Tal vez el poeta juzgó indispensable utilizar una tan extremada precisión lingüística para poder adentrase en el alma femenina y en sus interminables laberintos.

El hijo del poeta se conmovió cuando nos acercamos al siguiente puesto diplomático de su padre, el de primer secretario de nuestra legación en Noruega. Antes de ese nombramiento fue secretario particular del director general de Bellas Artes, diputado por el estado de Hidalgo en el Congreso de la Unión, presidente de la Gran Comisión de la xxviii legislatura y de la Comisión de Relaciones Exteriores. Durante su campaña recorrió su estado natal y visitó los lugares de su infancia. En 1919, después de su efímero paso por la Oficialía Mayor del gobierno del Distrito Federal, se reincorporó a Relaciones y partió rumbo a Noruega. Llegó a Cristiania, el actual Oslo, el 20 de agosto, y de inmediato inició sus amores con el mundo escandinavo. De acuerdo con su destino burocrático fue encargado de negocios a. i. (ad interim) varias veces, hasta que en 1922 llegó a Noruega el humanista, poeta y diplomático Balbino Dávalos, en calidad de ministro plenipotenciario.

Su boda con Thorborg, los viajes por Italia y Alemania, sus tareas cotidianas, la escritura de su última novela, Saga de Sigrida la blonda y la publicación de Joyelero, su poesía reunida, en una editora de Cristiania, son los acontecimientos fundamentales de su vida escandinava. Vienen después su promoción a consejero, Bruselas, el regreso a México, su desempeño como jefe de protocolo, Cuba, Santiago de Chile y el nuevo regreso a México. En fin... el desarraigo como forma de vida, el caracol con la casa a cuestas, el funcionario disciplinado y la familia que lo sigue y apoya. Eso era lo que recordaba el hijo del poeta. Eso y la enfermedad y el cansancio que concedieron una tregua al Consejero y su familia cuando fueron enviados a España. Partieron con gran entusiasmo en enero de 1929. Rebolledo revisaba por esas fechas los “poemas noruegos” que nunca terminaría. Madrid fue generosa con la familia pero, parafraseando a Wordsworth, el inclemente señor venía ya en camino y se manifestaba a través de una creciente parálisis facial. Como ya lo dije a principios de este texto, el poeta murió la noche del 10 de diciembre de 1929. Thorborg y los tres hijos regresaron a Noruega y México, o, más bien dicho, la casi siempre ingrata Secretaría de Relaciones se olvidó de ellos. Muchos años y muchas penurias más tarde, el hijo del poeta fue contratado como intérprete de nuestra embajada. Así, y en una conferencia sobre su padre, nos conocimos e intentamos reconstruir la vida del poeta y diplomático en varias tardes de charla, lectura de poemas y revisión de algunos documentos amarillos por la acción del tiempo, los muchos viajes y el exceso de miradas nostálgicas y ansiosas en la búsqueda del padre. 

(Continuará)


Hugo Gutiérrez Vega
[email protected]