Martes 05 de febrero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Opinión

En Puebla vivió San Felipe de Jesús

n Eduardo Merlo

En la parte norte de la antigua ciudad de la Puebla de los çngeles, pero prácticamente ya fuera de la traza y en las riberas del río Almoloya o de San Francisco, los indios que ahí habitaban edificaron una cruz de piedra, misma que fue destruida por un rayo en 1570. Los naturales asustados, prefirieron sustituirla por una ermita -casi choza- que dedicaron a Santa Bárbara, especial protectora contra estos meteoros, no en balde la jaculatoria: "Santa Bárbara Doncella, líbrame del rayo y también de la centella". En 1576 pasó por Puebla, rumbo a México, un contingente de religiosos que venía a establecer una casa para alojamiento de quienes iban a evangelizar las Filipinas. Se denominaban a sí mismos como "Hermanos de la Más Estricta Observancia", y se habían separado de los franciscanos, por lo que eran mejor conocidos como "dieguinos". Como vieron que la región y el clima de Puebla era muy saludable, decidieron fundar una casa de descanso, dotándoseles de la ermita de Santa Bárbara, donde iniciaron sus obras en 1591. Justo en este tiempo llegó de la ciudad de México el joven Felipe de las Casas, hijo de un rico mercader, quien siendo muy travieso, de pronto había decidido abrazar la carrera eclesiástica con los dieguinos. Felipe hizo su noviciado destacando como muy obediente y apegado a la regla; no obstante, al concluir el noviciado, decidió abandonar la orden y retornar al mundo. Alentado por su padre, tomó la Nao de China, llegando a Manila como comerciante; sin embargo, retoñó la vocación y se fue otra vez como fraile.
Por esas situaciones que nadie puede explicar, el joven enfermó y sus superiores decidieron que regresara a su tierra para curarse. Justo en esa travesía, la flota tuvo averías considerables, por lo que decidieron anclar en las costas del Japón, justo cuando el Taikosama (emperador), queriendo proteger a su imperio de la influencia extranjera (globalización de entonces),Êprohibió cualquier religión occidental. Los franciscanos desobedecieron y fueron condenados a muerte; al llegar los soldados al convento, los moradores les dijeron que Felipe no tenía culpa, porque estaba sólo de paso, pero él les solicitó que le permitieran el privilegio de acompañarles en el suplicio. Sin miramientos se les llevó presos, se les azotó cruelmente; luego, para señalarlos, les cortaron la nariz y las orejas, y sin auxilio médico, los arrastraron hasta Nagasaki, donde fueron crucificados y alanceados, el 5 de febrero de 1597. Felipe fue el primero en morir, alcanzando la calidad de mártir.
Sus cuerpos fueron llevados a Manila y años después, traídos a la Nueva España, donde se depositaron en una capilla lateral de la Catedral de México.
Una leyenda afirma que la negra que era su nana, cuando lo veía tan travieso, exclamaba comparando la travesura con una higuera seca que había en el patio: "Es más fácil que la higuera reverdezca, que Felipillo se haga santo". Cuando expiró el mártir, la vieja planta empezó a ponerse verde, por lo que la negra gritó: "¡Felipillo es santo, Felipillo es santo!".
En el convento poblano, mientras tanto, una imagen de San Antonio que alguien colocó en la portería empezó a tener mucha devoción, por lo cual los dieguinos decidieron colocarla dentro del templo, con lo cual, el famoso santo paduano fue siendo identificado con ese lugar, llamándole "Templo de San Antonio". En las ruinas del viejo edificio conventual -hoy semi habilitado como orfanatorio "Hernández Villar"- se conserva un cuartito el cual -según la tradición- fue la celda del bendito religioso, que pasó una buena temporada en nuestra ciudad.