Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 16 de enero de 2002
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Política
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Luis Linares Zapata

Tres partidos en busca de aventura

os tres grandes partidos de México se han embarcado en sendas renovaciones de sus dirigencias. Y con el montaje electoral vendrá, se espera, una nueva época no sólo para sus propias vidas internas, sino que, además, el país contará con toda una plataforma para la ansiada normalidad democrática. Lo que sucede en el PRI, el PAN y el PRD concierne a todos porque a todos afectará. Más vale, entonces, ejercer una vigilancia activa y, en lo posible, participar en el proceso renovador desatado.

Como en los mejores repartos de papeles escénicos, cada uno de los tres más importantes partidos cuenta con un dúo de alternativas para dirimir sus abiertas disputas por hacerse de los respectivos liderazgos. Ninguno recurrió a la formulación cupular de planillas de unidad.

El PAN trata de zanjar, de una vez por todas, sus dubitaciones como partido en el poder. Sobre todo de cara a una elección intermedia (2003) que lo coloque en mejor posición para influir, de manera determinante, en la modulación del segundo periodo de la administración de Fox.

En ese lapso quedará plasmada, o se diluirá, la pretensión de cambio ofrecida. Pero, antes de ello, deberá acompañar al Ejecutivo federal a través de largos meses, de nueva cuenta recesivos (2002), que pondrán a prueba las habilidades de cada uno de los militantes y funcionarios de esa bandería azul, para darle a la nación el eficaz gobierno que, hasta ahora, no se ha patentizado.

Los panistas, sin embargo, seguirán limitando la participación de sus adherentes y, de ser posible, de muchos de sus mismos militantes. Esto no impedirá que la lucha se recrudezca y que, por vez primera, pueda salir un dirigente no santiguado por las capillas de las familias fundadoras. Lo cierto es que la indeterminación del resultado entre Medina y Bravo, similar a lo que acontece en los dos restantes partidos, es una realidad que da vigencia al proceso democratizador de los mexicanos.

El PRD navega cargado con el lastre de su pasada elección. Fue el pionero, es justo reconocer, de los ensayos de apertura a la ciudadanía. Hoy no empiezan bien tampoco, aunque haya habido rectificación de R. Robles y quede, para sospecha de los de afuera en la imparcialidad debida, un comité formado por correligionarios de una sola de las fuerzas contendientes.

La pugna se ha entablado entre sendos contingentes: uno bajo la acusación de atrincherarse, hasta agotar energías y horizontes, en la burocracia partidaria, y el otro, apadrinado por la que parece sempiterna guía moral de C. Cárdenas. Dos pesos muertos que no han podido tirar por la borda los perredistas: el pasado faccioso de las sectas y el de las dependencias del hombre providencial. Pero las andanadas propositivas de visiones articuladas se harán circular en el ámbito público por parte de los aspirantes, lo cual enriquecerá las opciones que se tendrán a la distancia de las urnas.

El PRI, la más importante agrupación política hoy en día, ha podido remontar sus vaticinios de quiebres y rupturas. Llega fortalecido por un año de triunfos electorales (medianos) en 2001 y con la confianza en sí mismo restañada, después de la derrota de 2000, como resultado de sus hábiles negociaciones que lo han situado como pieza imprescindible para la gobernabilidad.

Presenta, ante la ciudadanía, dos complejas alternativas para escoger. Una que recala en personalidades por demás conocidas, para bien y para mal de sus posibilidades de triunfo. La otra que apela a un tipo distinto de elector y dirigente. La primera da salida a la indetenible aspiración de R. Madrazo de llegar a la cúspide de su partido. Va acompañado de una mujer (EEG) que durante un largo periodo se ha encaramado sobre el liderazgo de los maestros agrupados en el SNTE, y tras bambalinas su accionar está dirigido con mano y pensamiento férreo. Esta pareja significa lo que, a las claras, revela: una permanencia de las apenas toleradas formas de hacer política. Pero tal pareja tiene todo un conjunto de militantes de apoyo que, aseguran, matizará y dará cauce y contención al liderazgo resultante.

La posibilidad alterna la preside B. Paredes, con las debidas credenciales en su haber, y ha llamado, como compañero de fórmula, a un cuadro priísta de segundo nivel, pero de un perfil que puede encajar con las aspiraciones de otros muchos para renovar al partido, para acercarlo con ese nuevo talante de responder, con mayor precisión y oportunidad, a las necesidades sociales.

La escenografía está montada, el público a la espera y los actores se aprestan a presentarse, de cuerpo entero, ante los votantes que los legitimarán. Con independencia de quiénes resulten victoriosos, lo indudable es la fortaleza y buena ruta que los asuntos públicos han tomado dentro de los partidos y que garantizan, a la república, la modernización y continuidad que, en estos momentos continentales, son cualidades apreciadas.

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