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¤ Se ha convertido en punto de referencia para
mercadólogos
La Condesa, la zona gastronómica más
importante del Distrito Federal
MARIA RIVERA
En el centenario de su creación, la colonia Condesa
vive los efectos de haberse convertido en punto de referencia de los capitalinos.
Al definirse como la zona gastronómica más importante de
la capital, la espontaneidad y la bohemia de los primeros tiempos, en que
diseñadores y artistas se pusieron al frente de pequeños
locales, ha dado paso al business. Ahora el restaurante que triunfa
debe tener apariencia vanguardista desde la decoración hasta el
diseño del menú, para atraer una clientela ansiosa de cosmopolitismo.
Cada vez importa más la puesta en escena que el contenido.
Al tiempo, los habitantes originarios del rumbo empiezan
a ser desplazados. En la subterritorial Roma-Condesa viven 400 mil habitantes,
la tercera parte de los que había décadas atrás, debido
a los problemas surgidos a raíz del cambio de uso del suelo, así
como al incremento de los inmuebles y las rentas. La clase media y los
ricos pobres hacen sus maletas. Varias firmas de arquitectos están
adquiriendo edificios para construir departamentos, estilo lofts
neoyorquinos, enfocados a un mercado de solteros o parejas jóvenes
de alto poder adquisitivo.
Si hay un sector que ha sabido captar el aire vanguardista
de la colonia son los mercadólogos. Desde hace años, comenta
Roy Campos, director de la firma Consulta Mitofsky, la Condesa se considera
el lugar adecuado para ensayar con productos de avance. "Cuando queremos
probar artículos o colores nuevos ?indica? reclutamos a personas
en cafeterías, restaurantes, librerías o calles de la zona
para conocer sus reacciones. Son gente de vanguardia que te puede decir
si dentro de algún tiempo tal o cual cosa va a ser aceptada. Si
a ellos les agrada, generalmente el resto de la población lo admitirá
después. Tan cierto es que crean moda que impusieron esta zona como
el lugar donde hay que ir. Ya jalaron a los demás."
Aunque el año pasado el atractivo de la Condesa
disminuyó, según restauranteros, en los últimos meses
han surgido nuevos sitios, enfocados a un mercado de mayor poder adquisitivo,
que parecen haber relanzado el rumbo. Lo cierto es que hoy nadie se atreve
a cuantificar el fenómeno. Ni la delegación Cuauhtémoc
ni la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos
Condimentados (Canirac) saben con exactitud cuántos restaurantes
existen en el área comprendida por las colonias Condesa, Hipódromo
Condesa e Hipódromo, pero que se denomina genéricamente como
la Condesa.
La incertidumbre de las cifras
Eduardo
Noriega, delegado de la Canirac en la zona, señala que son alrededor
de 200, únicamente en la Condesa. Si no existen cifras concretas
es por la transitoriedad de buena parte de ellos, precisa. Sin embargo,
las organizaciones vecinales sostienen que son más de 400.
Armando Freyermuth, propietario del Seps, y Sophie Avernin,
del Mosaico Bistrot, ofrecen dos visiones del fenómeno. El primero
lo expresa con hechos. Ofrece un recorrido por su amplio restaurante y
enfatiza que posee estacionamiento propio. Saluda a cada cliente por su
nombre y conoce sus preferencias. Después pide recorrer los sitios
que se han instalado en los alrededores, carentes de todo tipo de servicios.
"Ahora cualquiera se pone en una esquina con dos mesas y se dice restaurantero",
ironiza.
Sophie, hija de los propietarios del Champs Elysées,
también coincide en que en actualmente "hay mucho bluff por
el rumbo", ya que con el pretexto de la sencillez abrió infinidad
de lugares donde se come caro y mal. También reivindica el momento
actual de la colonia. "Por primera vez se puede ir de un lugar a otro caminando;
si no hay cupo en tal restaurante tienes otros a la mano. La zona entera
se ha convertido en un comedero".
La administradora de la exitosa versión democrática
del Champs también afirma que no hay una Condesa, sino dos, por
lo menos. La de Tamaulipas, joven y aventurera, con un promedio de consumo
menor. Y la de Amsterdam, con una clientela de mayor edad, conocedora y,
por supuesto, con mayores recursos.
El problema es que este auge no surgió en un sitio
inhóspito, sino en una zona que hasta ese momento había preservado,
con base en constantes movilizaciones ciudadanas, su homogéneo perfil
arquitectónico, y donde los colonos se sentían profundamente
orgullosos de la alta calidad de vida que gozaban. Todos los servicios
estaban a menos de cinco cuadras de sus hogares.
En los ochenta las organizaciones vecinales vencieron
al entonces regente Carlos Hank González, desviando el Eje Uno a
la altura del Parque México. Más tarde, en 1993, detuvieron
la construcción del estacionamiento que tenían provisto las
autoridades del Departamento del DF bajo el mismo jardín. Por eso
no es de extrañar que la irrupción de los restaurantes a
fines de esa década levantara tanta polémica.
En 1996 el enfrentamiento entre propietarios de los locales
y colonos alcanzó su punto más elevado. Los vecinos señalaban
que la zona se había vuelto inhabitable. Con los restaurantes ?argumentaban?
se incrementaron el ruido y la basura y, sobre todo, se habían quedado
sin sitios para estacionar sus autos. La contraparte respondía que
gracias a ellos el precio de los inmuebles se había elevado y había
mayor seguridad pública. Después de la zacapela ocurrida
en septiembre de aquel año, cuando las autoridades del DF acabaron
a serruchazos con las terrazas de la mayoría de los locales,
las atribuciones de los restauranteros quedaron acotadas.
Los militantes de las organizaciones vecinales aseguran
que en su afán de recuperar inversiones, los propietarios, asesorados
por sus abogados, trastocan todo reglamento. Recuerdan que hasta hace poco
ese era un vecindario acostumbrado a la quietud. El coordinador vecinal
de la Condesa, Mario Cedeño Rosas, enfatiza que cada vez mayor número
de oficinas y giros comerciales se instala en la zona, desplazando a los
antiguos habitantes.
Otro sector, conformado por artistas e intelectuales,
disfruta la vitalidad que ha cobrado el rumbo. La cantante Betsy Pecanins,
el pintor Gabriel Macotela y el fotógrafo Eniac Martínez
creen que se puede mantener la animada atmósfera actual preservando
el carácter de la colonia. Betsy, vecina de toda la vida de los
edificios Condesa, señala que prácticamente no va a los restaurantes,
pero está de acuerdo en que se encuentren ahí. "Estoy en
contra de esos grupos que se sienten representantes de toda la colonia
y ponen mantas rechazándolo todo. Las autoridades deberían
saber que somos muchos los que pensamos de manera distinta. Yo prefiero
una ciudad viva con peatones y gente en la calle."
Colonia de servicios para la ciudad
El arquitecto y urbanista Jorge Legorreta ?delegado de
la Cuauhtémoc cuando comenzó el boom restaurantero?
explica que la tensión es natural. La Condesa dejó de ser
un barrio en sí mismo para convertirse en una colonia de servicios
para toda la ciudad. Cuando una urbe crece, indica, la actividad primaria
(agricultura) va diluyéndose y más adelante también
las industrias parten a otros lugares. En cambio el sector terciario (servicios)
crece, dominando los espacios.
Recuerda que cuando los servicios saturaron el Centro
Histórico del DF empezaron a trasladarse a otros lugares. "En los
sesenta llegaron a la Zona Rosa, en los ochenta a Polanco y más
tarde a la Nápoles, que está alrededor del World Trade Center.
Ahora le tocó a la Condesa por su ubicación, por la facilidad
de sus vialidades, por su ambiente, en realidad intervienen muchos factores."
Fernando Campos, socio del restaurante pionero La Garufa,
tiene otra interpretación del fenómeno. "Hace 10 años
o comías en un lugar bueno o le entrabas a los tacos ?recuerda?,
no había opciones para una clase media con cierto poder adquisitivo
y avidez de placeres diferentes. Toda esa gente que había comenzado
a viajar y estaba dispuesta a probar cosas distintas no tenía dónde
ir."
Claudia Uribe, encargada del área de franquicias
de las cafeterías La Selva ?otro de los barcos insignia del boom?
relata que la apertura del café de Vicente Suárez a finales
de 1995 se decidió después de un serio estudio de mercado.
Tras la investigación supieron que tendrían acceso a consumidores
con el perfil y el poder adquisitivo necesarios para adquirir sus productos.
"Nuestra clientela está formada 40 por ciento de hombres y 60 de
mujeres cuyas edades están entre los 20 y 45 años, con ingresos
económicos de clase media y media alta, un estilo de vida cosmopolita,
que les gusta estar informados en todos los ámbitos y acostumbran
leer La Jornada, Reforma, El País y Proceso."
Con los restaurantes llegaron otros giros que venden apariencia
de posición y riqueza, es decir: moda. Las tiendas de ropa están
llenas de chicas que van de un lado a otro probándose "lo último"
y hurgando entre bisutería en busca del accesorio perfecto.
Las últimas tendencias en decoración de
interiores también son parte de la oferta: desde el minimalismo
que exhiben revistas como Metropolitan Home para amueblar lofts
neoyorquinos, hasta copias del sofisticado diseño italiano, pasando
por lo étnico proveniente de India, Indonesia o Tailandia.
Galerías y librerías conforman la parte
culta del fenómeno. Cursos de feng shui, macrobiótica, masajes
tántricos, la espiritual. Y, como no, también hay un capítulo
artístico. La Condesa entera se ha convertido en una inmensa locación.
A la vuelta de cada esquina se filman videos, películas y hasta
capítulos de telenovelas.
Lo peor de esta buena época ha sido el progresivo
desplazamiento de los habitantes originales del barrio debido a la especulación
inmobiliaria. El metro cuadrado de terreno se valora entre 8 y 10 mil pesos,
y por ejemplo en Amsterdam y Sonora es común encontrar departamentos
de 400 mil dólares. En Amsterdam, los alquileres que en 1997 estaban
en 6 mil pesos mensuales ahora cuestan el doble, y con contratos en dólares.
Tal vez, especulan los urbanistas, pronto surgirá otro polo de atracción
similar en la ciudad. Pero hoy la Condesa es el lugar donde hay que ir
y, si el bolsillo lo permite, vivir.
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