Ojarasca 56  diciembre de 2001

columna
Ceará, Nordeste brasileño. Foto: Celso Oliveira
 
 

POESÍA
DESDE CHIAPAS
 
 
 

Hai-kú tzotzil

Jo'onkutik no'ox

Ta jun la sob

Sk'ejimol balun ok'es

La slikesunkutik
 

Alak'sba vejo'

Sk'opilaletik avej

Snuts batel ik'e
 

Sakil toketik

Xcholsbaik la ta vinajel

K'uxi animaetik
 

Ti nichimal k'op

Taj ts'ibaj chi'uk ch'ich'ele

Sk'eoik ta vinajel
 

P'ij chiayankutik

Ta ilinel ak'ubale:

Ja' jo'onkutik.

Nosotros los indios

Una mañana

Los cantos del Zensontle

Nos despertaron
 

Arroyo hermoso

Las palabras de tu voz

Corren al viento
 

Las nubes blancas

Se forman en el cielo

Como las almas
 

Cuerpo del poema

Escribo con mi sangre

Cantos al cielo
 

Y renacemos luz

De la rabiosa noche:

Sí, somos indios.

Antonio López Hernández
Antonio López Hernández nació hace treinta años en Huituipan, Chiapas. Es coordinador del grupo de diplomantes del noveno Diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores del Espacio Cultural Jaime Sabines de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y jefe de promoción y seguimiento de becarios indígenas del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena.
     La versión en tzotzil fue traducida al español por el propio autor. El poema en ambos idiomas está compuesto en haikús. La misma forma métrica aplicada al español, se usó en tzotzil. La idea de estas composiciones surgió de Antonio cuando conoció esa forma lejana en el tiempo y la geografía de nuestra tierra. Me parece un buen poema, y me lo parece mejor cuando escucho las opiniones de compañeros tzotziles; a ellos les agrada la musicalidad, la sintesis y el contenido en el lenguaje original del autor.
(Nota: José Antonio Reyes Matamoros)
 
(Calles de San Cristobal)

El sentido de la isla se ilumina

los faroles de la calle resplandecen

la luna y su lucero acompañante

navegan en el cielo

quietos, la quietud está

en el movimiento incesante de alas

de un pájaro que canta.
 
 

Javier Molina
San Cristóbal de las Casas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

pagina final

Tosen, riendo

Desde temprano se oyen las toses. Son los niños del pueblo.

Moquientos, lagañosos, sonrientes sin motivo,

atraviesan las banderas color de flores de la madre, la abuela, las

hermanas solteras

y salen al patio donde el sol ya impone su reino a los charcos que anoche

olvidó la lluvia.
 

Animalitos desordenados, los pollos, el totol ruidoso, el perro, el cochino

cochino,

andan averiguando de dónde va a caer el desayuno.
 

Hambrientos los seres y el vapor caliente,

las húmedas coyunturas hacen crack, desperezadas,

listas para abrazar las lianas, las redes, las lajas

y a brazo partido las milpas, las veredas y las hachas.
 

Las mujeres muelen el grano y amasan el origen de la fuerza.

Los niños tosen, riendo.

Los perros ladran perezosos, por mera formalidad.

Y una calandria como loquita canta

en olas, dibuja su voz las nubes:

cangrejos, una gaviota, una barca, el timón,

un niño apunta la tiradora y allá va, a cazar el aire, tamaña pedrada.

La mañana, olor a sal, din, don,

los niños del pueblo juegan a que sueñan el mar.

Hermann Bellinghausen

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