La Jornada Semanal,  16 de diciembre del 2001                          núm. 354
 León Guillermo Gutiérrez

Las Comedias bárbaras de Valle-Inclán

León Guillermo Gutiérrez nos entrega estas reflexiones sobre el principal dramaturgo español de nuestros, ya casi idos, tiempos, el señor Marqués de Bradomín, don Ramón María de Valle-Inclán, autor de las Divinas palabras y, según su esposa, “de otras menos divinas”. Este ensayo contiene los apuntes biográficos que incluyen la estancia en México del autor de las Sonatas y de la primera novela sobre los dictadores latinoamericanos, Tirano Banderas. El maestro Gutiérrez ubica el lugar ocupado por las Comedias bárbaras en el corpus de la obra de Valle-Inclán; estudia sus influencias, alaba su rabiosa originalidad y se asoma al mundo esperpéntico que refleja en el espejo convexo al mundo real. Galicia, la España funambulesca de la segunda mitad del siglo XIX con sus pocos privilegiados y sus muchos “humillados y ofendidos”, son la sustancia de esas Comedias en las que late la condición humana.

Apuntes biográficos de 
Valle-Inclán

Ramón del Valle-Inclán, seudónimo de Ramón José Simón y Peña, nació el 28 de octubre de 1866 en Villanueva de Arosa, en la provincia gallega de Pontevedra. Algunas ramas de su familia ostentaban títulos de nobleza y aunque ya no contaban con posición y dinero mantenían sus antiguas casas emblasonadas y conservaban parte de sus tierras. Tomó el apellido de su ilustre antepasado paterno, Francisco de Valle-Inclán, quien estableció la primera biblioteca y periódico de Santiago, así como su Academia. Don Ramón tuvo dos hermanos, Carlos y Francisco, y dos hermanas, María y Ramona, esta última hija de un matrimonio anterior del padre, pero poco se sabe de la vida íntima de la familia. Su padre, Ramón del Valle Bermúdez, fue un poeta premiado y periodista regional. Fundó los periódicos La Opinión Pública, de Santiago y La Voz de Arosa. Colaboró en la revista La Ilustración Gallega y Asturiana. Su reputación como poeta e historiador le llevó al puesto honorífico de corresponsal de la Academia. Su casa en Villanueva de Arosa era el centro intelectual del pueblo.

Don Ramón del Valle-Inclán leyó la biblioteca familiar y, además de la educación intelectual fomentada por su padre, recibió la educación típica de la época. Estudió gramática latina con un clérigo. Terminó sus estudios de bachiller en el Instituto de Pontevedra. Siguiendo el consejo de su padre empezó a estudiar leyes en 1887 en la Universidad de Santiago de Compostela. De esta etapa son sus primeras historias y una poesía: "Babel", "A media noche" y "Era el postrer momento".

A la muerte de su padre, en 1890, se vio libre de obligaciones académicas y sin terminar sus estudios partió a la capital española. Valle ejerció el periodismo (1892-1893) en El Globo y El Diario de Pontevedra. Amante de la aventura decidió visitar Cuba y México; este último le atraía, según él, porque su nombre se escribía con equis. En México publicó veintinueve escritos y un poema en los prestigiados periódicos El Correo Español y El Universal. De este viaje surgieron temas que desarrollaría más tarde en Sonata de estío y Tirano Banderas. Intrigado por el uso de la marihuana en los indios mexicanos, la probó, y después llegó a volvérsele un hábito que gustó en varias épocas. En los tres años posteriores a su regreso (1893-1896) fue el periodo de transición en el que Valle-Inclán trató de definir su identidad personal y estética. El cambio se marcó además en su aspecto físico. De hombre correcto y bien vestido se convirtió en bohemio con su nueva indumentaria: barba larga, melena, espejuelos de carey, poncho mexicano y ancho sombrero negro. Así comenzó a crear la máscara que seguiría portando toda su vida. En esta época su posición estética empezó a conformarse; así, su primer libro, Femeninas, seis historias amorosas, es el primer intento de definir su estilo y edificar una base íntegra para su obra futura. 

De nuevo en Madrid en 1896 y sin estabilidad económica, se encontró en la vida incierta del artista pobre y se dedicó a vivir exclusivamente para la creación artística. Para estos tiempos su notoriedad crecía en Madrid a causa de anécdotas de sus aventuras –reales o imaginarias– que corrían de boca en boca por la ciudad y eran recogidas por los periódicos. Pero su verdadera fama descansaba en su conversación, que realmente eran monólogos. Este talento lo desarrollaba en las tertulias y quienes las integraban pertenecían a la Generación del ’98, llamada así por los acontecimientos de ese año clave en la vida histórica y política de España, hechos considerados como desastre nacional, ante los que las reacciones similares forjaron la fuerza intelectual del nuevo siglo, siendo ellos los que mejor definieron la decadencia en sus artículos de periódicos y revistas, incluso libros. Ángel del Río escribe de este grupo: 

Los grandes escritores piensan en "otra España", una España quizás mítica opuesta a la España que el Estado encarna. Así Unamuno comienza su obra con una crítica a fondo del casticismo –tradición, según él, falsa– y que responde a la imagen de la España oficial. Quiere, en cambio, encontrar la tradición eterna e intrahistórica, basada en valores permanentes. Ortega en Vieja y nueva política (1914) establece con rigor la distinción entre una España según él muerta, la representada por el Estado, y una España viva y real. Hacia otra España es el título del primer libro de Maeztu y A una España joven, el de un poema de Antonio Machado.

La vocación de actor de Valle-Inclán vio su oportunidad en la amistad de Jacinto Benavente, quien le ofreció el papel de Teófilo Everit en la Comida de las Fieras. Como la crítica no dio importancia a su debut, renunció. Lo positivo de la experiencia fue conocer a la actriz Josefina Blanco, quien años más tarde sería su esposa.

En 1899, en el Café de la Montaña, debido a un altercado con Manuel Blanco, el bastón de este último pegó en uno de los gemelos de Valle, enterrándosele en la muñeca, herida a la que no prestó atención, y hubo necesidad de amputar días después. Muchas de sus obras reflejan la pérdida del brazo; de esta manera, la manquedad se convirtió en síndrome literario.

La primera década del siglo XX es cuando hace explosión la prosa de Valle-Inclán en publicación tras publicación, destacando Las sonatas entre 1902 y 1905, en las que se inicia en el esteticismo modernista. En 1907 se casa con Josefina Blanco, con quien tuvo seis hijos, cinco de los cuales sobrevivieron. Viajó a la Argentina en 1910 con la compañía de teatro de García Ortega como director artístico. En 1916, durante la primera guerra mundial, fue corresponsal de El Imparcial (Madrid) y La Nación (Buenos Aires) en París. Al comenzar la dictadura de Primo de Rivera en 1924, su indignación creció con el exilio de Unamuno y en 1926 causó furor su éxito más ruidoso: Tirano Banderas, lo que le trajo satisfacción estética y remuneración económica. Reconocido públicamente, lo nombraron director de la Academia de Bellas Artes Española en Roma (1932). Por alabar las obras públicas del gobierno italiano lo tacharon de fascista y nazi. Regresó a España en 1934 y vivió otra amargura por el nuevo rechazo de su candidatura a la Academia. Su último año de vida fue de pobreza y enfermedad. Murió el 4 de enero de 1936 en Santiago de Compostela.

Las Comedias bárbaras en la obra de Valle-Inclán

Las Comedias bárbaras representan la evolución del arte simbolista lírico de Valle-Inclán hacia un simbolismo dramático, precursor de su arte expresionista, así como hacia su etapa de mayor fecundidad. Para 1907, año en que publica Águila de Blasón y Romance de Lobos, como parte de la trilogía que completará con Cara de Plata (1922), don Ramón había publicado con anterioridad: Femeninas (cuentos, 1895); Epitalmio (novela, 1897); Cenizas (drama, 1899); Sonata de otoño (novela, 1902); Sonata de estío (novela, 1903); Corte de amor (cuentos, 1903); Jardín umbrío (cuentos, 1903); Flor de santidad (novela, 1904); Sonata de primavera (novela, 1904); Sonata de invierno (novela, 1905); Jardín novelesco (cuentos, 1905); El Marqués de Bradomín (teatro, 1906) y Aromas de leyenda (poesía, 1907).

Valle Inclán cultivó todos los géneros literarios, pasando por diversas etapas que van desde el más puro esteticismo a la creación del esperpento y el expresionismo. Al género teatral dedicó más de treinta años ininterrumpidos desde 1899, fecha del estreno de Cenizas, hasta 1930 cuando dio forma a su última trilogía: Martes de carnaval, integrado por Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán.

Escribió todos los géneros teatrales: comedia, tragedia, farsa, teatro épico, tragicomedia, auto, melodrama, etcétera, y creó el estilo satírico y grotesco del esperpento, en el que se dan cita la ironía moral, el expresionismo gesticulante y caricaturesco, el lenguaje disonante, como representación amarga de la realidad española.

Al analizar el género literario de las Comedias bárbaras surge el problema, ya que aunque él las publicó como obras teatrales, muchos de los críticos las consideran novelas escritas en forma dialogada. El crítico inglés J. L. Brooks concluye que pertenecen al género dramático; no obstante, son más propicias para la lectura que para la representación escénica. Salvador de Madariaga las ha incluido en la categoría de novelas. César Barja las califica de dramas escénicos, y según él superan a La Celestina, a la que considera novela dialogada. La diferencia estriba en que el drama en La Celestina está en el diálogo y revela su primitivismo la falta de escenario. Esto sería imposible en las Comedias bárbaras, ya que, para dar el drama completo, lo primero que debería de dar es el escenario, es decir las fuerzas de la naturaleza que el autor hace entrar en el drama y los estados de espíritu que bajo su influencia se producen. Valle-Inclán emplea con gran profusión las acotaciones escénicas para dar vida al escenario en que se desarrolla la acción y también al movimiento de los propios personajes.

La trilogía de las Comedias bárbaras corresponde al expresionismo de Valle-Inclán, que se ha querido vincular con el alemán, pero el expresionismo dramático de Valle-Inclán y el de Unamuno fue un descubrimiento independiente y correlativo al fenómeno alemán. Este movimiento, considerado como una manera de enfrentarse a la realidad, tiene en España una larga tradición, encontrando como antecedente a Goya. Otro previo y clarísimo exponente es El Greco.

El dramaturgo español recrea la tragedia en toda su grandeza en una reelaboración original de los medios de la tragedia griega y la de Shakespeare, a quien Valle declaró como maestro. En las Comedias bárbaras hay elementos del Rey Lear, Macbet y Hamlet. Las características del héroe de la trilogía, don Juan Manuel, que lo llevan a su destrucción, corresponden a las del héroe de la tragedia clásica como Edipo o El Rey Lear, con los cuales se asemeja en orgullo, altanería, soberbia, impetuosidad, violencia, desenfreno y testarudez.

Al estudiar la influencia de Nietzsche en España, Gonzalo Sobejano señala que "no parece aventurado observar que Valle-Inclán es tal vez el escritor español en quien la dualidad Apolo-Dioniso, manifiesta una lucha más intensa y sostenida. Así, el personaje de don Juan Manuel parece haber sido tallado dentro de la concepción nietzscheana del origen de la tragedia griega, es decir, como resultado de aquel instante en que las fuerzas opuestas de Apolo y Dioniso alcanzan un momento de equilibrio".

La trilogía: Cara de plata, Águila de blasón y Romance de lobos

Las Comedias bárbaras están integradas por estas tres obras. Águila de blasón y Romance de lobos, que aparecieron en forma de folletín en el diario El Mundo, en 1907, fueron las primeras. Cara de plata nace en 1922, es decir, doce años más tarde, pero no es la que cierra el ciclo; por la cronología de los hechos y por la estructura dramática, es la obra que inicia la trilogía. De esta forma, las Comedias se conforman así: Cara de plata, primer acto, en tres escenas; Águila de blasón, segundo acto, en cinco escenas; Romance de lobos, tercer y último acto, en tres escenas. A su vez, corresponden a introducción, desarrollo y desenlace, respectivamente.

Las Comedias bárbaras plasman el derrumbe de un mundo: el mundo feudal gallego. Para lograrlo, Valle-Inclán busca la representación vital en un momento determinado: relaciones familiares, religión, sexo, supersticiones, costumbres, estratos sociales, diversidad de ambientes, etcétera. Emilio González Peña señala que no se trata de supervivencias célticas gallegas, sino de los últimos restos de la aristocracia germano-sueva, que ha degenerado de tal modo que su arrojo es criminalidad vulgar, encarnada en los hijos de don Juan Manuel Montenegro, personaje principal. No obstante, los críticos coinciden en declarar el valor del historicismo de la Comedias, en las que Valle-Inclán crea la tragedia que dramatiza la liquidación histórica de la civilización occidental y el cambio hacia una nueva era. La trilogía dibuja la disolución del mundo feudal de Occidente en su lucha a muerte con el mundo burgués y el anuncio de la ascendencia de las grandes colectividades a la participación política de la sociedad. Para Luisa Barbeito, esta obra de Valle-Inclán expresa en realidad tres niveles geográfico-históricos: el gallego, el español y el europeo, como círculos concéntricos. De ahí que la unidad de las Comedias no sea la tragedia única de un solo individuo, sino de un pueblo, y, añade Barbeito, de España y Europa.

El conflicto está representado por don Juan Manuel Montenegro y sus hijos, que, a excepción de Cara de plata, aparecen como bandoleros desalmados, mezquinos, aves de rapiña, verdaderos lobos en su forma de actuar, sin ningún rasgo de solidaridad humana, ni siquiera para los que les dieron el ser.

Las andanzas amorosas de don Juan Manuel y su lucha contra sus hijos, que lo quieren despojar en vida de sus propiedades y las de su esposa, llegando incluso al robo armado contra él, son la nota más aguda del drama colectivo, en que cada clase social tiene un distinto papel y actitud; la aristocracia gallega, supervivencia de un feudalismo desaparecido, es arrogante frente a los representantes de Dios en la tierra y de la justicia real, y más aún ante los hombres, en su mayor parte caseros, que se conducen como atemorizados siervos, y resignados campesinos, habituados a su eterno sufrimiento.

El centro absoluto, como una sola obra dramática, es don Juan Manuel, agrupándose todos los demás temas alrededor de él y del conflicto que encarna. Cada escena está destinada a apuntalar la problemática del héroe. Don Juan Manuel, que aparece ya en la Sonata de otoño y en El Marqués de Bradomín como tío de éste, en las Comedias es el protagonista con la configuración del mito de don Juan, del que Valle-Inclán tenía un gran conocimiento y que está presente desde sus primeras obras.

El desenlace de la obra es la tragedia de los desheredados que no reciben nada del feudalismo. En su lugar se instala una burguesía fuerte, soberbia, altanera y llena de codicia que no siente el deseo de dar ni siquiera limosna, costumbre antigua del sistema feudal. La acción final es la extinción de don Juan Manuel, cuyo fin se verifica en una escena dantesca que dramatiza el parricidio, dejando la posibilidad de una esperanza de resurrección para el hombre, encarnada en la figura de El Pobre de San Lázaro. Es decir, el lobo vence y el héroe cae, cumpliéndose la fatalidad histórica y simbólica, pero el espíritu del pueblo, que parece expresado en las llamas que envuelven al leproso cuando se levanta de entre los caídos, significan también un símbolo de purificación que le permitirá resucitar cual nuevo Lázaro.

Galicia en las Comedias bárbaras

Galicia sirvió de marco histórico, geográfico y lingüístico para la poesía, la narrativa y el teatro de Valle-Inclán. La región gallega, en particular la zona pontavedresa del Salnís, da una localización geográfica a sus obras en Aroma de leyendas; Jardín umbrío; Flor de santidad; El embrujado y Divinas palabras. Don Juan Manuel aparece en Sonata de otoño como "el magnífico hidalgo de Lantañón, y como tal, oriundo de Salnís, y más exactamente de la orilla izquierda del Umía, aproximadamente a la altura del actual puente de Bayón. Como protagonista de las Comedias se ha establecido en Viana del Prior, que ha pasado a la ribera de la Ría de Arosa donde se identifica fácilmente con Puebla del Caramiñal, que incluye Puebla del Deón. La esposa de don Juan Manuel vive en la ribera de la Ría, en Flavia-Longa (que ya ocupa el sitio donde estaba antes Viana del Prior: Villagarcía) o en Lantañón.

Águila de blasón se desarrolla en Lantañón y Flavia-Longa en el Salnís y Viana del Prior. Romance de lobos tiene el mismo escenario comenzado en Águila de blasón, afirmándose aún con más detalles. Cara de plata se sitúa en el Salnís: "Ganados de Lantaño siempre tuvieron paso por Lantañón" son las primeras palabras pronunciadas en la escena primera. En el Salnís real domina la vertiente de la orilla izquierda del Umía, una serie de acaso cinco cumbres, entre ellas Rabuñade y Peña de Lantañón, que van desde Lantaño hasta la Sierra de Moroza.

En cuanto a los elementos humanos, Emilio González López afirma que: "El mundo colectivo gallego es el que le da la unidad a la obra [...] los campesinos, más que figuras individuales, son tipos representativos de su pueblo; y cuanto ellos dicen es también eminentemente colectivo: son las ideas, los sentimientos, las creencias y los temores del pueblo gallego." Los campesinos y los pobres de Dios, que andan por los caminos y acuden a las romerías en demanda de caridad, son los dos elementos gallegos populares que desfilan por la dramática valleinclanesca en las Comedias bárbaras. Según Clara Luis Barbeito: "El haber escogido a Galicia como escenario de las Comedias no fue sólo por el amor que Valle tenía a su región, Galicia poseía un pasado histórico que la convertía en lugar idóneo para ambientar la gran tragedia de la civilización occidental, en el que don Juan Manuel encarna un mito del rey suevo (Valle describe al hijo bastardo de don Juan Manuel: "tiene noble y varonil tipo suevo de un hidalgo montañés)". Don Juan Manuel Montenegro es el héroe central, pero casi a su nivel aparece un héroe colectivo, el pueblo gallego, representado por gente de todas las clases sociales, particularmente las populares. También el folklore gallego tiene gran importancia en la estructuración de las Comedias en que Valle-Inclán reelabora artísticamente costumbres, creencias, supersticiones de su región, dando así un ambiente y sentido humano a la trilogía y a sus personajes. 

En cuanto al lenguaje, se cree que Valle-Inclán usa muchos galicismos para lograr una frase más breve. Con ellos da vigencia a lo regional. Los emplea también como voces despectivas usadas por los señores hacia los siervos, en boca de no-castellanos, o en vez del dialecto de la región (no en Galicia). Utiliza frecuentemente galicismos sintácticos, así como anteposición de los pronombres personales y retención del artículo con los posesivos. Obdulia Guerrero dice que los galicismos morfológicos son formas verbales, principalmente la segunda persona del plural imperativo y diminutivos formados con el sufijo gallego iño: saludiña, sabeliña. Existe una notable recreación del habla popular en las Comedias. Hay un conocimiento de la riqueza del lenguaje y sus variaciones en los diálogos, para lograr que éstos, siendo castellanos, ofrezcan la tonalidad, el ritmo y el espíritu gallego. Valle-Inclán se ha valido de la búsqueda en el castellano popular y arcaico de vocablos, formas y combinaciones sintácticas que más se asemejan a su equivalente gallego; imitación del español casi dialectal hablado por gallegos; utilización mesurada de palabras y construcciones específicamente gallegas, que nunca se entrecomillan, por lo que hacen cuerpo íntegro con el contexto y la sistemática utilización de frases cortas.

A través de este somero estudio hemos tratado de destacar la enorme riqueza y los múltiples valores de las Comedias bárbaras, como parte de la prolífica producción de uno de los más grandes exponentes de la Generación del ’98, enfatizando la presencia de Galicia en las mismas, dentro de un mundo complejo al que Valle-Inclán imprimió su indiscutible genialidad literaria.