La Jornada Semanal,  18 de noviembre del 2001                          núm. 350
Cinco poetas chipriotas



Chipre ha sido desde siempre un semillero de poesía. El infortunio de la dominación iniciada hace alrededor de cuatro mil años, en los sucesivos coloniajes ejercidos arbitrariamente por los fenicios, egipcios, persas, griegos, romanos y bizantinos –sólo para referir orígenes– se prolonga la presencia de Afrodita en los ardientes y cándidos sonidos que acompasan los anhelos libertarios del espíritu al amparo de la cúpula literaria.

La posición geoestratégica insular importa actualmente a las potencias desatadas al compás de los tambores, ahora en la aldea globalizada. De los templarios (1191) a los venecianos (1571), los invasores dejaron su estela de antecedentes para luego dar paso a los turcos otomanos casi durante trescientos años (1878) hasta la llegada de los ingleses, dos conflagraciones mundiales y la guerra fría... Entretanto, en la pluma de sus poetas emerge como una constante de silencio ensordecedor, el apremio por un Chipre emancipado, esa porción de nueve mil 251 kilómetros capaz de lograr, un día después de la fiesta de la Asunción de 1960, su anhelada independencia.

La poesía abrevó en el mundo griego, no en vano son mayoría los descendientes intelectuales de Sócrates, Platón y Aristóteles, en contraste con la minoría turca que detenta, no obstante, en el umbral de las turbulencias del derecho internacional, parte del territorio. Así, los poemas que aquí presentamos son simultáneamente chipriotas y helénicos. Tienen los mismos rasgos del katharévousa (griego culto semiclásico) donde afloran las estructuras demóticas (griego moderno). Son sensaciones y sentimientos testimoniales del inconsciente colectivo forjado en la noche oscura que, pese a la escollera, deja pasar el agua tibia de un Mediterráneo que huele todavía a las fragancias helénicas tan nutrientes del mundo occidental.

Esta pequeña reunión de poemas permite al lector asomarse, a principios de siglo y de milenio, a las armonías rítmicas asociadas a un Estado-nación marcado por el destino de la disputa, y donde la palabra hace soplar vientos refrescantes en medio de escenarios pragmáticos que no pueden destruir las raíces históricas, hilo conductor que impide perderse en los laberintos mitológicos que conducen finalmente al sentido del "nosotros" del arte que no se puede destruir: la poesía.

Cayetano Cantú Moreno
Instantáneas i

Nadina Dimitriu (1928)

El deseo no duerme cuando la fe lo acecha
y las tierras baldías son acosadas por golondrinas
   y violáceas nubes.

Llega el momento cuando los pálidos rostros
que nacieron como amaneceres de un invierno
se transforman en agua
y sus pensamientos se elevan fructíferos
las curvas del trabajo.
..........
¿El sonido de los pasos
es el eco del pensamiento
contenido?
..........
Lo quebradizo causa ruptura
y la insinceridad es su
propia razón.
...........
Qué pena, la magia matutina se diluye
entre sonrisas
y la voz acróbata
provoca la magia matutina
el despertar de un niño.
...........
¿Oh amigos... quiénes son?
Una polifonía incrustada
en las paredes del corazón.
...........
La pasión se endurece,
como capas de roca
y hablan de la historia de una evolución.
..........
Las horas de silencio, son invaluables
horas que te enseñan a amar
en su dimensión, a su manera
lo que eres o en lo que te has convertido.
..........
 
 

Idilio

Un resplandor azul
con la brisa huye
de la ladera
hacia un idilio.

Las laderas, los campos
son testigos
raíces al aire, en la superficie,
son veredas
y las sombras laberínticas
son nidos.

El sol platica suavemente
el recuerdo se ahoga
cuando los labios se preparan.
cuando los párpados consienten.
..........

Lefcosía

Kypros Xrisanthis (1915)

Para milagros e inundaciones es el tiempo,
de lámparas votivas y flamas rosadas;
y Lefcosía, la luz vespertina enmarca
tu cielo como un destino ineludible.

Tus palacios estaban saturados de leyendas,
como para las flores, las abejas de primavera
traen bendiciones y perfumes
como las plegarias desvelan
a una doncella.

Ven, escancia la botella, extranjero amigo
pleno con el deseo de la rosada uva.

El orgullo de Chipre está de pie
en cuanto a la cabeza arcaica,
amigo termina el himno de nuestra isla, que
florece, ya no está marchita por la opresión 
   de los pasos del conquistador.
 


Resolución

Petros Sofas (1933)

Guardaste la paciencia
del plato del mendigo
y la ataste con un nudo en tu pañuelo.
Permaneciste sentado tantas veces
en el quicio de la Primavera
oyendo sólo el lamento.
Veías al cielo
en el tiempo sin límite durante tantas noches
con la palma de tu mano carente de estrellas.

¿Qué es lo que esperas aún?
toma el plato vacío del mendigo
haz con él una pandereta.
Toma un sonido del lamento de Primavera
y escribe una canción para el mañana
aprieta el puño
y golpea para que se abra tu camino.


Ilustración de Daniel Kent




Digamos

Yannis Papadópoulos (1928)

Digamos que ahora somos los primeros en encarar 
    la luz del mundo,
          que nuestros barcos nunca zarparon hacia Troya
           y que los reyes de Micenas no cazaron leones
           para que los artesanos grabaran sus dorados recuerdos
           sobre el metal de la inmortalidad.
Digamos que los persas no han venido
      a pedir las tierras nuestras
      y que los buitres de Maratón
      no han mancillado sus cuerpos.
      Y que las conchas del mar de Salamis
      adheridas no están al hundido bajel,
      que las manos de Fidias
       son las pequeñas manos de un recién nacido
        esperadas por el pulido mármol de nuestro suelo.
Digamos que las obras de Esquilo y Sófocles
        son apenas destellos
        ante los ojos del joven paseante.
        Que la edad de oro es ese trigo rubio
        que sudorosos juntamos con la visión de la cosecha
        que las hojas del silvestre olivo que ahora son podadas
        brillarán algún día como plata
        con el florecer del pensamiento platónico.
Digamos que ahora somos los primeros en encarar la luz
   del mundo
y digamos que el resto del mundo nos llama griegos.


Monumento marino

Manos Kralis (1914)

El oscuro espejo de los astros
se rompe al tacto de los desnudos dedos.

Se olvidan en la mirada de la sirena
en el amarillo, muerto, de los mares del Sur.

Manojos de lirios, humildes palomas
se estremecen y sus alas revolotean sobre la tumba invernal.

Rocío de Egipto de la estrella matutina en su pelo,
beben la luz de Berenice del trasmundo.

¿Noches que amamos, Matios, Antonio y Vitsko,
sobre qué lejanas playas se rompen?

El sollozo del desnudo arbusto,
la sombra de una quilla endulzan tu sueño.

A medianoche, en los dorados jardines de la muerte
espero al destino en tus milagrosos labios.

¡La mano que se congela en una mano; y nuestra herida
una rosa marchita!...
 

 
Versiones de Cayetano Cantú Moreno