Jornada Semanal, 23 de septiembre del 2001

El Brasil brasileiro (IV)

El siglo xix tiene en Iberoamérica una voz fundamental que, siguiendo las arrogantes pautas del eurocentrismo, está a la altura de los grandes europeos de su tiempo histórico: don Joaquín Manuel Machado de Assis, mulato, hijo de sirvientes, tipógrafo, autodidacto, académico, presidente de la Academia Brasileña, escritor que fue más allá del naturalismo, estudioso de la literatura portuguesa, especialmente de la obra de Eça de Queiroz, y, de acuerdo con algunos críticos de su época, "fantasioso en extremo y dueño de una imaginación calenturienta". Estos "defectos" constituyen lo mejor de su temática y los grandes momentos de su estilo. Sus personajes: Iaiâ Garcia, Helena, Don Casmurro, Quincas Borba y el memorioso difunto, Bras Cubas, nos entregan el panorama completo de un país en proceso de formación, emblematizan los aspectos esenciales de su cultura y, gracias a su intransferible sustantividad, nos cuentan al oído sus propias historias y los conflictos, gozos, emociones y desasosiegos empozados en sus almas. El Memorial de Aires es un conmovedor testimonio de la viudez, de las relaciones amorosas y de la contrastada naturaleza de la vida conyugal.

Es difícil encontrar en un narrador latinoamericano del siglo xix (en los del xx, salvo contadas excepciones, tampoco es fácil) una combinación armoniosa de humor y de intensidad lírica. Machado fue alcanzando esa maestría a lo largo de su vida y de sus trabajos. Por eso se le puede considerar un clásico, pues sus obras mantienen una constante frescura y sus personajes siguen viviendo y, lo que es más notable, ofreciendo siempre nuevas facetas y diferentes lecturas.

Este año, la Feria del Libro de Guadalajara se dedicará a Brasil. Hace un mes asesté a los pacientes y educadísimos estudiantes de la Universidad de Guadalajara, un seminario en el cual intenté contagiarles mi entusiasmo por Machado en particular y por la literatura brasileña en general. No estoy seguro de haber logrado mi propósito, pero me tranquiliza saber que puse en la empresa todo el corazón y la totalidad de mis menguados conocimientos. Supongo que en la Feria se organizarán homenajes (los únicos que valen la pena son los que promueven la lectura de las obras de los homenajeados. Los demás son "vanidad de vanidades, soledad de soledades", como dice el inmarcesible Eclesiastés) a Machado y a otros escritores brasileños. Espero que Carlos Fuentes, admirador del novelista y consejero máximo de la Feria, así lo sugiera a los organizadores de uno de los acontecimientos editoriales más importantes del mundo y, ya sin duda, el principal de Iberoamérica.

Tal vez la revisión de la literatura de Brasil que se haga en los días de la Feria, pueda incluir a Graça Aranha y su novela Canaan, a los modernistas que se reunieron en 1920 y a los "antropófagos" del movimiento primitivista que celebraron sus ritos forestales (recordemos a "Macunaíma", a Oswald y a Mario de Andrade) en 1925 y en la emergente Sao Paulo. Jorge de Lima, Joaquín Nabuco y Silvio Romero podrán dar luces a los glosadores y comentaristas.

Jorge Amado ya no podrá ir a Guadalajara. Sin embargo, sus libros que tienen aroma de cacao, mar, sexo, canela, clavo, carnaval, sudor causado por el trabajo, milagros, vida y muerte, recorrerán los pasillos de la Feria. Hace algunos años tuve una conversación con don Jorge (el don, en este caso, no implica alejamiento sino respeto y admiración) en la Casa Fernando Pessoa de Lisboa. Hablamos de su militancia comunista, de la columna Prestes y de su entrada a la cárcel en 1936. Unas horas antes había pedido perdón al público que llenaba la sala de la Casa por haberse equivocado al defender a Stalin y al estalinismo. Con un valor notable y una sobrecogedora sinceridad reconoció sus errores, pero advirtió que seguía siendo marxista y, por lo tanto, sus análisis de la historia y de los fenómenos sociales seguía haciéndose desde esa perspectiva. Esta declaración dejó con un palmo de narices a los ultraconservadores y a los anticomunistas primitivos, pues una cosa son los autócratas que se autonombran marxistas y otra una filosofía y una teoría económica que deben revisarse constantemente, pues en su seno late una de las más nobles utopías concebidas por la mente humana.

Juan Rulfo, enamorado hasta los huesos del alma de la literatura brasileña y hermano en temas y formas de Graciliano Ramos, el escritor nordestino autor de Vidas secas, nos dio, en una tarde madrileña, los elementos de juicio indispensables para acercarnos a la poesía, los relatos, los ensayos y la novela Gran Sertón-Veredas de Joâo Guimarâes Rosa, médico rural en los desiertos mineiros, diplomático de carrera y escritor de originalidad irreductible que inventaba palabras cuando la lengua portuguesa o los coloquialismos brasileños no eran suficientes para expresar lo más recóndito de su pensamiento y de su idea del lenguaje. Juan Rulfo nos acercó a la prosa de Nelson Rodríguez y nos contagió su entusiasmo por la ucraniana carioca Clarice Lispector (después de su charla, leí en una noche La hora de la estrella, una de las más conmovedoras y perfectas novelas de la escritora).

Ya conoce Guadalajara a Nélida Piñón, ganadora del Premio Juan Rulfo hace algunos años, pero tendrán que hacerse los esfuerzos (muy gratos por cierto) necesarios para demostrar la actualidad de Verissimo, el paulista, de Antonio Candido, Darcy Ribeiro y Ciro Don Anjos quien fuera agregado cultural de la embajada brasileña en México y autor de una de las grandes novelas mineiras, El escribiente Belmiro.

Ojalá que con la persona de Rubem Fonseca lleguen a Guadalajara los personajes de su vasta obra narrativa que está bien publicada, pero poco difundida en México. Así, este gran amante del relato y del más desnudo de los realismos, nos traerá su gran arte, a Morel, a Lúcia McCartney, a Buffo y Spallanzzani, a sus vastas emociones (en su interior se moverá la Caballería Roja de Babel), sus novelas negras, su cobrador y sus relatos viejos, nuevos y novísimos. Ojalá que el Sr. Lic. Rubem Fonseca (sí, es abogado. Nadie es perfecto) se presente en la Feria. En caso de que no se atreva a venir a esa Guadalajara tan futboleramente brasileña, lo más conveniente es que, en su lugar y representación, venga Doña Lúcia McCartney.
 

Hugo Gutiérrez Vega
[email protected]