lunes Ť 11 Ť junio Ť 2001

Armando Labra M.

Realidad, fantasía. Filias y fobias

Va quedando claro que el actual es el gobierno menos panista de los últimos 19 años. Es el que con menos vehemencia se apega a las banderas arrebatadas a Clouthier y el que más se desapega de las tesis convencionales de su partido, así como de las posturas de los legisladores y líderes panistas, siempre puntualmente preocupados por la coherencia de sus declaraciones.

En su notoria, digamos, originalidad, la creciente brecha del gobierno frente a su partido amerita ser analizada a la luz de sucesos recientes. Veamos algunos recientes.

Qué bueno que nos enteramos que nuestro Presidente tiene suficiente influencia en Washington para arreglar el conflicto coreano. Y sin tener que inmiscuir a los coreanos en el asunto. Qué bueno que se tome con filosofía campirana la indiferencia asiática para constituir una zona de libre comercio con México.

Qué notable y alarmante que nos enteremos que allá el gobierno mexicano se declare como de hombres de negocios, que siempre lo fue, porque todo gobierno negocia, pero ahora francamente de y para los negocios privados. Qué provocador anunciar allá, antes que acá, el destino de Pemex. Qué revelador que el Plan Nacional de Desarrollo no sea expresión de cambio alguno, como no sea el retroceso en las técnicas, contenidos y rigor de la planeación.

Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar Corea a fondo, sabemos que la solución del conflicto entre el norte y el sur de ese país no reside en Washington y menos en el DF. El complejo y creciente distanciamiento no sólo político y económico, sino religioso y ético podrán remontarlo sólo los coreanos mismos, cuando se decidan a hacerlo en razón de su raíz cultural común, profunda, y claramente diferenciada del resto de Asia. Un botón de muestra: a diferencia de los países poderosos de su entorno, Corea se expresa en un alfabeto fonético como el nuestro, no ideográfico como el chino o el japonés.

El repudio a la sugerencia mexicana de crear una nueva zona de libre comercio en Asia, revela la ausencia o ineficiencia del trabajo político que precede a cualquier gira presidencial. La repulsa asiática no es un incidente menor. Hay sólo tres bloques en el mundo global y uno es precisamente el encabezado por Japón. Si con nuestra impreparación ocasionamos el rechazo asiático para justificar una aún mayor integración con Estados Unidos, entonces la gira presidencial fue todo un éxito en Asia. Sugerir que los chinos son tontos si no hacen negocios en México rebasa cualquier comentario.

La confesión de que el mexicano es un gobierno de hombres de negocios debe haber sorprendido a muchos de los mexicanos que votaron el 2 de julio pasado por cambios, pero no de este tipo. Los empresarios representados por el Presidente son sólo los grandes, menos de 5 por ciento. El resto se debate en la sobrevivencia, ajeno del mundo de la exportación globalidílica. El gobierno se ha privatizado abiertamente, se casa con un segmento minoritario al que privilegia, y con ello descarta los compromisos públicos de la Constitución que se juró cumplir el primero de diciembre pasado. De ese tamaño.

El tema de Pemex, por fortuna, tiene sus valladares en el Congreso, detalle que por lo visto no ponderan los discurseros del Presidente. Habrá que esperar la respuesta local al retorno de los viajeros.

Y el Plan. Se ha escrito ya demasiado en contra y no vale la pena reiterar lo que tantos, tan pronto y tan bien han dicho, no por contreras, simplemente por sensatos. Todo plan, por moderno que sea, establece no sólo propósitos -como es el caso- sino tiempos y responsables, costos y metas, es decir cifras. Para ser nacional debe abarcar todos los sectores y regiones, cosa que no sucede. No hay una política industrial, por ejemplo. Para ser de desarrollo debe indicar a quién beneficia y en cuánto. Tampoco.

Una vez más, pero en medida suprema, se cumple en apotegma de Monsiváis: la realidad supera la fantasía. Y tanto en las filias como en las fobias. Pareciera que hay quienes se afanan porque entremos en el tobogán de los filifóbicos en donde se lucha contra todo lo que nos une, o en el de la fobifílicos, donde se ensalza lo que nos desune. Si nos decidiéramos a ser, todos sin fantasías, simplemente mexicofílicos, mejor gallo nos cantara, y a al paso que vamos, así, por fortuna, será.

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