Jornada Semanal,  13 de mayo del 2001 
Angélica 
Abelleyra
mujeres insumisas
Maris Bustamante: una artista impía

Por desgracia no ha dejado de ser verdad lo que dice Maris Bustamante: “para ser medianamente reconocida, una mujer debe trabajar siete veces más que su equivalente en hombre...” Y para mejor contrarrestar tan anómalo estado de las cosas, este suplemento pone un grano de arena y le da (nuevamente) la bienvenida a Angélica Abelleyra y a sus mujeres insumisas, que nuestros lectores encontrarán de ahora en adelante en formato de columna quincenal.

No es que sólo sea una descreída y que tenga poca piedad ante la falta de humor y la estupidez. Maris Bustamante (México, 1949) es también una artista (im)pía porque hace de la P, la I y la A sus fuentes de creación con los Performances, las Instalaciones y las Ambientaciones que ha producido desde hace veintitrés años. ¿Su sello? La enorme capacidad de reír, aunada a la reflexión, en una serie de objetos y acciones producidas en soportes que no son tradicionales en sus técnicas ni en sus formatos, pero tampoco en sus conceptos.

Desde pequeña le decían: “Pareces hombre”, por aquello de andar cuestionándolo todo y ocupando las manos en construir cosas, no sólo como dibujante sino cual carpintero o albañil, así que con los años valoró su identidad sexual, reivindicó el arte feminista y puso en el rubro de la constante pregunta dos asuntos primordiales: ¿qué significa la conciencia de la existencia? ¿Qué implica asumirse mujer en la sociedad latinoamericana?

Su familia no fue de artistas. Pero su padre, un catalán que adoraba la ópera, le infundió a ella, a su hermana Lola y a su hermano Andrés (sí, el Güiri-Güiri) un profundo amor por el humor, el lenguaje (cuando éste seduce) y la inteligencia.

Primogénita, empezó a hacer dibujos a los cuatro años, como todos los niños y niñas del mundo. Recibió el aliento paterno, pero cuando la adolescente se instaló en ese gusto y lo convirtió en un sendero profesional, la frustración tomó la delantera y los apoyos culminaron. “Venir al mundo y ser mujer significó un conflicto. Tenía todos los permisos, pero a medias, y cuando me hice independiente me negaron ese chance, así que en mi trabajo nunca evadí el drama de ser mujer heterosexual, donde para poder desarrollar tu inteligencia tienes que defenderte y resolver cosas que las estructuras (papás, sociedad, escuela) no te ayudan a resolver. Siempre digo que para ser medianamente reconocida, una mujer debe trabajar siete veces más que su equivalente en hombre... no es difícil.”

Así, con facilidad para conducir el pincel y el lápiz, hizo todos los cuadros convencionales que puedan imaginarse en sus clases de pintura. Bodegones, paisajes y desnudos ocuparon sus horas. A los quince años puso un anuncio en el periódico para dar clases particulares y después ingresó a la Escuela de Pintura y Grabado La Esmeralda. 

Desde siempre, alentó la actividad manual con el sesgo teórico mediante conferencias y escritos, así que, al incursionar en los años setenta en el movimiento de “los grupos” en México, estaba más que entrenada en la doble acción de hacer y reflexionar.

Eran años en que la crisis económica y el falso sueño mexicano de riqueza por el petróleo provocaron que los artistas se organizaran en colectivos para compartir gastos. Además de recursos financieros, había compatibilidad de intereses teóricos. No estaban apegados a la Escuela Mexicana de Pintura como para ser epígonos de ella o ser sus contrincantes. José Luis Cuevas ya había estado en desacuerdo con el movimiento como parte de eso que fue llamado “Ruptura”, así que los artistas reunidos en grupos advirtieron que debían caminar más, acabar con los colgajos de las cortinas, explorar y proponer obras y acciones alógicas, es decir, formas alternas al pensamiento tradicional.

Entre 1979 y 1983, seis eventos plásticos y visuales, muchos libros de artista y exposiciones gráficas signaron al No Grupo, integrado por Maris, Alfredo Núñez, Melquíades Herrera y el fallecido Rubén Valencia (su esposo durante doce años y padre de sus dos hijas). “La patente del taco” fue uno de los performances difundidos por televisión en un programa matutino de Guillermo Ochoa.

Tras esos seis años, de 1983 a 1992 conformó con Mónica Mayer el grupo de arte feminista “Polvo de Gallina Ciega” con el que realizaron “acciones radicales” como embarazar a un hombre ante millones de televidentes y hacerlo experimentar la condición de ser mujer durante un día. Otra vez, el periodista Guillermo Ochoa fue el que aceptó la invitación, transmitida por el canal 2 de Televisa, en 1987, y convertida en el video Madre por un día que se ha difundido en museos extranjeros, como el Centro Reina Sofía, en Madrid.

Maestra en la División de Ciencias y Artes para el Diseño de la uam Azcapotzalco desde hace veintiún años, busca hermanar a los diseñadores con los artistas, pues insiste en la urgencia de crear seres integrales y no fragmentados. “Una tarea del artista es no estar convencido de lo que nos han tratado de convencer. También es unir lo que siempre ha estado separado. En general la sociedad no genera individuos armónicos sino fragmentados. Y el arte tiene esa capacidad de unión de lo disgregado. Además, está en su naturaleza trabajar con aquello que aparentemente no se ve, y por ello descubre cosas”, insiste la hacedora de utilerías plásticas, ambientaciones escenográficas y espectáculos artísticos en su taller “La Araña de Peluches”.

En el campo teórico, desde hace una década coordina y dirige la investigación Primer Inventario de las Formas Pías en México de 1922 a 1992. Performance-Instalación-Ambientación (setenta años de efímeros en México). Con este producto piensa concluir un ciclo en el que ha estudiado los caminos no tradicionales de hacer arte en nuestro país, un universo poco revisado por los especialistas mexicanos, más interesados en las aportaciones de los años setenta en Estados Unidos o Alemania, que en el país propio. Las formas pías, es decir, aquellas marcadas por lo gestual, lo alógico, lo que no se estaciona en la locura elemental sino que busca conmover, divertir, cuestionar y seducir mediante acciones plásticas. Están allí los (anti) homenajes a Picasso, Sor Juana, Freud y Duchamp; un Pornochou o performances Obsenikus; está allí un nopal de veinticinco metros de altura afuera de un museo o Maris con una nariz-falo en crítica juguetona a la envidia femenina del pene, según el señor Freud; también confeccionando vacas cuerdas para llevarlas a la embajada de Canadá; diseñando utilería para la película La máscara del Zorro, con el dúo Banderas-Hopkins como gancho de cartelera, y construyendo inventos y muñecos para la primera época del Güiri-Güiri...

Cuando se le pregunta: “¿Qué significa ser feminista hoy?”, Maris responde: “Ser valiente, otra vez. El feminismo no pasará de moda mientras las estructuras permiten la existencia de un Ministro del Trabajo como el señor Abascal. Por eso, en lugar de machismo, propongo otro término: los abascales, humanoides que reciben herencias muy atrasadas y míticas sobre la mujer, pero que se siguen reproduciendo. Si ese señor viene y dice lo que dice, y no se le pide su renuncia, no tenemos mucha esperanza real sobre el futuro, ni mujeres... ni hombres.” Así cierra esta mujer, de quien Juan José Gurrola destaca su persistencia por veinte años en su tarea de performancera, contestataria, efímera, anti-abascalista e impía.