Jornada Semanal,  6 de mayo del 2001  
 
 
 
Guillermo Vega Zaragoza 
el cuento del domingo 
De fornicare angelorum 
 
 
 
En este lúdico texto, que no es exactamente un cuento pero cuya tesitura ronda el tono, el ritmo y la feliz gratuidad de piezas como la cortazariana "Instrucciones para subir una escalera", Guillermo Vega nos informa que "en el inicio del universo las huestes celestiales sumaban 301 millones 665 mil 722 integrantes"; que de ellas, casi la mitad son ángeles caídos; que para atrapar a un ángel puede servirnos la Pequeña serenata nocturna de Mozart; que esos seres con alas "son medio despistados" y que, en fin, con cuidado y paciencia puede lograrse con ellos una cópula literalmente celestial. Empero, el autor nos advierte que también es dable alcanzar eso mismo con angelesas terrenales, a las que sólo les faltan los inefables apéndices con plumas, y que es ahí donde debemos cuidarnos de dar -y de que nos den- gato por liebre. 

Dicen los chinos, que son hombres sabios: "Para hacer sopa de liebre, primero necesitas tener la liebre", porque saben que a veces es muy difícil atrapar una liebre; por eso, cuando no se puede conseguir una, algunos vivales la sustituyen por un gato, que sabe igual aunque su carne es más dura. Esto viene al caso, a pesar de que no lo parezca, porque si quieres fornicar con un ángel, lo primero que tienes que hacer es conseguir uno y eso no es asunto menor, ya que una liebre la puedes cazar tú mismo con una escopeta o comprarla en el mercado de Sonora, pero un ángel no se encuentra en cualquier esquina (Aunque algunas mujeres que esperan en las esquinas parecen ángeles caídos del cielo, pero no hay que dejarse engañar: son falsos ángeles, hacen sufrir y además cobran sus favores). Atrapar a un ángel no es tan fácil como atrapar una liebre, porque antes de atraparlo, tienes que verlo y luego hacer que se materialice, porque, como todos sabemos, los ángeles son seres de espíritu (no tienen cuerpo, pues), pero pueden tenerlo si quieren, y convivir (y hasta cohabitar) con los mortales. 

Hay dos formas para hacer que se aparezca un ángel. Una, tarareando entonadamente las primeras notas de la Pequeña serenata nocturna de Mozart (sí, las de tan, tan-tán, tan-tan, tan-tan-tan-tán) en una medianoche de luna nueva. Esto lo sé porque, platicando después de hacer el amor con una violinista de diecinueve años, que podría ella misma hacerse pasar por un ángel, llegamos a la conclusión de que si los mortales pudiéramos escuchar una conversación entre ángeles, nos parecería como si fuera música compuesta por Mozart. De hecho, se dice que Mozart fue un ángel que cayó del cielo y que allá arriba se tardaron mucho tiempo en echarlo en falta, pero en cuanto se dieron cuenta se lo llevaron de inmediato. Lo extraño aquí es por qué al buen Amadeus no le crecieron alas como a todos los ángeles. Existe la hipótesis de que la atmósfera terrestre no es propicia para que se desarrollen estos apéndices aéreos, aunque a algunas mujeres nada más les das tantitas alas y ya quieren su casa aparte. 

Pero estábamos en la música de Mozart. En efecto, en realidad no se sabe qué es lo que uno comunica al tararear las susodichas notas, pero debe ser algún tipo de contraseña, porque apenas llevas unos cuantos segundos con la tonada y puedes escuchar el aleteo del ángel aterrizando. Aquí cabe hacer una aclaración: muchos creen todavía que para hacer que los ángeles se aparezcan hay que rezar eso de "Ángel de la guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día", pero eso nada más sirve para avisarle al ángel de la guarda que ya nos vamos a acostar, algo totalmente innecesario, como si los ángeles no supieran cuáles son sus deberes. Por otra parte, resultaría de muy mal gusto andarse cogiendo al propio ángel de la guarda (sería una combinación muy perversa de narcisismo y onanismo), ya que, además de que se parece mucho a uno mismo a fuerza de estar junto a nosotros desde que nacemos, nos conoce mucho mejor de lo que nosotros mismos nos llegaremos a conocer, de tal modo que las posibilidades de esconder nuestras verdaderas intenciones al convocarlo son muy remotas. Y pensándolo bien, a final de cuentas: ¿qué puede tener de excitante coger con el mismo ente con el que dormimos todas las noches? 

La otra técnica para ver a un ángel es tomándolo por sorpresa. Con frecuencia los ángeles andan revoloteando alrededor de los mortales. Algunos los confunden con mosquitos; los más sensibles pueden percibir la presencia angélica de inmediato, lo cual los hace voltear a un lado como si alguien los estuviera mirando por encima del hombro. El chiste es que, cuando sientas esa presencia, voltees de inmediato hacia la izquierda y con suerte podrás ver a un ángel. Aquí hay que tener cuidado porque si giras la cabeza muy violentamente te puede dar un torzón en el cuello y esa no es la intención. Desde luego, al principio parece que no hay nadie y empiezas a dudar de tu cordura, pero eso se debe a que cuando los ángeles se ven descubiertos por un mortal se quedan muy quietecitos, agazapados, sin mover ni una pluma de sus alas. Si entrecierras los ojos y los vas abriendo lentamente, podrás verlo, aclarándose poco a poco, como si fueras sintonizando un canal de televisión con mala recepción. En cuanto los miras a los ojos saben que están perdidos, que ya son visibles y entonces se hacen los simpáticos. El problema es que los mortales no podemos entenderles gran cosa porque, como ya dije, sus palabras nos parecen música de Mozart. 

El siguiente paso es hacer que el ángel se materialice para poder atraparlo y aquí sí sólo hay una forma. Como son medio despistados, no se dan cuenta en dónde andan regando sus plumas y se quedan como hipnotizados cuando ven caer una, creyendo que es suya. El truco es que dejes caer enfrente del ángel una pluma de ave (de gallina puede servir, aunque las mejores son las de cisne, que se parecen bastante a las de ellos). Él se quedará embelesado viendo cómo cae lentamente la pluma y tratará de atraparla exactamente antes de que toque el suelo. En ese momento, en ese exacto momento, no antes ni después, debes tomar al ángel de la muñeca y sujetarlo con firmeza. Entonces ya lo tienes atrapado. Para tener éxito en esta faena hay que entrenar bastante, ya que un movimiento en falso puede tener graves consecuencias. Dicen que Lutero entrenaba para esto tratando de atrapar moscas y que en una de ésas se le cayó la vela sobre la bula papal, reduciéndola a cenizas, y que por eso no tuvo más remedio que iniciar la Reforma protestante. 

Pero estábamos en que ya tienes atrapado al ángel, bien sujeto de una muñeca. Es posible que ofrezca algún tipo de resistencia, aleteando frenéticamente tratando de zafarse sin éxito, pero es necesario recordar que los mortales somos más fuertes que ellos puesto que hemos cultivado mejor nuestros músculos en este mundo y los ángeles no saben de gimnasios ni pesas ni aerobics, así que no tienen escapatoria. Una vez que se ha tranquilizado y resignado a su nueva condición de presa, lo siguiente es detectar de qué tipo de ángel se trata. Como es de todos conocido, en la actualidad los ángeles no tienen sexo. Hubo un tiempo, muy al principio del mundo, en que sí lo tuvieron. Incluso podían materializarse a voluntad y convivir con los humanos como si maldita la cosa. Pero se dio el caso de que algunos ángeles varones sucumbieron ante los encantos de las mujeres mortales y tuvieron un intenso intercambio carnal. El producto de esta aberración celestial fueron los gigantes, que poblaron y dominaron la tierra durante siglos, hasta que el líder revolucionario de los mortales conocido como David descalabró de un hondazo al presidente de los gigantes que se llamaba Goliath. Entonces, Dios decidió hacer una reforma radical entre las huestes angélicas. Les quitó el sexo, les prohibió que se materializaran sin motivo ante los mortales y les impuso un reglamento interno más severo que el de la academia militar. Desde luego, aunque Dios es perfecto, a veces se le pasa algún detalle, por lo que todavía andan por ahí ángeles con sexo que siguen cohabitando con los mortales. Los productos recientes de esas uniones humano-celestiales, ya no son gigantes, sino que les da por ser poetas malditos y hacer cosas extravagantes como casarse con una puta negra y contagiarse de sífilis, o escribir poemas portentosos a los diecinueve años y luego irse a comerciar esclavos a Abisinia. Sin embargo, si tienes la suerte de atrapar a uno de estos ángeles con sexo, lamento informarte que es él quien te va a coger, ya que todos estos ángeles con sexo son masculinos, aunque no se descarta la posibilidad de que de tanto convivir con los mortales se les hayan pegado algunas malas mañas y resulte que son de ida y vuelta. No obstante, lo más probable es que te topes con un ángel sin sexo, por la sencilla razón de que son más. De acuerdo con el último censo angélico, que se realizó entre los siglos xii y xiii de nuestra era, y cuyos resultados se publicaron hasta el xiv, en el inicio del universo las huestes celestiales sumaban 301 millones 665 mil 722 integrantes, de los cuales 133 millones 306 mil 668 son ahora ángeles caídos; es decir, trabajan en el bando luciferino. 

Pero dejemos la estadística y continuemos con lo nuestro. Como decíamos, a pesar de su perfección, hasta al cazador supremo se le va la liebre y, aunque les quitó el sexo, mantuvo inalterados los rasgos sexuales secundarios; es decir, nos podemos encontrar con ángeles que alguna vez fueron femeninos o angelesas, razón por la cual conservan sus senos celestiales (esto debe entenderse literalmente, aunque es posible encontrar mujeres mortales cuyos senos nos pueden parecer celestiales pero en sentido figurado). Esta es la explicación de las desarrolladas glándulas mamarias del Ángel de la Columna de la Independencia del Paseo de la Reforma. Lo ideal sería atrapar, entonces, a un ángel de los que alguna vez fueron femeninos, pues besar los senos y succionar los pezones de un ángel no es una experiencia que deba despreciarse si se tiene la oportunidad, pero si te toca uno masculino, tampoco tendrías por qué hacerle el feo. Se trata de efebos bellísimos (los creó el mismísimo Dios antes que a los hombres) y son muy entretenidos. Aquí cabe aclarar también que los ángeles siempre andan desnudos, pues no tienen nada de qué avergonzarse, ya que no han cometido ningún pecado ni sienten frío ni calor; por lo tanto, todas esas representaciones de ángeles con túnicas blancas o armaduras son meros delirios de los pintores medievales y renacentistas. 

Pero supongamos que atrapas a una angelesa. En primer lugar, te parecerá algo muy próximo a una muñeca Barbie con alas por la sencilla razón de que, digámoslo científicamente, tiene clausurado el coño. Como resulta evidente, ante esta pequeña eventualidad, para cogérselo sólo queda un camino. En este punto cabría preguntarse acerca de la función fisiológica del culo de los ángeles, pero al parecer la única explicación es que así lo quiso Dios y a estas alturas no estamos para andar cuestionando las razones divinas. Sin embargo, es conveniente hacer hincapié en su naturaleza. A pesar de que pudiera haber sido penetrado muchas veces antes, el culo de un ángel siempre nos parecerá inmaculado. Los que han sido obsequiados con la bendición de atestiguar semejante espectáculo cuentan que no se compara a ningún tipo de esfínter humano imaginable. Sin embargo, son muchos los que desean y muy pocos los que alcanzan. 

El problema ahora es cómo hacer que se empine, pero esto queda al propio ingenio personal, pues los ángeles, a pesar de ser entidades celestiales, son bastante ingenuos y fáciles de convencer. Por eso no extraña que muchos de ellos se hayan dejado embaucar por Luzbel, que era un ángel un poquito más listo y ambicioso, para que lo siguieran en su loca aventura de tratar de derrocar al Big Boss. 

Lo que sí no podemos dejar sin explicación es el asunto de las alas, pues es necesario aprender a lidiar con ellas para que no estorben durante el proceso sodomicatorio. Las extremidades aéreas son las partes más sensibles de un ángel. Cualquier leve roce les hace sentir dolores indecibles y pegar unos berridos estremecedores, como si los estuvieran desollando. Por ello hay que tener mucho cuidado y no sucumbir ante la tentación de utilizar las alas del ángel como agarraderas a la hora del fornicio. Reconozco que esto de no tocar las alas resultará muy difícil, sobre todo porque una vez que ha sido penetrado, el ángel entra en una especie de rapto frenético y empieza a aletear, como queriendo emprender el vuelo. Algunos lo logran, pero brevemente, por lo que conviene no asustarse ante la posible eventualidad de que tus huevos pudieran irse al cielo con todo y ángel, pues se trata de una sensación momentánea. Por otra parte, existen evidencias de que cuando se les está cabalgando, algunos ángeles se ponen parlanchines y empiezan a contar historias ininteligibles para nosotros los mortales, por lo que nos parece que están entonando una ópera en polaco. 

Una vez que hemos saciado nuestros instintos mortales en el receptáculo celestial del ángel, se recomienda entonar juntos y completo el Concierto para clarinete de Mozart, que es lo que prefieren hacer los ángeles después de fornicar, en lugar de fumarse un cigarro y platicar sobre su vida y sus anteriores parejas. En caso de que uno se quede dormido, arrullado por la voz del ángel, es recomendable dejar la ventana abierta para que pueda irse silenciosamente. 

Para concluir, es necesario hacer una advertencia. Los ángeles se ponen furiosos si no se sienten satisfechos después del intercambio de fluidos con un mortal. Ante la cada vez más disminuida capacidad amatoria del hombre moderno (ya saben: es culpa del estrés, la contaminación, los alimentos transgénicos, etcétera), el índice de insatisfacción angélica ha aumentado considerablemente en los últimos años. Por lo que si este es el caso, la venganza celestial es implacable. Para empezar, te hacen dormir profundamente; cuando despiertas, tienes un indecible dolor en las gónadas y crees que todo fue un sueño y que sólo podrás coger así en el cielo, cuando hayas muerto. Entonces puedes pasarte la vida buscando una mujer que se parezca al ángel, porque crees que la visión del sueño fue un mensaje divino. Puede que nunca encuentres a esa mujer con cara de ángel, o puede ser que sí la encuentres y no dudes en casarte con ella. Allí comenzará el infierno y se habrá cumplido la venganza del ángel. Por todo ello se recomienda tener mucho cuidado y no andar dando gato por liebre en tratándose de coger con un ángel.