Jornada Semanal, 8o. de abril del 2001 

Magali Tercero
el estado de las cosas

La nueva diplomacia cultural

Para definir lo que debiera ser la labor de un funcionario cultural en el extranjero, Magali Tercero preparó este pequeño sondeo que resulta interesante luego de la segunda tanda de nombramientos por parte de la cancillería. Aportan su visión, en orden alfabético, Guillermo Fadanelli, Hugo Gutiérrez Vega, Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Víctor Sandoval. La autora, cronista y editora, ha sido, entre otras cosas, responsable de la sección de reportaje dominical del diario español El País en su edición mexicana, de 1994 a 1997, y jefa de redacción en la revista Artes de México de 1989 a 1998.

En lo que se refiere a la nueva política cultural exterior, de existir como un programa bien delineado, hasta ahora sólo está claro que los escritores retomarán la añeja tradición mexicana de la diplomacia literaria en lo que el canciller Jorge Castañeda ha considerado como una especie de aventura. Los dos volúmenes de Escritores en la diplomacia mexicana, publicados por la Secretaría de Relaciones Exteriores entre 1998 y el año 2000, incluyen semblanzas de ilustres como Gorostiza, Reyes y Paz, entre otros, y presentan en el prólogo esta premisa: “La vocación natural de la Cancillería [...] tiene que ver con el pensamiento humanístico. [...] De ahí que no resulte extraña la constante presencia de escritores e intelectuales de gran renombre.” Allá por los años treinta, Salvador Novo hablaba del “deseo de evasión que caracteriza a cuantos aspiran a la vida diplomática”, pero, más allá de eso, consideraba que los diplomáticos-escritores, debían mostrar “la voluntad de representar a un México del que supieran mucho, al que amaran de verdad y que les mantuviera siempre bien al corriente de lo que se está haciendo”.

En estos días, varios escritores entrevistados por La Jornada Semanal para este reportaje sobre “lo que hay que tener”, parafraseando un título del estadunidense Tom Wolfe, reflexionan sobre la necesidad de desempeñar bien un cargo cultural de representatividad internacional. Carlos Monsiváis, por ejemplo, afirma que la decisión de nombrar como agregados culturales a numerosos escritores, es “lo único bueno de este nuevo gobierno”, al grado, dice, que “ojalá se nombrara gente de esa valía en el gabinete presidencial”.

¿Es la promoción cultural de México un apostolado, como considera la periodista Carmen Ros, fundadora con Rosa María Treviño de la Casa de México en Miami durante el sexenio pasado? El lector que desee reflexionar más ampliamente en torno a este tema puede consultar, vía internet incluso, el suplemento de La Jornada Semanal correspondiente al 26 de diciembre de 1999, con textos de Alejandro Pescador, para quien “un diplomático-escritor posee un valor agregado útil de mil maneras”; Alejandro I. Estivill, con un texto sobre Salvador Novo, y Andrés Ordóñez, autor de un libro sobre el asunto y en cuya opinión “el registro culturalista que obra en la biografía de la diplomacia mexicana será un valioso activo para la formulación de la política internacional del nuevo milenio”.

La obscena eficiencia
del culturócrata

Guillermo Fadanelli (1962). Narrador y editor. Columnista de Sábado y alma, con el escritor Rogelio Villarreal, de la revista Moho. Es una de las mejores plumas de su generación.

En cuestiones de cultura la idea de la funcionalidad es problemática. Hay quien piensa que organizar exposiciones, cenas con funcionarios, promover actividades u obras culturales o crear convenios de intercambio entre artistas son tareas de un agregado cultural. En ese caso que se elija a un promotor, a un “culturócrata”, o a cualquiera que tenga el humor o la capacidad de realizar estas funciones. Pero a mí me parece que elegir a un artista que no será tan obscenamente eficiente como podría serlo un profesional, es también adecuado. Nos evitamos así a los representantes de la cultura y llevamos a las embajadas la cultura misma. Es incluso un acto de generosidad: enterramos al burócrata de sonrisa luminosa y buenas maneras para darle su lugar a un escritor cuya sensibilidad no ha sido todavía programada. Si bien la figura del escritor ha perdido prestigio y carece del aura que tuvo en el pasado, aún mantiene cierto remanente de dignidad. Si han leído el Ulises no creo que no comprendan un miserable curso de instrucción diplomática. Yo me inclinaría por escritores o artistas de muy vasta cultura.

Vale una chingada
la demagogia oficialista

Hugo Gutiérrez Vega (1934), poeta con más de una veintena de libros en su haber, actor, ex Rector de la Universidad de Querétaro, ex director de la Casa del Lago, de la Revista de la Universidad y ex Ministro de Asuntos Culturales en España, ha sido cónsul general en San Juan de Puerto Rico y embajador en Grecia, entre otros cargos como diplomático de carrera. En 1976 recibió el Premio Nacional de Poesía, en 1992 el Premio Jalisco de Letras y en 1999 el Premio Nacional de Periodismo otorgado a La Jornada Semanal, que dirige actualmente.

Conviene que los escritores representen a México en el extranjero, aunque también podrían ser los científicos sociales o los académicos. Se corre el riesgo de que se malinterprete el puesto como una beca o como una oportunidad de vivir en otro país. Hay que cumplir con las obligaciones del cargo y continuar realizando la propia obra. Don Pepe Gorostiza no pudo escribir y me lo dijo: “¿Cómo cree usted que puede escribir poesía una persona que repite setenta veces al día: ‘Reitero a usted las seguridades de mi más alta y distinguida consideración?’” Pero él ya había escrito Muerte sin fin, clásico para la poesía universal. Cuando fui consejero en Londres a diario recibíamos alrededor de cuatrocientas cartas de todas las escuelas de Inglaterra y todas las respondimos. Además de entrar en contacto con todas las instituciones culturales del país, es obligatorio colaborar en la prensa con artículos sobre temas mexicanos. Cuando hay un compromiso real, este es un trabajo intenso pero sumamente interesante. En España yo hablaba con las instituciones equivalentes a las casas de cultura mexicanas y escogía, por ejemplo, quince ciudades de la provincia de Huesca. La promoción cultural ante un público de ciento cuarenta campesinos extremeños es tan importante como la conferencia magistral del Señor Funcionario. Suelen recibirse preguntas terribles: sobre los indios de México o los treinta y dos millones de mexicanos que sobreviven con un dólar al día. Es fundamental la franqueza, porque si se responde con demagogia oficialista vale una chingada. Un diplomático cultural no tiene que hacer propaganda al partido que lo nombró, y esa fue la confusión que tuvieron Salinas y Zedillo. A veces sí hay que ir al aeropuerto por la sobrina del gobernador de Durango o programar a una mujer que pega alaridos operísticos, pero llevar a las esposas de los escritores a hacer compras es algo que en treinta y un años de servicio exterior nunca hice. Como en todos los trabajos, en este también hay que tragar sapos. Cuando se vino lo de Chiapas y dije lo mío adelanté corriendo mi jubilación. Uno le debe lealtad al Estado y al país, no a los partidos. Debe conservar su capacidad crítica y no ser un simple propagandista.

Lo único bueno de este gobierno:
no se representa al PAN

Carlos Monsiváis (1938). Escritor, cronista, ensayista. Autor de Días de guardar, Amor perdido y Nuevo catecismo para indios remisos, entre otros libros. Recibió recientemente el Premio Anagrama, otorgado en España por su último libro de ensayos.

Es excelente la nueva política cultural exterior. Se rompe así la vieja idea de enviar urnas cinerarias en forma de políticos jubilados y se le da oportunidad a una generación de representar una cultura. Los grandes momentos del servicio exterior mexicano tuvieron que ver con Reyes, Paz, Castellanos, Owen y Gorostiza, entre otros. Me gusta mucho que los escritores no van a representar al pan ni al neoliberalismo, sino a un proceso muy vivo. Estos nuevos agregados no sólo entienden de una cultura sino saben que deben promoverla y representarla, de forma que autores como el excelente Daniel Sada lo van a hacer muy bien. Como la economía no está al servicio de las órdenes mágicas del presidente Fox, se van a generar muy escasos recursos en esta administración. Así, habría que concentrarse en la promoción del canon literario, menos costosa que las artes plásticas. Es increíble que no haya buenas traducciones de Gorostiza, Villaurrutia, Pellicer o Novo. Hay que recordar la resonancia que tuvo la nueva traducción de Rulfo en Estados Unidos. También es asombroso que aún no haya una buena colección de películas clásicas mexicanas con subtítulos. Pero estoy muy optimista. Ojalá pudieran mandar gente de esta valía al gabinete presidencial.

Los escritores, seres de tercer
grado con Salinas y Zedillo

Sergio Pitol (1933), novelista, ensayista, consejero cultural de las embajadas mexicanas en Francia, Polonia y la ex Unión Soviética, así como embajador en la antigua Checoslovaquia, entre otros cargos como diplomático de carrera. Es autor de Domar a la divina garza, La vida conyugal (que fue llevada al cine), Tiempo cercano, El desfile del amor y otras novelas. En 1999 recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.

Fui agregado cultural en Polonia en 1972. Me entusiasmó porque ya había estado allí, conocía la cultura y me gustaba. Teníamos en aquella época una relación cultural soberbia y Polonia significaba uno de los intercambios culturales más importantes. La de Jalapa fue en realidad una orquesta polaca y siguieron y siguen viniendo muchos músicos de allá, lo que ha sido una gran inyección a la música de México. Me da un gusto enorme esta política cultural porque se había enfriado la promoción de México en el extranjero. El canciller Jorge Castañeda ha pescado escritores calificados, algo que se eliminó durante Salinas y Zedillo, pues querían tener la concepción económica del primer mundo. Un escritor puede incorporarse mas fácilmente al medio cultural que otro profesionista, como lo demostró en Berlín el entonces joven Juan Villoro hace veinte años y como lo hará ahora un narrador de primer nivel como Daniel Sada. Cuando estuve en Polonia se tradujeron muchas cosas importantes, como el Pedro Páramo de Juan Rulfo, que yo prologué, o los libros de Paz, Fuentes, Galindo y otros. Generalmente un funcionario tiene que ocuparse de todas las cuestiones políticas y económicas sin tener la formación específica. El que sea culto llena un gran hueco, porque en cualquier país hay siempre interés por la arqueología y la antropología mexicanas, por la obra de Sor Juana o por el arte contemporáneo. Yo soy diplomático de carrera, hice los exámenes y sería deseable que los nuevos agregados los hicieran también.

Embajadores alérgicos
a la cultura

Víctor Sandoval (1929). Poeta y ex ministro de Cultura en Madrid. Director fundador en 1992 del Instituto Mexicano de España. A él se debe la amplia infraestructura cultural de Aguascalientes, donde fundó los premios Poesía de Aguascalientes y Encuentro de Arte Joven, así como la revista Tierra Adentro. Creó más de cincuenta casas de cultura y fue director del inba. Es autor de Fraguas, Para empezar el día, Agua de temporal, Trovar de amor y desdenes y Coplas que mis oídos oyeron, entre otros poemarios. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.

La política cultural exterior actual no tiene cambios sustanciales, aunque el hecho de que se haya designado gente del mundo de la literatura podrá robustecer el quehacer cultural de México. Es bueno que los escritores retomen su lugar en la diplomacia siempre y cuando esto no sea un impedimento para su obra creativa. Convendrá que la cancillería dé los apoyos necesarios y desburocratice la escala de los puestos diplomáticos: con ello habrá una mayor actividad y proyección de la cultura mexicana. En el régimen pasado el agregado cultural era bastante menor en la jerarquía del servicio exterior y casi siempre había obtenido su puesto como una chamba de consolación o en el plan del “peor es nada”. Desde luego, esto tiene mucho que ver con el embajador, porque los hay alérgicos a la cultura artística y son la causa de que a los agregados culturales los traigan como cuidadores de sus hijos o como choferes, y que no les den la relevancia que debieran. Cuando mandan a un político de tres al cuarto casi como en un destierro porque en ese momento estorba, pues ese embajador no se va a preocupar ni por la cultura ni por el arte de México. En cambio hay otros diplomáticos que tienen la vocación de promover la cultura de México y que lo han hecho espléndidamente. En relación a la promoción cultural, la palabra apostolado me suena a doctrina católica y yo no creo en Dios. De ninguna manera tiene este señor vínculos con una profesión que hay que ejercer con conocimiento, entrega, vocación y dignidad... En el proceso de creación del Instituto de México en España que se me encomendó conté con el apoyo hacia la cultura de la cancillería en México. El trabajo no me era ajeno y pude convencer a las autoridades españolas para que apoyaran el proyecto del Instituto. Por cierto, estaba en las cláusulas del convenio, cuando se inauguraron las relaciones entre México y España, que México lo fundaría y que, en reciprocidad, España fundaría el Instituto de España en México. Hasta la fecha no se ha cumplido con ello, mientras que el Instituto ha dado un excelente servicio desde que el entonces presidente lo inauguró en ocasión del V Centenario. El uso personal indebido de un cargo es una cuestión de ética, de sentido del deber, de saber que uno se debe a su trabajo y que la vocación de artista no debe perderla nunca. Estos puestos a los que se van a enfrentar los nuevos funcionarios culturales no son becas, que quede muy claro. Se debe saber que va uno a realizar un trabajo muy hermoso, lleno de grandes satisfacciones pero muy demandante. Para eso les paga el gobierno mexicano y para eso les pagamos nosotros todos con nuestros impuestos. Debe aunarse la vocación de servicio al amor por la cultura elitista, misma que es como las proteínas porque nunca alcanzan para todos. Hay que escuchar a todos. La falta de presupuesto es una realidad y la cultura siempre va a la cola de todo lo que se debe hacer por este país, pero siempre existen promotores culturales con una gran imaginación útil para sustituir la falta de dinero. No hay que caer en la falacia de decir: “Bueno, entonces ahí te dejo y tú con tu imaginación haz todo.” De ninguna manera. Yo le dije a algún gobernador que no quería dar dinero para la cultura: “Estoy acostumbrado a trabajar en la pobreza. Este trabajo de la promoción es digno en imaginación pero pobre en recursos... A lo que no estoy acostumbrado es a trabajar en la miseria. Con la miseria no se puede hacer nada.”


150 años de escritores  en la Diplomacia

Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, Artemio del Valle Arizpe, Federico Gamboa, Amado Nervo, José Juan Tablada, Enrique González Martínez, Efrén Rebolledo, Ermilo Abreu Gómez, Rafael Cabrera, Genaro Estrada, Octavio G. Barreda, Alfonso Reyes, Manuel Maples Arce, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, Francisco A. de Icaza, José Rubén Romero, Antonio Castro Leal, Carlos Pellicer, Manuel Maples Arce, Gilberto Owen, Rodolfo Usigli, Antonio Gómez Robledo, Fernando Benítez, José Luis Martínez, Jaime García Terrés, Carlos Fuentes, Rosario Castellanos, Marco Antonio Montes de Oca, Jorge Hernández Campos, Sergio Pitol, Hugo Gutiérrez Vega, Fernando del Paso y Juan Villoro, entre otros.


Doce preguntas para el sexenio cultural panista

Magali Tercero

1)¿Se ha definido ya una política cultural exterior mexicana? 2) ¿Es buena señal que los escritores retomen su lugar en la diplomacia? 3) ¿Cómo tiene que articularse dicha política con las áreas económica, turística, etcétera, desde la perspectiva de la globalización? 4) ¿Puede mejorarse sustancialmente el ejercicio público del funcionario cultural? 5) ¿Habría que modificar el organigrama de las representaciones mexicanas en el extranjero para que el agregado cultural se concentre en su tarea central? 6) ¿Cómo garantizar que el orden, la calidad y el respeto imperen en el desempeño de la diplomacia cultural? 7) ¿Es importante que el agregado sin experiencia tome cursos preparatorios? 8) ¿Cómo evitar por parte del agregado cultural, especialmente en un Estados Unidos lleno de inmigrantes, el ejercicio del racismo contra los propios compatriotas? 9) ¿Cómo impedir que el agregado-escritor utilice el puesto en su exclusivo provecho? 10) ¿Puede compaginarse con la vocación de servicio el amor, a veces excluyente, por la llamada alta cultura? 11) ¿Tiene la diplomacia las herramientas que requiere la promoción cultural? 12) ¿Seguirá siendo el agregado cultural un desterrado de lujo, el último en el escalafón diplomático, o un becario privilegiado?


La contribución de las Letras a la Diplomacia Mexicana
(Fragmento)

Alejandro Pescador

En un recuento elemental sobre diplomacia y literatura en México, cabría marcar algunas etapas históricas [...]: de la Independencia a la Reforma, de la República Restaurada al Porfiriato, de la Revolución a 1968, año que anuncia el ocaso del proyecto de partido único. En las décadas turbulentas del siglo xix, desde la Independencia hasta la República Restaurada, la diplomacia mexicana se basó más en el talento individual que en la preparación de cuadros. [...] En no pocas ocasiones, los abogados, y a un mismo tiempo hombres de letras, disponían de buen número de atributos que luego se exigirían a los diplomáticos de carrera. Aquellos abogados poseían una formación humanista nutrida en la tradición literaria clásica. [...] En la medida en que se estabiliza la República Restaurada y se entra al largo mandato de Porfirio Díaz, el servicio diplomático mexicano particulariza sus métodos de reclutamiento. Además de la filiación política afín al régimen, se busca a figuras que den cierto brillo a las representaciones de México en el extranjero. Nadie mejor que los escritores para ofrecer la imagen de un México moderno, occidental, seguro de sí mismo como proyecto de nación. [...] Al triunfo de la Revolución [...] se asiste al nacimiento del nuevo servicio exterior de carrera que daría continuidad y consistencia a nuestra política exterior. [...] En todos los casos, el ejercicio de las letras parece haber contribuido de manera decisiva a la existencia de una diplomacia mexicana inteligente, letrada, viva, ajena a la monotonía burocrática y al acartonamiento de los especialistas. Una diplomacia cuyos mejores elementos han estado imbuidos de un profundo compromiso con México y con sus mejores causas, como lo probó en 1968 la renuncia de Octavio Paz a su cargo de embajador en la India, o posteriormente la de Carlos Fuentes a la embajada de México en París.