JUEVES Ť 29 Ť MARZO Ť 2001

Margo Glantz

Sor Juana y Abascal

Hace ya varios siglos, en 1690, el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz imprimió un texto de Sor Juana intitulado por ella Crisis de un Sermón, al que él decidió (sólo porque era obispo y además varón) cambiarle el título, y le puso Carta Atenagórica, nombre con el que aún sigue publicándose. Lo sabemos, o por lo menos, yo creía que lo sabíamos, Ƒno circula nuestra ''monjita'' de mano en mano en los billetes de 200 pesos? En ese texto, Sor Juana se excusa de su ''desproporcionada soberbia'', pues desde la celda de su convento (sus cuatro paredes), se atreve a disentir de un grandísimo orador, magnífico teólogo, el padre Vieyra, ella que pertenece, humildemente, ''a ese sexo tan desacreditado en materia de letras con la común acepción de todo el mundo".

Y uno que pensaba que las batallas peleadas por Sor Juana hace más de 300 años eran batallas finiquitadas, cosas arcaicas, nunca más discutidas, triunfos que, sin embargo, nunca le permitieron a nuestra Fénix escapar de su celda, donde estaba encerrada, como ella misma dice, ''debajo de treinta llaves'', cultivando las dulces dotes de su feminidad, la cocina, las labores de manos, además de la poesía, las matemáticas, la música, la cocina, la astronomía, la teología. Sí, Sor Juana, la Minerva del Nuevo Mundo, la productora de textos que inundaron ''las dos Españas'', esa mujer más importante aún para los hombres de ultramar que el oro indispensable, el oro ''arrancado de nuestras venas'' y transportado por las carabelas hacia Europa, pues Ƒno dice así, alguno de sus panegiristas, pasmado de admiración?: ''ƑQué millones trae la flota?/ pregunta el vulgo, en llegando./ ƑQué obras de la madre Juana?,/ el discreto cortesano?''. Sor Juana que, como Débora o Judith, o como Onfalia derrotó desde su encierro a los gigantes. Ella, bien guardadita en su celda donde el padre Núñez de Miranda (antecesor de nuestros actuales y furiosos protectores de la dulzura femenina) quería que permaneciese ''muerta para el mundo''.

Un señor Alfonso Navarro escribe en El Universal un artículo con el conmovedor título de ''El corazón de la familia'', del cual cita Carlos Monsiváis un párrafo en su columna Por mi madre, bohemios del 26 de marzo; vuelvo a citarlo, me interesa subrayar algunos de sus sentidos y cordiales conceptos.

Navarro defiende a Abascal en su noble cruzada contra la ''masculinización'' de las mujeres (''sexo tan desacreditado en materia de letras''), y afirma con varonil denuedo: ''Se equivoca quien vea en el ahínco liberal-izquierdoso-feminista el anhelo de ver rodar la cabeza de Carlos Abascal, deseo ya ventilado en el Congreso (discurso en donde nuestro ministro del trabajo 'incita a las mujeres a que se dediquen a sus tareas hogareñas y a repudiar su masculinización')... La furia antiabascalista no busca morder un ser humano, sino una verdad, un concepto sublime, y una valoración ético social de la mujer, se opone radicalmente a la concepción utilitarista que le han impuesto, como grilletes, los detractores de Abascal''.

Curiosa terminología: Ƒcómo compaginar a un ministro que enarbola la bandera de una nueva cruzada para poner en su lugar a las mujeres y a quien esos anticuados y sin embargo beligerantes izquierdosos, coligados con las temibles feministas, pretenden detener, sí detener, impedirle al iluminado que libre su batalla, colocándole ''grilletes''? (Aunque debamos convenir en que se trata más bien de grilletes metafóricos), Ƒcómo compaginar su martirio con el de nuestra Décima Musa, quien se encargaba de poner en su lugar a los que la perseguían, insisto, bien asegurada, ''encerrada debajo de treinta llaves''?

Quizá tengan mayor autoridad que las mías, las palabras de Luis de Tineo, importante personaje español, autor de la aprobación -licencia para publicar- de la Inundación Castálida, primer tomo de las Obras de Sor Juana publicadas en España en 1689, quien dice, para defender a la monja de sus detractores: ''...lo que veo es que estas gracias Dios (la inteligencia y el genio de Sor Juana) no se las da a todos, y particularmente a los tontos.. yo confieso que de oficio he hecho este reparo... podrá ser que, entre tantos, no falte alguno de los que bautizan el idiotismo con nombre de santidad...''

Y que conste: se trata de un católico observante del siglo XVII. Con todo, hay que tener cuidado, la historia, pródiga, anuncia la reaparición, bajo diversos plumajes, de esta misma figura de santos especímenes.