Jornada Semanal, 25 de febrero del 2001 

Gao Xingjian
fragmento
 

El libro de un hombre solo
 
 

En estas líneas Gao Xingjian, el más reciente Premio Nobel de Literatura, redescubre el sentido más profundo de un pronombre para revelarnos su naturaleza encubridora de la personalidad del que habla. ¿Quién es “él” y cuántas, cuáles son sus máscaras? Difícil saberlo, cuando hasta las palabras están desprovistas del carácter de parapeto con el que muchas veces las usamos. Empero, Xingjian nos dice que en estos tiempos ese “él” –ustedes, nosotros– se halla tan desasido de las máscaras que “la única cosa con la que no ha roto relaciones es con la lengua”.




Con la dificultad más grande, él termina por arrancarse la máscara que lleva sobre el rostro, una suerte de falsa piel de plástico moldeado; es una máscara producida en serie de acuerdo a un modelo estándar, una piel elástica; se puede agrandar o encoger; una vez aplicada sobre el rostro, la máscara lo hace parecer permanentemente un auténtico y respetable personaje positivo, capaz de jugar un papel de hombre de la masa, obrero, campesino, comerciante, estudiante y empleado, o incluso un hombre cultivado, maestro, redactor, periodista, o médico con su estetoscopio; cambiando el estetoscopio por unos anteojos, se vuelve profesor o escritor, los anteojos, a decir verdad, son optativos, en tanto que la máscara es obligatoria; los que se la quitan son malos elementos, rateros, pícaros, o incluso enemigos del pueblo.

Es una máscara extremadamente común, de uso muy extendido entre la población. En cuanto a dirigentes y jefes del pueblo, así como héroes del pueblo, ellos portan una máscara incluso más exagerada y más rígida, tal vez fabricada con polietileno de alta densidad –aun con un martillo es imposible destruirla. Él se divierte con esta máscara, le aprieta en los ojos y en las cejas, quizás podría conferirle una expresión humana normal, pero no quiere llevar una nueva máscara, por ejemplo de disidente, de “culto”, de profeta o de nuevo rico. Una vez con su máscara arrancada, no podía dejar de estar un poco preocupado, no sabía muy bien cómo comportarse, pero de todas maneras ha abandonado la mentira, las inquietudes y una discreción inútil porque ya no tiene dirigente, no sufre más el control del Partido o de cualquier organización, él ya no tiene patria, nada más eso que se denomina el país natal, su padre y su madre están muertos, ya no hay más casa familiar, ni preocupaciones, está solo en el mundo, mucho más ligero, puede ir a donde le plazca, desplazarse a merced del viento, a condición de que nadie venga a importunarlo; en cuanto a sus tormentos, él los arregla por sí mismos, y si llega a liberarse totalmente, eso francamente le importa un carajo y no presta más atención al asunto.

Él no vuelve a cargar ningún fardo sobre los hombros, ha anulado sus deudas sentimentales, resuelto su pasado. Si ama, si toma de nuevo a una mujer en los brazos, ella tiene que amar eso, que ella lo acepte, si no, beberán un café o una cerveza en el bar, charlarán, flirtearán un poco y luego cada uno proseguirá su camino.

Si continúa escribiendo es porque aún siente la necesidad; la escritura para él debe ser un acto totalmente libre, no la considera como una actividad para ganarse la vida. Tampoco considera que su pluma sea un arma que le permita luchar contra esto o aquello, no posee ningún sentido de misión; si escribe todavía, es más bien porque la escritura es una suerte de delectación personal, un monólogo destinado a escucharse y examinarse a sí mismo, y a aprovechar el sabor de las sensaciones de lo poco de vida que aún le resta.

La única cosa con la que no ha roto relaciones es con la lengua; por supuesto es capaz de escribir en otro idioma, pero si no ha abandonado el suyo es únicamente porque resulta más fácil, porque no tiene que consultar el diccionario; pero ese idioma más práctico para él no es forzosamente el que más se le adapta, necesita encontrar su propia tonalidad, escuchar con atención lo que escribe como si escuchara una música, y como siempre encuentra que la lengua que utiliza es muy grosera, quizás un día deberá abandonarla, para recurrir a un material que pueda, incluso mejor, transmitir sus sensaciones.

Lo que envidia son esos actores que tienen un cuerpo tan ágil, sobre todo los bailarines, a él le gustaría más poder expresarse con toda libertad a través de su cuerpo, tropezar cuando haya que hacerlo, caer, arrastrarse y después levantarse y saltar de nuevo, pero la edad no perdona, al más pequeño traspié, es el calambre o la fractura y se acabó la danza; a él no le resta sino el lenguaje para seguir moviéndose, el lenguaje es tan ligero que le fascina, él es justamente un incurable practicante del lenguaje, no puede dejar de hablar, incluso si está solo, no cesa de hablarse a sí mismo, esa voz interior es el reconocimiento de su propia existencia, está habituado a transformar en lenguaje lo que experimenta, si no, no se siente totalmente satisfecho, la alegría que esto le aporta es como el gemido o incluso los gritos que lanza al hacer el amor.

Él está sentado frente a ti, ustedes se observan, y él ríe a carcajadas frente al espejo.


Traducción del chino de Noël y Liliane Dutrait. Traducción del francés de Humberto Rivas