Jornada Semanal, 4 de febrero del 2001 

Jorge Herralde

Otro homenaje a Tabucchi
 
 
 
 
 

El editor Jorge Herralde está pendiente de la vida y de la obra no sólo de los autores que publica sino de todos los que participan en la aventura literaria contemporánea. En estos terrenos, Tabucchi es uno de los que sigue con más cuidado y afecto. En este texto, Herralde nos habla de la Donna di Porto Pim, Il piccolo naviglio, Piazza d’Italia, Requiem y, de manera muy especial, Sostiene Pereira. Por último se refiere al ensayo “La gastritis de Platón”, ya comentado en este suplemento, y abunda sobre la claridad con que Tabucchi define el papel que deben desempeñar los intelectuales en la vida política.







El principio, una portada. La de Donna di Porto Pim, una sirena de cola partida, con pechos rotundos, mirada algo estrábica y una cimitarraen la mano: una marioneta de las famosas oppere dei puppi sicilianos. El autor: Antonio Tabucchi.

Vi el libro en el stand de Sellerio, en la Feria de Francfort de 1983. Históricamente los italianos y los españoles somos vecinos en la Buchmesse, y el de Sellerio es un stand al que siempre le dedico un buen rato, tanto por la belleza de sus libros, en especial los de la colección azul, La mirada, como por las auténticas rarezas que albergan, de autores clásicos y contemporáneos. Me intrigó aquella Donna di Porto Pim y busqué información en las solapas y en la contraportada: no es que fueran lacónicas, nada de nada, grado cero de paratexto. Miré el copyright en la página seis, estaba editado en el ’83, aquel mismo año. Pregunté a la encargada del stand, no tenía idea ni del libro ni del tal Tabucchi, grado cero también de documentación. Sin embargo, muy amable, me dijo que me lo podía llevar.

Lo empecé a leer la misma noche, después de los cocteles y cena y etapa final en el bar del Frankfurter Hof (durante muchos años la Buchmesse me excitaba tanto que apenas dormía). Y ese librito de ballenas y fracasos me atrapó desde la primera página, en la que el autor nos advierte que la musa que lo dictó es de “un género confidencial y casi diría que de bolsillo”; como es muy breve, lo terminé enseguida y comuniqué la scoperta a mis buenos amigos Christian Bourgois y Klaus Wagenbach. Christian recogió la sugerencia muy pronto, mientras que Klaus no fue tan rápido, tardó sus quince años en contratarlo. Por cierto, son casi tantos como los años que ha tardado el cineasta barcelonés Salgot en escribir el guión definitivo para una película basada en un cuento del libro, una empresa, desde luego, harto difícil.

Anagrama publicó el libro en 1984, al año siguiente, y se convirtió en la editorial española de Tabucchi. Por cierto, en nuestra edición se ennobleció a la donna, que pasó a ser una dama: Dama de Porto Pim, una traición por razones puramente eufónicas, me pareció que sonaba mejor que Mujer de Porto Pim. Christian Bourgois, por su parte, se convirtió en el editor francés de su obra y con más títulos aún que Anagrama. En efecto, Christian ha conseguido publicar la edición francesa de Il piccolo naviglio, la segunda novela de Tabucchi, que éste se niega a reeditar en Italia y también a que se traduzca a otros idiomas. Mientras, en Italia, su editorial mayor es ahora Feltrinelli, aunque de vez en cuando aparezca algún hermoso tomito en La mirada de Sellerio. Tabucchi tampoco quiso durante años, aunque al final cedió, que se reeditara ni tradujera su primera novela, Piazza d’Italia, una más que notable ópera prima en la que (aparte de una cierta contaminación de García Márquez) había esa vibración épica y política, al igual que en Il piccolo naviglio, y que, aunque presente en varios relatos, reapareció de forma contundente en Sostiene Pereira. A veces le he preguntado a Antonio por esa negativa, a mi juicio inmotivada, y ha sido bastante evasivo. Al final he construido una hipótesis: cierta crítica italiana reprochó a Tabucchi, de una forma bastante simplona, el abandono de esa línea engagée en algunos libros posteriores. Por lo que se dio el gustazo de no reeditar sus dos primeras y más políticas novelas. Pero en fin, es sólo una hipótesis.

En España, durante muchos años Tabucchi fue el típico autor de culto, aunque sin las secuelas catastróficas implícitas en esta etiqueta: su club de fans incluso permitía que se hiciera alguna reedición de ciertos títulos –como en el caso de Nocturno hindú, El juego del revés, Pequeños equívocos sin importancia, Requiem o la propia Dama de Porto Pim–, pero cuando llegó Sostiene Pereira el éxito fue apoteósico, se superaron los cien mil ejemplares. De entrada funcionó muy bien, tanto en crítica como en ventas, pero cuando al cabo de unos meses se estrenó la película, el impacto fue enorme. Y aún hubo un redoble final con la muerte, hélas, también pocos meses más tarde, de Marcello Mastroianni.

Estuvimos en Pisa en la premier mundial de Sostiene Pereira con Inge Feltrinelli y Christian Bourgois, y también estaban en el mismo hotel su traductor francés Bernard Comment y el simpatiquísimo y locuaz actor portugués Joaquim de Almeida, el camarero de la película. Se organizaron mesas redondas con los directores de los más destacados periódicos italianos, un acto en la librería de la imprescindible cadena Feltrinelli, etcétera. Y la noche del estreno, en el teatro municipal, además del equipo del filme e invitados varios, estaba il tutto Pisa engalanado. Delante de nosotros se sentaron Tabucchi y Marcelo Mastroianni. Bueno, se sentaron es un decir, ya que se levantaban a cada momento a buscar copas de champaña. La película nos pareció a todos una respetuosa ilustración de la novela, sin más, creo que tuvo una vida piuttosto tranquilla en las carteleras italianas y también en otros países.

Tampoco parecía tener demasiadas expectativas la distribuidora de Sostiene Pereira en España, porque tardaron mucho tiempo en estrenarla y lo hicieron en el mes de agosto, casi a escondidas. Sin embargo, hubo una reacción muy entusiasta por parte de la crítica y aún más por parte del público, el boca-a-boca funcionó fantásticamente. Es posible que una parte del éxito se debiera a razones políticas coyunturales: el Partido Popular acababa de ganar las elecciones para molestia o desánimo de la izquierda española, ya con escasa moral tras los últimos años trufados de escándalos del gobierno socialista. Y la fibra épica de la película tocó un punto sensible, fue como un revulsivo: sobre todo en Madrid, cuando acababa la película a menudo estallaba una ovación, con el público enardecido en pie, como en los conciertos de Raimon, cuando el franquismo.

Sostiene Pereira fue, pues, un libro clave para que conocieran a Tabucchi los lectores españoles, parte de los cuales se dedicaron a explorar la bibliografía del autor, a buscar en las librerías sus libros anteriores. Y no sólo en España, sino también en América Latina, donde goza de una gran popularidad: Tabucchi y Paul Auster son allí nuestras dos superestrellas, los autores más leídos de Anagrama. Una popularidad que Antonio comprobó in situ en un viaje reciente a México, donde lo recibió oficialmente Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de gobierno de la ciudad. Estuvo una semana en olor de multitudes, casi canonizado, rivalizando esta vez no con Paul Auster sino con Wojtila, visitante previo.

Además del Tabucchi narrador, que se despliega en sus novelas y cuentos, está el Tabucchi ciudadano, intelectual polemista, como refleja La gastritis de Platón, en la que disiente de Umberto Eco acerca del papel de los intelectuales. Eco afirma que si hay un incendio, lo único que puede hacer un intelectual es llamar a los bomberos; que [los intelectuales] carecen de una función específica propia y que invocarla en un caso práctico es como reprochar a Platón que no hubiera propuesto un remedio para la gastritis. Tabucchi se revuelve y dice que la función del intelectual es cuestionarlo todo, incluso a sí mismo, y se alinea con Pasolini: tiene que reunir fragmentos y piezas desordenadas en un coherente cuadro político, restablecer la lógica frente a la arbitrariedady el caos. También rebate a Eco cuando éste afirma que los intelectuales, por su propio oficio, crean las crisis, no las resuelven, ante lo que Tabucchi afirma que el intelectual no está para “crear crisis” sino para “poner en crisis”, sobre todo a quienes están muy convencidos de sus propias opiniones, algo que a Antonio le produce urticaria.

Me alegra estar aquí, en Aix-en-Provence, homenajeando a Tabucchi con tantos amigos, como Inge y Christian, que con nosotros forman el club de los editores groupies; además de en Pisa y otros festejos, ya estuvimos también juntos el año pasado en un sonado homenaje que le dedicó la Fundación Gulbenkian de Lisboa. Y también me alegra la compañía de Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas, tan incondicionales de nuestro querido Antonio.

Posdatas

1 Antonio me comentó la primavera pasada que le había gustado muchísimo Bartleby y compañía de Vila-Matas, el típico libro para escritores: tantos de ellos han tenido la tentación de no escribir, se han sentido más o menos bloqueados. También el propio Tabucchi tuvo un episodio parecido después de Sostiene Pereira. Me dijo que le deparaba una sorpresa a Vila-Matas, pensaba publicar un prólogo para la edición de Christian Bourgois. (No guardé el secreto.)

2 El 21 de diciembre, llamada jubilosa de Antonio: acaba de terminar su nueva novela ese mismo día, una novela epistolar, Si sta facendo sempre più tardi, me la envía por dhl, está muy contento. Le comento que he leído en la prensa que ha estado en Asturias con Salgot, empieza por fin el rodaje de Donna di Porto Pim. Está también muy contento con el decimoquinto y último guión: “Aunque ahora debería llamarse Nonna (abuela) di Porto Pim”. Y se troncha. Me llama al día siguiente: Bernard Comment me enviará la novela por e-mail, me pide los datos. Le pregunto por la nonna: “Le están tiñendo el pelo.”