Jornada Semanal, 28 de enero del 2001 

Angélica Abelleyra
 
 

El silencio es blanco:
Armando Sáenz
 
 

Museógrafo, collagero, editor... entre sus intereses y ocupaciones, todas vinculadas con la plástica, Armando Sáenz se ha dado tiempo para montar su primera exposición individual, concebida a partir de un concepto japonés llamado Toko no ma, que se relaciona con el espacio, la contemplación, la armonía y algo más que sólo puede aprehenderse en medio de los juegos de luz que Sáenz creó y actualmente exhibe en el MACO, en Oaxaca. Sirvan estas líneas de Angélica Abelleyra para despertar en el lector la curiosidad por el trabajo plástico de un artista que rehusa colgarse esa etiqueta.





Más que obras terminadas son ejercicios; ejercicios sobre el vacío, el silencio y la sombra donde el objeto no es tan importante como la sensación que éste puede provocar en el espectador.

En su primera exposición individual como artista –aunque la etiqueta aún no se la coloca– Armando Sáenz Carrillo ofrece actualmente en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (y hasta la primera quincena de febrero) una serie de collages que son gestos, accidentes provocados y juegos de luz a partir de grandes superficies de papel japonés, abanicos blancos y semillas de tulipán de la India.

Conocido museógrafo, autor de libros de artista y animador de proyectos creativos como El Archivero (junto con Yani Pecanins y Gabriel Macotela en los años ochenta), Armando continúa con su pasión por el papel pero toma otro sendero: el de collagista que, sin entrometerse en cuestiones anecdóticas, establece una relación entre el soporte y el elemento gráfico y nos entrega un catálogo de sensaciones.

A través de una de sus ventanas no es posible mirar del otro lado pero sí podemos ver hacia nosotros mismos; sus paisajes o cortinas (shojis) son tiras monumentales, muros que dan sin embargo cierta sensación de fragilidad; los lienzos iluminados por la luz y las semillas son una suma de gestos más que signos de escritura; sus abanicos con arrugas son un ejercicio sobre el silencio y su instalación Toko no ma es un homenaje a El elogio de la sombra, de Tanisaki; a ese universo de una claridad difusa donde uno pierde la noción del tiempo.

Armando nació en la Ciudad de México en 1955. Entre 1980 y 1983 realizó estudios de comunicación gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y también inició la confección de libros de artista. En 1982 fundó, junto con Francisco Pellicer, la editorial de libros de artista La Tinta Morada que publicó las revistas Lacre y El tendedero. Entre 1985 y 1991 impulsó las editoriales de libros de artista La Amenaza Elegante y El Archivero. También participó en varias exposiciones colectivas en México y el extranjero. En 1998 se integró al taller de gráfica monumental impartido por Jan Hendrix y participó en la exposición colectiva “XL” en el Centro Nacional de las Artes.

Este es el testimonio donde Sáenz Carrillo plantea el sentido que le da a su trabajo creativo, tanto el suyo propio a partir del collage, como el que realiza con la obra de otros a través de la museografía, profesión menospreciada aún en México.

“Todos son ejercicios pues no resulta una obra que pudiera considerar concluida. La diferencia entre una y otra es la conciencia con la que realizas el trabajo. Yo no me metí a trabajar con el objetivo de terminar obras sino de descubrir nuevas posibilidades con el papel, con el tratamiento de ciertas ideas más que temas. Son piezas aparatosas que sin embargo parecen vulnerables. La luz juega mucho en ellas pues mi punto de partida son las pantallas japonesas: muros sólidos que conforman espacios de luz. Me gusta la idea de que puedes transformar el espacio con una pieza grande pero etérea, elementos en aparente contradicción.

”No he querido de ninguna manera plantear cuestiones anecdóticas sino sensaciones sobre el vacío, el silencio y la penumbra. A partir de ellas, mi trabajo se refiere más bien a la relación entre el soporte y el elemento gráfico y a la búsqueda de percepciones que puede generar cada objeto. La neutralidad de los colores es por la sensación de quietud; el vacío me lo imagino así. También el silencio. Parto de una frase de la película La ciudad blanca, de Tanner, donde se dice que el silencio es blanco. Así que requería de una forma más o menos definida para las variantes provocadas por la arruga. Los surcos en los abanicos son gestos, accidentes provocados.

”La última sala es sobre la penumbra. La hice a partir de Tanisaki, quien dice que en la penumbra todo se vuelve más antojadizo y habla de un espacio específico dentro de las habitaciones japonesas que se llama toko no ma, destinado a armonizar el entorno. En mi caso se convirtió en una instalación donde llevo al extremo la idea de la contemplación. Es ofrecer un espacio razonable para que la gente se dé el tiempo para ver qué es lo que sucede con lo que tiene enfrente. Qué se pueden decir, qué se pueden platicar. Mi intención es simplemente que cuando alguien entre a este cuarto sienta algo distinto: una variante, ya sea de gozo o de intimidación, lo que sea, pero que no salga en blanco, a pesar de que el entorno lo es.

”En todo este trabajo no hay mucho de racional. No quise entrar en anécdotas ni en complicaciones de títulos. Los temas pueden resultar complejos para muchos, pero yo he dejado que la idea me lleve al trabajo sin conducir ni reproducir esa idea para que la gente piense lo mismo que yo. Finalmente, ahora que no soy el museógrafo sino el expositor, estoy a la expectativa de ver qué pasa con la gente, cómo se mueve en el espacio y comprobar si funciona algo de lo que me he imaginado.

”Soy museógrafo de profesión y es una tarea que defiendo aunque esté menospreciada. El trabajo del collage, aunque para muchos pueda resultar sorpresivo, es algo que aprendí desde niño. El hecho de que mi abuelo lo hubiera realizado me mantuvo siempre en contacto. Luego hice libros, pero nunca había sentido el rigor de trabajar sobre un proyecto. La experiencia me gustó. La etiqueta de artista todavía no me la acabo de colgar. Me interesa más seguir profundizando en una disciplina para seguir haciendo piezas sin un objetivo definido. Finalmente todo este trabajo es sobre papel. Y con él desarrollas una pasión. Te engancha y no lo puedes soltar fácilmente.

”En cuanto a la museografía me manejo de manera independiente. En el Museo Carrillo Gil trabajé como curador de la colección permanente y realicé museografía muchos años en tiempos de Sylvia Pandolfi. Digo que es una profesión menospreciada porque el concepto que se maneja hoy es otro. Para las manifestaciones de arte contemporáneo, con necesidades muy específicas de espacios, todavía no se encuentran maneras de resolución. Lo que veo ahora podría estar más cerca del diseño gráfico o editorial pero no observo un tratamiento realmente museográfico. El arte contemporáneo requiere un espacio especial y encontrar un punto de contacto entre la obra y el público. A estas alturas me volví un museógrafo de la vieja escuela. Creo todavía en el cubo blanco y en que debe haber una lectura razonablemente ordenada para que el público, sin grandes explicaciones, tenga la sensación de un principio y un final en cada montaje. Creo todavía en la pintura. Muchos ya no.”