Ojarasca 45  enero  2001


umbralSe abren paso haciendo camino, como de suyo saben. Los pueblos indios de México interpelan a la Nación: a sus poderes, a la mayoría no india, al sentido y la vergüenza (hoy se diría decencia) de los otros mexicanos. "Nunca más un México sin nosotros" han dicho. Porque los indígenas son mero mexicanos, y eso ni sus peores detractores han conseguido negarlo. Esta identidad, igual que todo cuanto son, la han ganado a pulso, en la tierra o en cualquier otra forma de trabajo esforzado que se les presente. Pero no es forzado: las vueltas del maíz son la vida, simplemente, y sus luchas la cifra de su libertad.

Hoy, con la sabiduría esencial que ha sobrevivido genocidios, esclavitudes bajo distintos nombres, expulsiones, hambre (el genocidio más lento), negación legal y cultural, los pueblos indios ejercen un ejemplar magisterio para una Nación que hasta hace poco no los veía ni los escuchaba. Eran la indiada, buena para el paisaje y la servidumbre.

En esto hacen pensar en los liberales del juarismo decimonónico, aquellos preceptores patrios. Sólo que la educación de México emprendida por los pueblos es colectiva. La lucha indígena sale de las cuatro esquinas de la Nación, y el mundo entero está atento.

La barbaridad presidencial, recientemente difundida sin rubor, en el sentido de que se avecina una ola de prosperidad procedente del norte para civilizar al sur (único lugar donde él ha de creer que hay indios y marginados), no logra sino abonar la memoria de las civilizaciones originarias y su vigencia actual y futura.

La ola "civilizadora" del norte mental del nuevo régimen pretende imponer reglas de mercado y gobierno a pueblos que sí saben hacer las cosas, sólo que distinto.

Llevan muchos años caminando juntos nañhú y mixes, purépechas, mixtecos, tzotziles, nahuas, zoques, zapotecos, totonacas, wixárikas, mayas y od'ham. Han tejido una nueva literatura con palabras antiguas y vivas, y una red de movimientos regionales de resistencia pacífica, pero decidida, que hoy apela, derecha la flecha a los poderes de la Unión. Se han venido enseñando, platicando, acompañando. Hace más de una década que el Estado perdió el control de las organizaciones indígenas.

Es mucho lo que está en juego. Pero si México "resuelve" el ancestral "problema indio", es decir si reconoce a los pueblos (que no etnias, plis), como lo que son y siempre han sido, detiene las expoliaciones y las guerras que les tiene declaradas, y presta atención a lo que verdaderamente exigen, habrá encontrado el camino a una paz digna y justa, y estará dando una lección de convivencia y entendimiento al mundo moderno, urgentemente necesitado de enseñanzas así.

Que la "solución final" yugoeslava, el nudo palestino-israelí o el entrampamiento de una guerra civil fuera de madre como la colombiana, sean las antípodas, el reverso de la eventual solución mexicana.
 

Pero si el neopoder cree que va ser él quien educará a los indios, y acomodará las leyes a su manera y como mejor convenga a las proyecciones macroeconómicas y las doctrinas de autoayuda al modo gerencial, pues mala cosa caballero. Querrá decir que sus personeros (sean del PAN, del PRI, del PRD) no han entendido nada. Lo que se dice nada.
 
 


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