Jornada Semanal,  31 de diciembre del 2000 

Novísimos de Chiapas
 

Con mucho cuidado preparamos esta relación de poetas de Chiapas que han tenido el cinismo de nacer en los setenta. Hay en su obra una continuación de lo tradicional y una comedida ruptura; una preocupación por la forma aunada al predominio de la emoción. Lo tropical y lo bíblico se unen en estos poemas para crear una atmósfera de sueño poblada de seres reales y de mitos nacidos de una tierra en la cual los contenidos mágicos circulan por los meandros de la sangre. Nos lo dice Yolanda Gómez Fuentes: “¡Yo no volví jamás la vista! ¡Soy estatua de sal por tanta lágrima vertida!”


 
 

Sirenas y hechiceras
Yolanda Gómez Fuentes (1971)

Ariadna
Mi confianza fue un ovillo que él tomó en sus manos.
Su fidelidad alforja de palabras.

Inventé conjuros para salvaguardarlo en la distancia.
Y practiqué aquelarres para su advenimiento.

Sin embargo, en la isla del abandono petrificada aún espero.

Idit
Esta es la hora de la desolación
y estoy bebiéndome las pesadillas de la siesta…

Sufro el abandono de Lot y su mentira.

¡Yo no volví jamás la vista!
¡Soy estatua de sal por tanta lágrima vertida!


Hechizos blancos
Angélica Altúzar (1978)

Eres ajeno Juan
pero sigo deseándote a escondidas
y tengo ahora mismo tu nombre
apretado en los labios

Acudo a las hierbas
para curarme esta pena
Que me hagan sordo el corazón
les pido

Madrugo entre los
ramos de albahaca,
insisto en beber a diario
una amarga ración de olvido

Pero el silbido del viento
me recuerda que tu boca
es el santuario de mariposas
donde se rompen mis palabras

Eres ajeno Juan
pero ni conjuros ni limpias
me quitan el miedo y la duda
por conocer tu cuerpo

Sigo quemando incienso
para dejar de soñarte
pero el recuerdo de tu boca
se me convierte en veneno
y te miro y miro
en donde pongo los ojos

Y por la noche Juan
mi corazón es más necio
baja a hurtadillas a cazar hechizos blancos
a ver con cuál de sus cantos
te decides a amarlo


Poema
Luis A. Guichard R. (1973)

Pongo mis manos en la ceiba calcinada
y corre el nudo de la horca.
Platico con los dioses viejos idos al profundo invierno
Doy pasos adelante en el morirse diario
Invento un palpitar ahogado.

Pongo mis manos en las puertas polvosas de una biblioteca,
perdido entre un caudal de brumas y tumbas recientes.
Veo un monje oficiando misas de medianoche
con un capuchón cubriendo su rostro desgarrado.
Escucho gemir fetos entre la piedra
Invento una monja que sueña.

Pongo por primera vez las manos en mi escritorio
y palpo sangre.
Extraños hacheros se han montado en el tejado
para levantar un templo.

Escucho un espíritu de boga y sertanero que narra su muerte,
allá donde dicen está el corazón de la tiniebla
y el origen de las palabras.
Invento mis mapas de miseria.

Pongo las manos en mis cuerpos y me siento muchos.
Resopla una bestia en la geografía imprecisa de los sueños.
Algunos gritan viejas consignas afuera
y  usurpan el gélido sopor de la madrugada.
Una familia entra al hospital
para inventar que nazco.




 
 

Poema
David Molina Urbina (1976)

Llueve...

María se detiene a ver el cartel.
Hace algunos años sus hermanos se detenían a pintarle
bigotes, a ponerle lentes de miope y alargarle el
cabello bien cortado, para darle un parecido a Lennon o
a Zapata y burlarse del personaje que año con año
parece ser el mismo fantasma que viaja en camionetas distintas
como las mujeres que sube en ellas
que marea las cabezas de los tíos y que interrumpe los caminos,
vestido de verde olivo.

Ella que hace años reía con sus hermanos, hoy los ve
embriagados frente al cartel.

Su tierra es cántaro de llanto por las hermanas
asesinadas en oración donde oye un canto infinito bajo
lágrimas del cielo.


Poema
(fragmento)

Cecilia Isabel Velasco (1975)


 
I
Voy a abrir este camino
y desatar al habitante prófugo
de la memoria
                     en todo su dolor
                                        andante

Hasta llegar al arenal pacífico
Colmado de olanes traídos

Luego incluiré mi verso
                                        lacio
                                garzeado

de viaje

II
El sopor canicular
inculca a bracear
río arriba

Atrás llamea
entre cercas
dezasulando
incandescente
los cielos

El garrobo
cohabita en cuevas


Como lunas llenas de mañanas
Enel García Enciso (1975)

 
  Estoy inmerso en un mundo de tierra árida
observando desde un peñasco al horizonte
las ventanas del alma son de cristal
como nuestros corazones agrietados
por los besos no recibidos
por las palabras no dadas
y los abrazos negados a la amistad

Nuestro ruidoso mundo nos mantendrá tirados
arrastrándonos como soles por el piso
lunas llenas de mañanas
vocales abiertas al infinito orgasmo
de los que fingían amarnos
con ingenuos suplicios de dolor

La verdad es que me canso de cansarme
y preguntarme si la vena más azul sea la mejor
                                                                para el suicidio