La Jornada Semanal, 5 de noviembre del 2000
 
Homenaje a Ilhan Berk

 

 

Ilhan Berk

Nació en Manisa, Turquía, en 1918, estudió en el Instituto de Educación de Gazi y se licenció en francés en 1945. Fue maestro en escuelas de primera enseñanza durante diez años y luego traductor. Sus primeros poemas, dominados por los ideales de libertad e igualdad, reflejan la vida en el campo, el trabajo industrial y la dureza de la vida urbana, así como su amor, esperanza y exuberante alegría frente a la vida y el mundo. La nueva edición de su Libro de Estambul, que incluía “Mitologías”, recibió el Premio Behçet Necatigil. Buenos días Tierra (1952), Canto de Turquía y Köroglu (1955) tratan del sentido de la poesía, apartándose del expresado por el Segundo Nuevo, escuela poética entonces dominante. Entregado a una poesía cuya belleza deriva sólo de la imagen, la metáfora y, en último término, del lenguaje mismo, se opuso a la “poesía tipo relato”. Abierto a la poesía occidental contemporánea, contribuyó a difundirla con sus traducciones y antologías: Poemas escogidos de Arthur Rimbaud, Poemas de amor en la literatura universal (1962) y Literatura universal (1969). “Actualmente, la poesía moderna se construye sobre la variedad de una estética nueva y rica. En Ezra Pound, imagen y oscuridad; en Saint-John Perse, lenguaje y estilo; en René Char, el reino irracional”, afirmó. A ese periodo pertenecen sus libros Mar de Galilea (1958), Escritura cuneiforme (1960), Pabellón real y Galeón egipcio (1961), con numerosas imágenes de las antiguas civilizaciones (Homero, Mesopotamia, el antiguo Egipto…) y referencias a la Biblia, entretejidas con la vida de las minorías de Beyoglu, las impresiones de la vida callejera de Estambul y Ankara, la sexualidad, la naturaleza, el aburrimiento, la soledad y la muerte. Cenizas recibió el Premio del Instituto Turco de la Lengua en 1978 y Veterano del mar, el Premio trt en 1970, el Behçet Necatigil en 1980, el Yeditepe en 1982 y el Sedat Simavi en 1988. Si en un comienzo construía poemas extensos, al modo épico, pasó luego a poemas cortos o a adoptar alguno de los géneros de la poesía clásica. Ocasionalmente ha escrito prosa poética, como en El libro de las hierbas curativas (1982) y en Gálata (1985). Ha recogido también sus ideas sobre poesía y sus experiencias de viajes en diarios, como Hay un sol en los manuscritos (1983) y Un hombre alto (1982). El libro de los libros (1981) es una antología de sus obras anteriores. Río hermoso apareció en 1988 y, dos años después, publicó Pera.

Como muy oportunamente ha destacado Abidin Dino, excelente pintor y crítico de arte, “la ‘palabra clave’ de Ilhan Berk parece ser ‘mirar’”. En efecto, Ilhan Berk es, asimismo, un dibujante pletórico de inspiración, como ha revelado en Kalan, la última muestra de su obra pictórica, celebrada en Estambul en diciembre de 1994, algunos de cuyos dibujos ilustran la edición de Río hermoso.

MY/CJ
 
 
 
Ilustraciones de Ilhan Berk
 
Este es tu cuello de madrugada
Este es tu cuello de madrugada
        Tan hermoso como beber agua.
–¿Serán altramuces, clemátides? Hierbas en tu pelo.

La muerte que es una antigua gigantesca agua gris
Habíamos escrito en los tiempos pasados, en el presente.

Esta voz tuya tenue azulísima
        De haber hecho el amor horas y horas.

–¿Cataratas, lirios? En tu boca pájaros.

Había dicho que tu blancura era como el loto
         Esto sí que lo guardo firmemente en mi memoria.

 
 
Mirar es amor
Quédate así amor mío, quédate así
                                           Y sólo

Mírame.
          Mirar es amor.

"Entonces me desnudé para abrirte el camino."
Así totalmente desnudo así carne con carne
Deja que deambule mi aliento sobre ti.

Es transparente el amor, aquel diablo ingenuo
Tus ojos, tus pechos desnudos, tus labios
Así, ya está, ven, entra en mi cama.
                                   Y bésame después

Sin cesar otra vez otra vez bésame
Un viaje así de largo requiere el amor.
Y estréchame después, estréchame más
                                          Estréchame que

Sepa que eres mía.
Así, ya está, ingle con ingle.

 
 
La muerte aquella herrumbre
Sujeta a la orilla del agua nuestra desnudez, sujétala
en el oscurecerse del agua;
En los poemas inacabados, sujeta en los prólogos nuestra desnudez;
En el sabor amargo de las cosas, condúcela por los surcos;
En alfabetos dóricos, en la Edad Media, sobre todo sujétala;
En las calles recorridas todos los días, sujétala en las aglomeraciones;
En tus tareas cotidianas, sujeta en el cielo nuestra desnudez;
Sácala a los árboles, a los mercados, a las calles;

En la muerte, en aquella herrumbre sujétala después.

*
"Yo en poesía estoy contento con unas cuantas cosas mías."
(Yahya Kemal, 13 de octubre de 1926, carta a Abdulhak Sinasi)
Esto es, más o menos, tarde o temprano, lo que dirá un poeta.
Es casi irremediable.
Como si escribieran los poetas centenares de poemas para dejar así "unas cuantas cosas".
Cada poema trabaja para otro mejor.

–Pasa una golondrina rozando sus pestañas.

*
Los poetas (estos ángeles de barro) cuando nacen, se quedan cara a cara con dos libros de cabecera de los que no se separan durante toda su vida:
 
 
 
el Amor y la Muerte

Sin embargo, Ronsard dirá que los dos son una misma cosa.
¿Y Eluard, qué?
Su libro de cabecera es el amor.
La fuerza del amor.
El amor excluye la muerte. Además la mujer es el futuro. Y aún cree que ha venido al mundo para corroborar esto.

*
Todo el trabajo está en el primer verso (este príncipe de las tinieblas); la estructura del poema, es decir, su contenido, su forma –estos dos son inseparables, son hermanos gemelos–, determina su extensión, dibuja la historia oculta del poema.

Como si almacenara el mundo, el primer verso: es el que ve una hierba inofensiva asomando la cabeza por cualquier parte, es el que coge de la mano a los niños, las constituciones y los obreros; es el que tacha la infelicidad y la oscuridad; es el que corta las vestiduras del amor y la muerte;
     (tú de espaldas a mí, sin duda es él quien arroja dardos en tus bonitos ojos)

                             (y después)

es él quien deja caer* tantas cosas de su cuerpo (de este imperio de versos) en la página**, en las hojas blancas (el blanco es sexual) de aquellos ángeles de barro (Voznezensky).

Además el cielo*** por abajo está dislocado, albeado.

* A veces una hoja cae así, haciendo ruido.
** El poeta ve la página.
*** El cielo sabe aprovecharse de la ausencia pasajera de la razón.
Salvo lo indicado, versiones de Mukadder Yaycioglu y Clara Janés