Ojarasca 42  octubre 2000


umbral

 
El proyecto editorial iniciado en octubre de 1989 como México Indígena, que
en 1991 pasó a llamarse Ojarasca, y en 1997 Ojarasca en La Jornada,
cumple 11 años. Y los que faltan.


Es curioso que estos tiempos de "libertad" en el mercado se formulen mediante el pillaje legal más extenso y depredador de la historia humana en su conjunto. Así como suena. En la perversión de la democracia para unos cuantos, la maquinaria financiera hace y deshace naciones a su antojo. Pero también la resistencia y la protesta se expanden en el mundo. ¿Cuántas veces más el contraste económico tendrá sus Londres, Seattle o Praga antes de que la justicia deje de ser otro más de los artículos de lujo en este mundo criminalmente desigual?
   Entre los rostros morenos y alegres que asoman fotográficamente este octubre en Ojarasca, nuestros autores documentan y enumeran el avance capitalista en su fase global que todo lo atropella, la pertinaz resistencia de los hombres y las mujeres de nuestros pueblos, su dignidad que no se patenta en Holanda, Suiza, Washington o Tokio.
   Los idiomas siguen hablándose, los pueblos originarios se aferran en cambiar a su modo, contra la acomodación que se impone "libremente" desde los centros de poder, cada día más lejos y más encima. Así se hagan los sordos, los escaparates del poder comercial y financiero se conmueven con el ruido de la inconformidad, mientras los continentes de abajo están en llamas o en cadenas. Las guerras descompuestas de Colombia, Sierra Leona, Filipinas, Chechenia, o hace poco las de Croacia, Somalia y Bosnia, indican dos cosas: que a los dueños del negocio no les importa el destino de tanta humanidad, y que estas guerras han pavimentado el camino a la xenofobia, el fundamentalismo y el horror. Tráfico es la palabra: de armas, drogas, diamantes, gente y toda clase de especies.
   Tiempos de migración forzosa, de esclavitud disfrazada, de hipocresía filantrópica.
   Las selvas tropicales y las montañas de nuestro sur se encuentran bajo el sitio doble de las fuerzas armadas nacionales y las voraces empresas mundiales disimuladas o descaradas tratando de arrebatar a los pueblos cada sustancia de su suelo, cada gramo, cada código genético. Pirataje de las partículas, y la vida secuestrada. En las tantas, falsamente en Babia, el gobierno parapléjico que se despide entre rechiflas --aunque sigue pagando bien los aplausos, así sean postreros--, en su aparente no hacer nada mantiene la represión que protege el saqueo, cumple con su parte del contrato y se cubre las espaldas.
   Pero las mujeres, los maestros, los campesinos, los médicos tradicionales, en la brecha y sin dejarse, le abren paso al pensamiento ágil, a las redes organizadas, a las oportunidades de paz.
   Quien no vea, se lo pierde. Los pueblos y sus luchas hierven: la historia está de su parte.
 


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