Ojarasca 42  octubre 2000
oja-beso
La Habana. Foto: Tania Jovanovic


Rechazamos los simulacros de salvación

A partir de los resultados de las elecciones federales del pasado 2 de julio, y ante el cambio de régimen que aventura un cambio sustancial en todos los ámbitos de la vida nacional, las y los mexicanos nos encontramos ante la necesidad de transitar a espacios de libertad y democracia que permitan el reconocimiento y el ejercicio de todos los derechos para todos los sectores que no han gozado de ellos de manera plena: los pueblos indios y las mujeres, particularmente.
   Ante este nuevo panorama se han planteado diferentes iniciativas que apuntan a una reforma del Estado, que contempla cambios para el país que pueden significar avances y retrocesos.
   Los pueblos indios, y en especial las mujeres, están ante una encrucijada: o nos abrimos verdaderos espacios de participación y decisión como un primer paso para el reconocimiento de nuestros derechos y autonomía o entramos en el juego de simulaciones de participar en la elaboración de nuevas políticas de gobierno, sin ir al fondo de la problemática indígena y de las mujeres.
   Las mujeres indígenas nos preguntamos si con el cambio de gobierno y la nueva oferta que hace el próximo será que las políticas actuales hacia los pueblos indios cambiarán, si se considera que aún hoy la población indígena femenina de diversas regiones del país sigue padeciendo el monolingüismo, el analfabetismo, el bajo nivel de educación escolar y la extrema pobreza, condiciones que limitan la capacidad de decisión en muchos aspectos fundamentales de la vida. 
   De igual manera, hay poca o nula información sobre el ejercicio de los derechos reproductivos para decidir acerca de cualquiera de los métodos anticonceptivos, y la decisión respecto a la reproducción se ha visto afectada por los programas gubernamentales, como Progresa o Procampo.
   Hay que agregar a esta situación la presencia militar que ha aumentado en muchas regiones indígenas, no solamente en Chiapas, presencia que ha provocado abuso sexual y en algunos casos violaciones por parte de elementos del Ejército mexicano hacia las indígenas.
   En lo relativo al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, las poblaciones indígenas en México presentan las tasas más altas de fecundidad, mortalidad materna y mortalidad infantil en el país. De acuerdo con los datos más recientes, la tasa global de fecundidad entre poblaciones indígenas es de 4.1 hijos por mujer, mientras que el promedio nacional en 1997 fue de 2.8 hijos por mujer. La tasa de mortalidad materna entre poblaciones indígenas es de 6.1 muertos por 100 mil nacidos, en comparación con el promedio nacional calculado en 1995, que fue de 4.8 muertos.
   Respecto a la presencia militar, aun cuando el Estado mexicano se niega a reconocer una situación de guerra, tanto Chiapas y otros estados con fuerte presencia indígena presentan un alto grado de militarización, que revela una guerra de baja intensidad. Situación que ha dado como resultado la ruptura del tejido social y ha provocado el ejercicio de la violencia como un mecanismo para resolver los conflictos. 
   La instalación de campamentos militares por parte del Ejército mexicano se ha vuelto una práctica común dentro de las comunidades rompiendo la vida cotidiana de éstas; el hostigamiento sexual, la prostitución, el alcoholismo y la drogadicción son nuevas formas de relación entre las comunidades indígenas, minando esto la salud emocional y fisiológica de la población, siendo sometidas al control de la estructura militar y a una vigilancia constante, trastocando y resintiendo el buen vivir de las poblaciones.
   Así encontramos que los 10 millones o más de habitantes que representamos los pueblos indios tenemos necesidades no resueltas ni satisfechas y menos traducidas en términos de derechos para un real ejercicio de nuestra ciudadanía. Ello explica entonces por qué seguimos reclamando nuestro derecho a ser reconocidos como sujetos de derecho en el marco de la actual reforma del Estado.
   De ahí que llamamos al presidente electo Vicente Fox a dar cumplimiento a los Acuerdos de San Andrés para establecer una nueva relación política hacia las poblaciones indígenas y que debe concretarse conforme a la propuesta de reforma impulsada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) sobre derechos y cultura indígena. 
   Así mismo demandamos el retiro del ejército de Chiapas y de todos los territorios indígenas del país, así como la desaparición de cuarteles que fueron construidos de manera arbitraria. De igual manera exigimos que se cumplan las condiciones planteadas por el EZLN para la reanudación del diálogo y la negociación en Chiapas. 
   Ante los supuestos compromisos asumidos por Fox con diversas organizaciones y representantes indígenas, para la elaboración de su programa de gobierno, nosotras creemos que la problemática de los pueblos indios no se resuelve con este tipo de medidas, ya que es un problema estructural de fondo. Hoy los 56 pueblos indios seguimos teniendo necesidades no resueltas ni satisfechas y menos traducidas en términos de derechos para un real ejercicio de nuestra ciudadanía. Ello explica entonces por qué seguimos reclamando nuestro derecho a ser reconocidos como sujetos de derecho en el marco de la reforma actual del Estado, y no como simples agregados. El asunto no se resuelve con simples reformas institucionales o con la creación de consejos, cuando sabemos que la atención a los problemas de los pueblos indígenas atraviesa primero por una reforma constitucional que signifique el pleno derecho de los pueblos indios y que cualquier iniciativa tiene que partir del consenso y la discusión de todas las organizaciones y con una clara representación de mujeres, en condiciones de equidad. Nosotras estamos convencidas de que hoy en este país no habrá transición a la democracia, ni reforma del Estado, sin la participación de nuestros pueblos indígenas y las mujeres. 
   En el marco de la discusión de la reforma del Estado exigimos una mesa específica como mujeres donde se aborden los temas de las mujeres mexicanas, tanto mestizas como indígenas y de igual manera solicitamos una mesa para los pueblos indios donde se discuta y analice nuestra problemática. 
   Para nosotras la autonomía de nuestros pueblos quiere decir la paridad, democracia y equidad entre hombres y mujeres, entre indígenas y no indígenas, es decir entre todos los seres humanos, y sobre todo, que se reconozcan nuestros derechos como pueblos originarios que somos.
   Por último, ante la discusión y las iniciativas que se han ido adoptando en torno a la problemática del aborto, consideramos que en tanto mujeres somos afectadas de manera directa, y creemos que es necesario que se pueda legalizar el aborto en los términos que corresponde a un problema de salud, es decir en casos en que la madre tenga una enfermedad contagiosa o incurable que afecte al producto y en los casos de una violación; denunciamos que la presencia del ejército en nuestras comunidades ha dado como resultado violaciones por parte de militares a hermanas indígenas, y no creemos justo tener hijos de militares y menos a la fuerza.

   Hoy nosotras como mujeres indígenas reclamamos el derecho a tener voz, tierra, salud y al reconocimiento de una autonomía que tenga una visión de género, con rostro y conciencia de mujer y así poder reconstruir la mitad femenina de una comunidad que ha sido olvidada y desde ahí construir como sujetas con derecho, es decir, ser ciudadanas en nuestro propio país.

   Hoy clamamos con voz clara "las mujeres indígenas somos la mayoría de los pobladores de nuestros pueblos y no queremos seguir siendo la sombra de lo que hacen los hombres".

México DF, 27 de septiembre de 2000

Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas

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