Ojarasca septiembre 2000


Movimiento Sin Tierra

Acampados en la autodeterminación
 

Ana Esther Ceceña

Acabar con 500 años de latifundio:
repartir la tierra para mutiplicar el pan


Brasil, el país continente. Aquí conviven las sociedades amazónicas involucradas (como actores centrales) en las recientes celebraciones de los 500 años de resistencia; los mundos construidos mediante el poder esclavista de los que emerge un universo que es marca indeleble en la cultura nacional y en los carnavales espectaculares y orgiásticos de Río de Janeiro; el espíritu moderado pero rebelde de los gauchos que emprendieron una revolución contra el imperio en el siglo XVIII, y que hoy constituyen una de las piezas más importantes del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).
    La región gaucha, en el sur, es una de las más ricas de Brasil. En ella han crecido enormes latifundios ganaderos que mediante una variedad de mecanismos destruyeron las pequeñas propiedades convirtiendo a sus dueños en los expulsados del campo, en habitantes de cinturones de miseria en las zonas urbanas o en reconvertidos a actividades ajenas a su vocación campesina. En contraste con la situación del Nordeste, no todos los Sin Tierra son pobres en esta región. Muchos han logrado ya la dotación de tierras que les permite echar a andar proyectos productivos cuyo primer objetivo es combatir el hambre. Sin embargo, muchos más quedan en acampamentos que son una especie de paracaidismo, como etapa previa al asentamento que se hace en tierras ya propias que, en el caso de Rio Grande do Sul, son entregadas por el gobierno petista que encabeza Olivio Dutra.
    La reforma agraria es el eje político fundamental del mst, uno que atribuye al acaparamiento de tierras el carácter de elemento explicativo de la desigualdad social, de la pobreza y la estructura de poder en la sociedad brasileña. Por eso el último congreso de los Sin Tierra determinó como prioridad destruir el latifundio para avanzar en la construcción de una nueva sociedad.
    Y efectivamente su lucha es por la tierra, demanda que para los promotores de la modernidad sólo es signo del atraso y la incultura de quienes no comprenden que el progreso está en la sociedad de la información, pero que para una gran cantidad de gente que se ha incorporado a este movimiento tiene un sentido incuestionable. ¿Qué puede ser más importante que la tierra, y con ella la capacidad de romper el círculo perverso de la dominación?
    El proceso es largo pero vale la pena. El primer paso es el acampamento: cualquier espacio al lado de una carretera o incluso un pedazo de tierra dejada en baldío por un hacendado. El acampamento puede durar tres años o más, y consiste en casitas temporales levantadas con un armazón de troncos forrados con tela plástica negra. Es sumamente precario, "pero estamos entre hermanos", y mientras se espera la dotación de tierras "se construye el colectivo".
    "Al campamento llegan muchos que han sufrido una fuerte degradación moral por la pobreza, pero aquí les abrimos las puertas y la posibilidad de dejar de ser marginales. Porque nosotros somos excluidos pero en el campamento trabajamos por la inclusión de todos los que tienen hambre en este país tan rico."
    Los alimentos se reciben y distribuyen en el almacén del campamento. Hay una cocina-comedor colectivo pero los que quieren pueden cocinar en su propia "casa" para ellos mismos. "Aquí lo colectivo es voluntario, a nadie se le obliga, pero poco a poco todos van entendiendo que en colectivo podemos hacer más cosas." Hay también una clínica-farmacia que trabaja con hierbas medicinales aunque también usa medicinas de patente, sobre todo porque el conocimiento de las hierbas es un aprendizaje que en muchos casos se inicia al llegar al campamento. Para todo se forman equipos de trabajo que se responsabilizan conjuntamente de cada tarea. Este espíritu colectivo se manifiesta constantemente.
    Como era de esperar en un movimiento de esta naturaleza, uno de los espacios colectivos de mayor importancia es la escuela. Ésta es atendida por maestros que "manda el gobierno" en combinación con maestros del propio movimiento Sin Tierra. Las mujeres del campamento dicen que en las clases de historia hay que hacer un trabajo especial porque los maestros a veces sólo transmiten la historia convencional que le interesa al gobierno (sobre todo federal) y es necesario contarles a los niños la historia que habla de cómo los expulsaron de la tierra y de todo lo que han tenido que recorrer y luchar hasta llegar al campamento y formar parte de un movimiento nacional como ése.
    El campamento es un espacio de formación: en él comienza la inclusión de los excluidos, la construcción de la comunidad, la nueva historia. Es a tal punto estratégico dentro del proceso de concientización y organización del movimiento que quien no pasa por la experiencia del campamento no puede recibir tierras. La solidez de los asentamientos, y del propio movimiento, se relaciona directamente con el trabajo de convivencia y organización colectiva que se realiza en el campamento.
    "Recibir la tierra y pasar a ser asentados es el propósito, pero aun con todas las incomodidades estamos felices en el campamento. Aquí ya no estamos solos, somos todos hermanos."
    El aprendizaje del campamento es la base para la constitución de cooperativas de producción al pasar al asentamiento. Hay cooperativas de diversos tipos porque algunas están empeñadas en la comercialización alternativa de los productos generados por todo el mst, aunque todavía en escalas regionales. Y lo mismo que en los campamentos se tienen distintas generaciones y modalidades, hay asentamientos con siete años de antigüedad que ya producen excedentes para el mercado y que han instalado sus propios supermercados para colocarlos, "pero no con criterios capitalistas o neoliberales". Los Sin Tierra tienen ya su marca y venden productos orgánicos que empiezan a ser captados por la gente de los alrededores. Con eso no sólo pueden obtener ingresos adicionales sino que lo consideran un mecanismo de relación con los pobladores del lugar para sensibilizarlos en torno a su lucha.
    ¿Cómo escapar de la trampa del mercado? "No queremos que vengan los agrónomos del sistema a convencernos de las virtudes de la revolución verde." "Ellos traen un conocimiento que sólo sirve a las transnacionales." "Nosotros estamos produciendo nuestras propias semillas para no depender de que las transnacionales nos las vendan y con ello controlen nuevamente nuestro trabajo. De nada serviría luchar ahora por tierra si nos mantenemos en las redes de control transnacionales." Y efectivamente, Monsanto ha querido comprarles las semillas orgánicas que producen bajo la marca BioNatur; vendérselas equivaldría a colaborar con la sociedad que los ha negado y los ha convertido en parias. Sus semillas son, primero que nada, para consumo del propio movimiento, pero también para el mercado, en un circuito ajeno a las transnacionales; algo como un mercado paralelo, alternativo.
    La tenencia de la tierra de manera cooperativa y la producción de semillas y de productos orgánicos permiten, igual que el desarrollo de la herbolaria y la revaloración de la medicina tradicional, ir desarrollando un sistema de vida que escape al dominio del capital transnacional. La reforma agraria no es la tierra sino la posibilidad de autodeterminarse, de elegir los mejores modos de producir, la organización colectiva de la producción, el tipo de cultivos y hasta el tipo de educación que se quiere para los hijos. Y aunque los dirigentes se reivindican orgullosamente leninistas "aunque flexibles en otras cosas", este parece ser un movimiento que en la práctica cotidiana logra apartarse de las sobredeterminaciones ideológicas para tejer sencillamente un futuro de esperanza en el que, revalorando la relación con la tierra y con el poder terrateniente, pone en cuestión, a su manera, los principios básicos del sistema.
    Como dice una de sus canciones: "Orden es que nadie pase hambre; progreso, la reforma agraria".
 


oja-florencia13

La pandilla Florencia 13 frente a la escuela, South Central LA

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