LUNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 


Ť León Bendesky Ť

Detrás

El diputado Félix Salgado Macedonio representa varios personajes. Su extroversión y sus desplantes lo pueden ubicar en ciertos ejemplos de la picaresca mexicana, y podría aparecer en algún episodio de La vida inútil de Pito Pérez como un bravucón del pueblo. Las expediciones y desmanes en su ya famosa motocicleta podrían llegar a opacar las aventuras clásicas y más bien ingenuas de Pedro Infante y Luis Aguilar en A toda máquina. El más reciente de sus arrebatos, ocurrido en la colonia Condesa de la ciudad de México, provocó una amplia cobertura de los medios que centraron la larga atención que le dieron en el escándalo que lo enfrentó con la policía. Ese escándalo acabó en las disculpas mutuas y todo el asunto quedó amparado detrás del fuero del que goza.

Y, tal vez, esa cuestión del fuero era uno de los temas más relevantes en todo el asunto, mucho más que el morbo y la ocasión que proporcionaron los hechos. El fuero es el conjunto de los privilegios o exenciones que se conceden, en este caso a una persona, para garantizar los márgenes de acción en un trabajo público relacionado con el funcionamiento del Estado. Así, disfrutan del fuero, entre otros, los miembros del Congreso, los gobernadores y los altos funcionarios del Ejecutivo. Lo que no queda claro para los ciudadanos es para qué se necesita el fuero y, sobre todo, cuáles son sus límites.

Disfrutó de fuero el ex gobernador de Quintana Roo hasta el día en que terminó su mandato y desapareció para evitar las acusaciones que se le habían hecho por su asociación con el narcotráfico. Tenía fuero el ex secretario de Turismo hasta que él mismo, y por razones no totalmente claras, decidió renunciar a su puesto con el que aparentemente se le mantenía protegido, para enfrentar la acusación de peculado y, de inmediato, desaparecer también. Hoy no se les halla y no sabemos si son culpables o, como ellos argumentan, perseguidos políticos. Y disfrutan también de fuero los diputados y senadores que, al parecer, pueden quedar al margen de las leyes que por cuestiones de tipo común se aplicarían al resto de los mortales. Todos estos casos equivalen a privilegios políticos y no a salvaguardas contra abusos de otros poderes públicos y que no son ya aceptables en esta sociedad. Esta es parte de la educación de la que tanto se habla y que parece, no obstante, limitarse de modo privilegiado a las capacidades para el trabajo. Junto con la democracia electoral está la superación cívica que sostiene la convivencia social y que es el mejor resguardo de la libertad individual en contra el autoritarismo estatal.

Detrás del incidente del diputado Salgado Macedonio queda otra cuestión que no parece irrelevante, y que tiene que ver con la representatividad de los miembros del Congreso y la responsabilidad de los partidos en la selección de sus candidatos a esos puestos. El caso que nos ocupa no es único, por cierto, sino uno entre muchos otros que ocurren entre todos los partidos, y sólo ilustra la situación. Un miembro de un partido puede, por ejemplo, llegar a ocupar un puesto en una de las Cámaras sin distinguirse de modo alguno por su trabajo legislativo o su liderazgo social y, después, de modo inmediato, estar en la otra Cámara y disfrutar de privilegios laborales, salariales, políticos y hasta de fuero por unos años más. Y todo ello con recursos públicos que surgen del pago de los impuestos. En esto hay una larga responsabilidad pública de todos los partidos, misma que está a la vista, que no es sólo del PRD y que tiene costos cada vez grandes. Esto es parte, igualmente, de la demanda de rendición de cuentas a la que deben someterse los distintos órganos del Estado.

México es un país en el que se pasa rápidamente de la euforia al sacrificio, como lo han puesto en relieve las sucesivas crisis económicas de los últimos veinte años. Es, igualmente, una sociedad en la que conviven de un modo extraño la comedia y la tragedia. El muy debatido tema del Renave ha llevado a un desenlace que nadie podría prever en la muerte del alto funcionario encargado de su instrumentación. Mucho se ha dicho sobre este caso, tanto en sus vertientes políticas y administrativas internas, como en los nexos que se tendieron con el terror militar en Argentina y hasta con la organización criminal dedicada al negocio global y muy rentable del robo de automóviles.

Pero podemos concentrarnos en un aspecto del caso que no debería olvidarse, aunque no sea noticia. Del señor Ramos Tercero han dicho sus amigos y sus colaboradores las mejores cosas que se pueden decir de una persona, sobre todo en cuanto a sus cualidades humanas y, también, de su capacidad profesional. Y es por eso que el desenlace de su muerte arroja tantas dudas. Esta es una más de esas muertes que han plagado la historia política reciente del país y que han quedado en suspenso, debilitando con ello la relación de la sociedad con el gobierno, y creando muchas inquietudes debido a que siempre creemos que hay algo detrás que nunca se averigua.