Lunes en la Ciencia, 7 de agosto del 2000



Bach, el científico de la música

Luis Benítez Bribiesca

Federico El Grande de Prusia fue un monarca polifacético, gran estratega militar y vivamente interesado en la vida intelectual y espiritual de su época. Pero quizás su más grande devoción fue la música. Flautista y compositor consumado, organizaba conciertos vespertinos de música de cámara. Durante una de esas reuniones musicales, en mayo de 1747, arribó una visita inesperada que llenó de júbilo al monarca. Se trataba de Juan Sebastian Bach, padre de su maestro de capilla y a quien profesaba una profunda admiración como organista y compositor. La euforia del encuentro, que había buscado con ahínco, hizo que Federico le lanzara un reto amistoso al viejo Bach en el lenguaje que ambos entendían: el de la música. Sabiendo de su ya mítico talento para la composición e improvisación, le pidió que elaborara una fuga sobre en un tema de su invención. Bach aceptó el reto y respondió de inmediato improvisando una fuga en tres partes con lo que dejó gratamente sorprendidos al rey y a su corte musical. Pero su respuesta no quedó ahí. Al regresar a Leipzig completó esta tarea agregando una fuga en seis partes, diez cánones complejos y una sonata en trío con el mismo tema real. La partitura se la hizo llegar al gran Federico como una ofrenda musical. Esta obra constituye el testimonio de su insuperable inventiva y extraordinaria técnica de composición, la que todavía hoy es motivo de estudio para los músicos y de goce estético para el auditorio.

bach La producción musical de este genio nacido en Eisenach en 1685 fue inmensa y estuvo siempre caracterizada por la técnica depurada y por su inagotable creatividad. Cultivó todas las formas musicales excepto la ópera. Llevó la polifonía a su máxima expresión y fue sin duda el campeón del contrapunto y de la armonía. En sus partituras destaca la simetría y su construcción horizontal y vertical. Hijo de una familia de músicos e imbuido profundamente en la religión luterana, Bach dedicó la mayor parte de su obra al diálogo con Dios y por ello buscó la perfección. Compuso cerca de 200 cantatas, una para cada día festivo del año eclesiástico basadas en textos bíblicos, aunque también escribió otras de tipo secular, como la deliciosa Cantata del Café. Destacan también los oratorios como el Magnificat y el de Navidad, y las misas como la grandiosa en si-menor. Compuso además cinco diferentes relatos musicales de la Pasión de Cristo para ejecutarse precisamente en los servicios religiosos del Viernes Santo. De las dos que sobreviven, es la Pasión según San Mateo la que adquiere proporciones monumentales siendo la epitomización de la música religiosa. Su ejecución requiere de dos orquestas, dos coros de adultos, uno de niños y siete cantantes de diferentes tesituras. Es por ello que el musicólogo Malcolm Boyd acertadamente considera que esta es la obra maestra dramática más extraordinaria antes de la tetralogía de Wagner.

Pero su inagotable inventiva lo llevó al terreno de la música pura. Compuso numerosas obras para órgano como las muy conocidas Tocata y Fuga en Re menor y la Passacaglia en Do menor. Los seis conciertos de Brandenburgo, las obras para violín y chelo, y las suites reafirman su calidad melódica y la finura de su producción. En el terreno de la técnica debe destacarse la obra llamada El clavecín bien temperado (o más propiamente bien afinado), que fue ideada como ejercicio para la correcta afinación de esos instrumentos mediante la división equivalente de la escala en 12 semitonos, definiendo así la escala cromática. Desplegando su genio inigualable compuso un preludio y una fuga para cada semitono tanto en tonalidad mayor como en menor, constituyendo un conjunto de 48 piezas diferentes. Todavía en la actualidad esta es una obra obligada de estudio para cualquier ejecutante del teclado y sobre todo para un compositor. Wanda Landowska, la legendaria interpreta de Bach, la consideraba como la obra maestra de la ciencia del contrapunto.

A 250 años de su fallecimiento (28 de julio de 1750), la música del genio de Eisenach es todavía motivo de admiración y estudio por músicos y musicólogos, y objeto de reiteradas grabaciones y conciertos en todo el orbe. Pero en Bach se funden el arte y la ciencia, ya que su inimitable forma de componer es una aportación intelectual de tal magnitud que Hofstadter, acertadamente la ha comparado con la de los misteriosos grabados de Escher y con el teorema matemático de Gödel. Sus armonías y contrapuntos seguirán estremeciendo el alma y elevando el espíritu.

El autor es investigador en oncología en el hospital de dicha especialidad en el Centro Médico Siglo XXI (IMSS) y editor responsable de la revista Archives of Medical Research

[email protected]


Inicio