La Jornada Semanal, 6 de agosto del 2000
La oscura fascinación que se desprendía de su vulgaridad, aliada a su belleza, cautivó al viejo profesor. De ahí que la ira con que inicialmente él la abordó, tras acusarla de corromper a sus alumnos, se convirtió pronto en un sentimiento lastrado por una incontenible voluptuosidad. A partir de ese momento, el implacable y nada condescendiente profesor Raat -apellido que pronto se vuelve Unrat, esto es, Basura- quebró la férula y se convirtió en el esclavo feliz de la reina del cabaret. De la perturbadora mujer muchos celebraban su ``abnegación'', virtud que sólo provenía del hecho de que su padre era enfermero. Siempre manifestó ciertas debilidades por los señores mayores -el profesor tiene cincuenta y siete años de edad-, y con ellos llegó a menudo ``a ser realmente más amable de lo que la policía tolera''. Inició su carrera como cantante y bailarina en tabernas y cabarets desde antes de cumplir los dieciséis años, pero la vida le mostró muy pronto el lado menos amable cuando su mentor, atraído por su belleza y valiéndose de su inexperiencia, la hizo suya y la preñó. Ahora, sin embargo, es la reina indiscutible de la noche en El Angel Azul.
¿De qué forma la farándula menos presentable corrompe a la rígida Academia? La perdición del profesor Basura se debe, paradójicamente, a su estricto sentido de la disciplina y del deber. Su inquebrantable y casi dictatorial magisterio constituía el terror del Instituto, y no sólo de sus alumnos sino también de sus colegas. Y su ingreso en el mundo deletéreo y gozoso de los bajos fondos obedece, curiosamente, a un excesivo celo por mantener el orden en las aulas. El alumno Lohmann, sorprendido mientras escribe un poema vulgar, lo introduce en la senda del envilecimiento. Lohmann era hermoso, escribía ``a la manera de Heine y amaba a una señora de treinta años''. El poema, dirigido a la cabaretera Rosa Frohlich, quedó cojo a falta del cuarto verso: ``Nada hay ya en ti de tu pureza extinta./ Pero eres una artista soberana;/ y si te ves alguna vez encinta...'' ¿Quién sería esa mujer -se pregunta el profesor-, que seduce a los menores? Nada sabe de ella y por eso, noche tras noche, se dedica a visitar los antros más sórdidos de la zona del puerto sin que nadie pueda ofrecerle la menor pista que lo aproxime a dar con quien ha terminado por convertirse en una obsesión. Sin embargo, su tenacidad le ofrece un lugar entre la abigarrada concurrencia de un cabaret llamado El Angel Azul y que, por lo que ve, es el antro preferido de los noctámbulos.
Y no se equivoca. Allí, a tenor de la algazara de los parroquianos y canciones de baja estofa, descubre a tres de sus alumnos -Lohmann, Ertzum y Kieselack-, quienes, al verlo, se burlan de él, pues se encuentran en una jurisdicción en la que todo mundo es como el profesor: Basura. Luego, al enfrentar en el camerino a Rosa Frohlich, la ira se transforma poco a poco en simpatía y pronto oscuros sentimientos gobiernan la voluntad del viejo. La cantante lo invita a brindar con el vino que Lohmann le había regalado y más tarde, mientras conversan como si fueran amantes, la mujer se cambia de ropa para su próxima salida a escena y, semidesnuda, coloca en manos del profesor las calientes bragas que acaba de quitarse. Su suerte está echada.
Muy abrupto resulta su cambio de hábitos: al visitar noche tras noche a Rosa, descuida lo que consideraba su obra magna: un tratado sobre las partículas gramaticales en la poesía de Homero. Ahora, entre botellas de champaña y discursos sobre el orden, se apodera del camerino. El profesor y la cabaretera se han vuelto tan íntimos que todo es posible entre ellos: sonríen, discuten, la mujer lo golpea, lo insulta y baila alrededor suyo, en medio de la enfermiza alegría de quien a pesar de todo es el amo. A los habituales del lugar no les cabe duda alguna: El Angel Azul ha caído en manos de Basura. Es él quien selecciona a los clientes que pueden acercarse a Rosa, aunque la mayor parte son marginados, en especial sus alumnos Ertzum y Kieselack. Nada puede hacer en cambio contra Lohmann, el indómito, ``el peor de todos, el alumno rebelde cuya elegancia constituía una humillación para la autoridad pobremente retribuida; Lohmann, que llevaba su desverguenza hasta no designar nunca a Basura por su apodo...''
La doble vida del profesor se impone y ni siquiera la amonestación del director del Instituto causa efecto. Al contrario, eso le permite a Basura justificar cultural y filosóficamente su ludibrio. ¿Qué tiene de malo mantener a una amante? ¿Acaso el gran Pericles no tenía por concubina a la célebre cortesana Aspasia? Estos ejemplos no satisfacen al director, y Basura, estimulado por la ira que su actitud desata, hace explícitos sus argumentos: ``El hombre versado en humanidades puede prescindir de la superstición moral de las clases inferiores.'' Y como él se mueve con increíble agilidad en dos mundos -el del pedagogo y el del proxeneta-, quiere unificarlos con su reconocida fuerza de carácter. Y lo que antes hizo en la Academia lo hace ahora en el cabaret: pone orden y establece unas reglas de juego de las que él es el único árbitro.
A causa de una truhanería de los estudiantes el escándalo llega hasta los tribunales, y lo que comenzó como un proceso por daños en la propiedad pública termina convertido en un juicio que cuestiona la moralidad individual y social de los involucrados. Y una nueva bofetada se le profiere a la rígida sociedad alemana de comienzos de siglo: el reputado profesor y la hembra de cabaret se casan. A partir de ahora, ella será la señora Rosa de Basura. Y si el bajo mundo ha contaminado al alto orbe intelectual, algunos factores se invierten: Rosa quiere que su marido le enseñe alguna lengua muerta y cuando se entera de que el griego es más difícil que el latín, opta por el griego. Y el día en que la cantante puede pronunciar por fin algunas partículas gramaticales de la Odisea, el profesor no cabe en sí de la dicha y se siente un nuevo Pigmalión: Basura le ha insuflado espíritu y belleza al barro.
Pero la vida de la pareja es tan intensa y los gastos tan reiterados que pronto los fondos económicos del profesor se agotan. Los acreedores no le dan tregua y una vez más Rosa encuentra la solución en las clases particulares. Pero pronto esos alumnos, por lo general comerciantes y potentados, caen bajo el influjo de la bella mujer y las lecciones degeneran en fiestas, luego en orgías y, finalmente, el hogar se transforma en un casino. La ciudad entera está al tanto y los más prominentes miembros de la sociedad se convierten en habituales contertulios, entre ellos el propio jefe de policía. Varias fortunas y reputaciones se van al traste pero la siempre atractiva presencia de Rosa le quita dramatismo a esos hechos. Y es ella quien lleva las cosas al extremo de cultivar y estimular la obscena pasión de ver cómo, gracias al juego y al placer clandestinos, se arruinan los mayores enemigos del profesor. Una torcida voluptuosidad preside la venganza: la mujer corrompe a Basura pero Basura corrompe a la ciudad y pisotea esos valores que en las aulas, los foros y los púlpitos todo el mundo defiende. Pero, no obstante tal complicidad, Rosa lleva una doble vida que el profesor se niega a admitir. Ella ``se entrega al adulterio con todas las precauciones y todo el ceremonial de una mujer seriamente casada'', pese a lo cual nadie puede apostar por un amante específico. Es entonces cuando reaparece el estudiante Lohmann, a quien ella ``se había empeñado en conquistar precisamente por ser el único hombre que le estaba prohibido''. Muy difícilmente el joven rebelde puede ocultar su repugnancia por esa mujer a quien antaño le escribía salaces poemas, así como el odio que siente por su corrupto esposo. No obstante, un mezquino incidente introduce a la policía en el asunto, tras lo cual la situación inicial se invierte: es el estudiante quien, al llevar a su maestro a la picota pública, pone de presente la fragilidad e impostura de todos esos valores que Basura identificó con su apodo. La Alemania del periodo guillermino vive de esta forma una paideia al revés y pronto el afán totalitario y la Gran Guerra le demostrarán al mundo el alcance de sus enseñanzas.