La Jornada Semanal, 6 de agosto del 2000
El hastío no es noticia,
es pegajoso como el aroma del tabaco
corriente,
como el tiempo.
En medio del silencio unánime de las
tardes mulatas
ruge El Moro, pero nadie lo escucha.
No hay más
vida que la no vivida.
No hay nada más allá del cerco
marino
casi en huelga, el coral negro
se consuela con la suerte
del balsero.
Todo se consume
lenta, muy lentamente:
sólo queda esperar a que
el sol
abandone a sus mujeres
para hacerles el amor
hasta que
el ron nos dé licencia.
Uno cree que los cactos están vivos,
Aquí el viento padece insomnio,
que los cuervos conocen el
secreto de las ruinas,
que dar es nunca morir;
uno termina por
creer en la mala suerte.
los vocablos se encabritan,
los
galápagos reprochan el silencio de las piedras de sol.
¿Cuánto dura la vida?
Vengo también
Como gota vigía
He visto la caída de una gota
disipada en
el suelo;
efímera,
más que la hormiga
que merodea mis
pasos.
de un cielo espeso.
que se esfuma
me detengo a esperar
ese
momento.
Huerta de mangos.
Las abejas laboran la miel negra.
Un cocotero crece,
La tierra ávida,
El sol aprisionado
Entretejo los hilos de mi muerte
Sal de mar,
Pendo de un árbol,
El silencio en el fruto familiar
yace en
calma.
Nadie teme.
únicamente para alargar su sombra.
yace más estéril que nunca;
se abre, entrega
cavidades.
en un charco de agua,
aún en el cenit, no
ofrece suficiente luz.
para dormir un sueño.
sal de mí.
soy semilla curvada;
aguardo a la tierra para
darme.
Es la espuma pecado
Vive el instante
Cual bóveda vacía
carne de arena
Regresa resucita
que el mar escupió
el cuerpo múltiple
anhela respira el aire
y al tacto de la
brisa
retorna al origen:
espejo de mar
Justo a la mitad
Sabe, prisionera de mis convulsiones,
Sabe que entre los nombres de mi selva
Justo a la mitad de mis infiernos
de los fantasmas y los monstruos
que por
costumbre guardo
en el expandirse y encogerse de mi pecho,
vas
acostumbrándome a perderte.
que guardo ángeles
también
entre la multitud de sombras,
que atesoro
resplandores
en medio de mis hambres.
hay alas que han perdido el
aire.
te has perdido,
y ya no tienes
besos,
y ya no tienes lágrimas
más peligrosas que la
lluvia.
Visiblemente trastornado
El laberinto de los días
Animal de juegos en barcos de papel
Eras sólo el traje de luces
Eras ángel del atardecer
Dibujante en
alas de acetileno
Que no contemplará la furia
De tantas páginas
escritas...
Se abrió para ti
Con la clave
designada
Y vivir era estar atado a la melancolía
De un
constante ir al tumbo de los mares...
Que atracaron más rápido que
La isla en dibujarse en ese mar ignoto
De la infancia...
Que vistieron tus años niños
Entre
alevosa utilería de fantasmas
Las horas muertas frente a la
ventana...
Llevo en las llagas
Adentrarse en las grietas
No confío
el filo de la tierra.
de los cerros,
soportar el frío
que
trae niebla.
la pulpa de mis nervios
-temo al abandono-.