La Jornada Semanal, 6 de agosto del 2000


CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Orientaciones

¿Dónde estoy?, ¿dónde queda?, ¿por dónde se llega?, ¿qué hora es? Me parece que a la orientación le concedemos menos importancia de la que merece. Por ejemplo, su importancia en la apreciación del arte y la literatura es grande (y en muchos otros campos, la conducta moral o la política, entre otros). ¿En qué consiste la experiencia de orientarnos? En hacer inteligibles las cosas mediante un marco de referencia, digamos grosso modo. Un mapa, por ejemplo, y es un ejemplo canónico. ¿Qué sería viajar de México a Europa sin el uso de mapas (mentales en general)? Una experiencia ininteligible, o una gran aventura, inmersión en lo desconocido. ¿Cómo se usa el mapa? Esto queda aquí, aquí estoy: es decir, se coordinan dos sistemas, o mejor, dispongo de una notación articulada para situar en el espacio mis percepciones.

Y bien, ¿cuando escribo cómo me oriento? Digo ``falta esto o lo otro'' o digo ``necesito bajar el tono de este pasaje, suena muy retórico''. ¿Cómo me oriento para hacer estos juicios? O en el teatro cuando se pregunta ``¿de qué trata esta obra, cuál es su tema?, ¿no estoy buscando orientación? Quiero decir, hay muchas clases o tipos de orientación, en general difíciles de explicitar, como cuando dices: ``Está desorientada, no sabe qué hacer con su dinero, o con su belleza, o con su vida.'' Esta orientación no es geográfica o espacial, sino de otros tipos, pero ¿podemos decir que la operación es la misma?, no sé, ¿qué decimos cuando decimos ``está desorientado, no sabe qué hacer con tanto dinero''?

Más importante y más general: la gente no busca explicarse las cosas, sino orientarse entre las cosas. La orientación es necesaria, urgente, vital; la explicación rara vez es perentoria, porque no es lo mismo estar extraviado que estar perplejo. Para actuar precisamos orientarnos y no tanto reflexionar meditabundos en las causas. La falta de orientación paraliza, y está probado que no sólo se puede, sino generalmente actuamos sin reflexionar. Cuando Sócrates propone que ``la vida sin examen (esto es, sin reflexionar sobre ella) no vale la pena ser vivida'', hace un movimiento oportuno, y tal vez desesperado, en el tablero dialéctico, porque sabe que la mayoría de la gente no gusta de reflexionar acerca de nada. Y no lo necesita para sobrevivir e irla pasando aunque sí, como recordaba Sócrates, para vivir en plenitud.

Parte de los errores que hacen estéril e irreal la estética es que se le ha puesto en orden de la explicación, cuando su lugar natural es el de la orientación. El rústico situado ante el incomprensible cuadro de Picasso, Klee o Pollock no necesita que se le explique nada, sino que se le oriente, que se le diga dónde está el mérito, dónde queda la dificultad de hacer algo así. Su experiencia de lo ininteligible es igual a la de un viajero que abriera los ojos en una ciudad desconocida y preguntara, ¿dónde estoy? O que creyera que son las cinco de la tarde, cuando en realidad son las ocho de la noche.

Pero ¿no es como explicar? No, más bien la orientación es un instructivo para estar en condiciones de actuar, de alcanzar un fin, de experimentar algo. Puede parecer explicación porque cualquier cosa, o casi, puede parecer explicación, pero la pregunta ¿cómo se llega a Balmoral? pide algo distinto de preguntas como ¿para qué fue diseñado así Balmoral?, ¿quién lo diseñó? o ¿de qué piedra está hecho?

Jenofonte va caminando por la calle; Sócrates lo detiene alzando el bastón a la altura de la cadera del caminante.

-¿Por dónde se va al mercado? -pregunta. Jenofonte responde.

-¿Por dónde se va a la virtud? -vuelve a preguntar Sócrates.

Perplejidad de Jenofonte, no puede responder. Clásico ``ven y sígueme'' del maestro Sócrates.

La necesidad de orientación tiene la ventaja de ser práctica, no teórica. Con referencia al arte y la literatura las consideraciones teóricas tienen sólo interés lateral, extrínseco. El arte no precisa de ninguna teoría, no necesita nada que no venga de él mismo. Puede tenerla, pero será un excedente de producción. Los grandes críticos, como Berenson, Wilson, Davenport, por ejemplo, más que teorías, dan orientaciones, por eso los leemos con voracidad. Responden a nuestra necesidad de saber dónde quedan las cosas, los méritos, los defectos, las iluminaciones y genialidades, y ellos son cartógrafos perspicaces, sutiles y experimentados.



Fabrizio Mejía Madrid


TIEMPO FUERA


Sangre

Cuando pienso en mi sangre fluyendo -acaso ya muy mezclada con nicotina- me es propia y ajena; sentirla bombeando o mirarla moviéndose dentro de las venas de la muñeca derecha me pone nervioso, pienso en infartos, embolias, trombosis. Es mejor no pensar nunca que el corazón trabaja continuamente. Dicen los chinos que si uno trata de contar las pulsaciones del corazón a lo largo de una vida, ésta terminará en el último dígito.

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En 1668 Jean-Baptiste Denis fue arrestado por la policía por hacer transfusiones. Expuso sus intenciones ante un jurado: ``Si introduzco la sangre de un animal apacible como, por ejemplo, la de una vaca en el cuerpo de un asesino, puedo atenuar su carácter violento.'' En el momento de su captura estaba inyectando sangre de oveja a un niño para ``calmar su alma''. Mientras la sangre ovina entraba en el torrente del niño, su sistema inmunológico reaccionó poniéndolo en shock: la circulación se detuvo, la presión bajó casi a cero y la temperatura corporal subió tanto que, en efecto, el alma del niño se calmó para siempre.

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El doctor Ryoichi Naito pertenció a la Unidad 731 de la Armada Japonesa que ocupó la ciudad de Harbin en Manchuria en la segunda guerra mundial. Todos los prisioneros chinos y rusos de la resistencia que cayeron en sus manos fueron utilizados para experimentos. En ellos se estudiaron fenómenos tan apasionantes como la muerte por hambre, frío, fuego y hongos. Pero lo que más interesó al doctor Naito fue el vaciado de los sistemas circulatorios y su rellenado con sangre de caballo. De hecho, al perder la guerra, Naito fundó el Banco de Sangre de Japón, hoy llamado la Cruz Verde, empresa que reporta tener un valor de más de mil millones de dólares.

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Entre sus productos de exportación, los países pobres incluyen partes del cuerpoÊde sus ciudadanos. Desde el descubrimiento, hace casi veinte años, de la ciclosporina por la compañía Novartis -una sustancia que reduce las reaccionesÊde rechazo inmunológico a los órganos ajenos-, los europeos van a Turquía por riñones, los magnates petroleros del Medio Oriente se operan en la India, los japoneses, coreanos, taiwaneses y residentes de Hong Kong van a China por lo que necesitan, los ricos latinoamericanos a Cuba, mientras que los norteamericanos esperan en casa a que les lleguen los órganos de México y Centroamérica. En China es donde el sistema funciona mejor: como los órganos provienen de prisioneros ejecutados, siempre hay manera de hacer coincidir el acto de la justicia con las necesidades del mercado. Con casi dieciséis mil ejecuciones sumarias al año, los médicos chinos han ingeniado un procedimiento infalible, propio de la igualdad que da el ser tumulto: unos minutos antes de la ejecución, el cirujano anestesia a la víctima y le inserta un tubo a los pulmones y un catéter a la vena. Entonces, el verdugo le dispara en la cabeza al condenado y el médico diligentementeÊle instala un sistema respiratorio y circulatorio artificial para que sus órganos se mantengan vivos. Así conectado, el cadáver es transportado al quirófano adjunto a la cárcel donde un millonario de Hong Kong espera dormido en una plancha. El tumulto es igualitario. Lo que hace la diferencia es la cuenta de banco.

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En Bélgica los procedimientos no son ajenos a la sutileza. Su sistema de donación de órganos se basa en algo llamado ``presunto consentimiento''. Esto quiere decir que si uno no desea que sus órganos sean separados para donación, debe manifestarlo por escrito y de manera legal. Si uno nunca se toma la molestia de ir a su alcaldía y quedar registrado en una lista en la red informática de los servicios de salud como ``no donador'', el médico asume que hay consentimiento de parte del muerto y procederá a remover los órganos utilizables. En esta legislación, lo que puedan opinar los parientes no tiene importancia alguna porque la decisión sobre el cuerpo es individual e intransferible, aunque el cuerpo esté muerto. Como en toda democracia, la abstención es algo que puede presumirse como apoyo.

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La resurrección posible es la de los órganos donados: una madre persigue a quien recibió los ojos de su hijo atropellado. Como la sangre, los tejidos vivos podrían tener algo de lo que fuimos en vida. ¿Pero qué? No hay en ellos memoria de la risa o del llanto, carecen de nuestros gustos, obsesiones y evasiones. Son material reciclable, intercambiable. Lo que nos hace semejantes es lo que nos hace sustituibles. Somos iguales porque nadie nos recordará.