La Jornada Semanal, 30 de julio del 2000



(h)ojeadas

Los evangelios de la tierra

Félix Suárez

León Guillermo Gutiérrez,
Evangelios de la tierra,
Conaculta/Instituto Veracruzano de Cultura,
México, 1999.

"Cracias a los símbolos -dice Mircea Eliade- el mundo se hace transparente, susceptible de mostrar su trascendencia.'' Así, nada es lo que parece. La realidad y sus objetos nos dicen (nos están diciendo) siempre otra cosa: su verdadero nombre, ése que alude invariablemente a una realidad superior, trascendente, que nos desliga de la tierra (o nos afirma en ella en un estrecho abrazo, en una estrecha comunión) y nos deja absortos, sumidos en la nostalgia de lo perdido, ``la huella del paraíso'', decía Zambrano, que no es otra cosa que la añoranza y la búsqueda del ser, el ``estado de naturaleza'', que Zambrano identificaba con la búsqueda del origen y que consistiría en ``poder leer claramente lo que se nos aparece en jeroglíficos de estrellas; ver el universo totalmente y en su sentido; habitar no un pequeño rincón desde donde percibimos a lo lejos y en enigma el universo, sino estar en él como en nuestra casa, gozar de su inmensidad sin sobresalto ni extrañeza, que todo nos sea familiar''.

Lo que María Zambrano niega, de algún modo, es la experiencia del hombre dividido, ciego y sordo, excluido del ritmo y la rima del mundo. Porque ``El mundo no es mudo ni opaco (...) no es una cosa inerte sin fin ni significación.'' ``Para el hombre religioso -dice Eliade-, el cosmos vive y habla'', y su lenguaje y sus referentes aluden siempre a una realidad sagrada, donde nada es gratuito y nada ocurre porque sí. El abrazo de los amantes es apenas una copia de un acto genésico ancestral, la cópula entre el cielo y la tierra, y sucesos tan definitorios como la vida y la muerte y la idea de una existencia posterior a ésta, no son sino imágenes de los ritmos cósmicos asociados al día y a la noche, y a la ``muerte'' y ``resurrección'' de la luna. Estas ``homologaciones antropocósmicas'' nos hablan de un sentido religioso de la existencia, donde la experiencia del hombre, de acuerdo con Eliade, ``es susceptible de ser equiparada a la vida cósmica y, por consiguiente, de ser santificada, pues el cosmos es la creación suprema de los dioses''.

Olvidar esto, negar nuestra condición estructural, desasirnos del espejo en el que nos vemos a diario, nos ha convertido en lo que Zambrano definía como extranjeros del mundo, sin voz, ni ojos, ni oídos, empeñados en forcejear y en morir sin consuelo, convencidos de que no hay objeto ni destino posible para los hombres.

Tal vez por eso León Guillermo Gutiérrez inicia este, su cuarto libro de poemas, Evangelios en la tierra, con un epígrafe reconciliador en el que se invoca a la Tierra: ``Tú que eres Tierra -dice Nazim Hikmet-/ es necesario saber amarte./ En ti reposa el grano de nuestras cosechas/ y los cimientos de nuestras casas.''

Desde esta percepción antigua y religiosa, León Guillermo desprende sus cuatro evangelios apoyado en una rica tradición humanística y religiosa que involucra implícitamente a los cuatro evangelistas, los cuatro elementos, los cuatro signos zodiacales de la cruz fija de los astrólogos, los cuatro puntos cardinales, los cuatro vientos y los cuatro ríos del Paraíso, que generalmente se asocian también a los cuatro evangelios; de éstos, se sabe que el de Juan fue el último en escribirse, a finales ya del siglo I, y correspondería, por su asociación simbólica, a los ``Evangelios del aire'', nombre de la primera sección de este poemario.

Compuesto por siete poemas, este primer apartado del libro subraya, como ningún otro, su firme ascendencia religiosa; en estos textos se pueden percibir claramente ecos y referencias bíblicas: alusiones a la pasión de Cristo y a las epístolas de San Pablo, referencias veladas a Adán y al Paraíso, alusiones a la virgen María y a un abrazo fraterno con el que León Guillermo reconcilia a Caín y Abel.

Ya desde el siglo IV, a San Juan y al resto de los evangelistas se les asocia con figuras de seres mixtos o tetramorfos. Así, a San Juan se le relaciona con el águila,Êpero también con el aire y, desde una perspectiva astrológica, con Acuario.

El primer poema del libro, ``Paisaje en rotación'', es una recreación y una imagen de los afanes del viento: ``Huyo en mi encuentro.../ Huyo, levanto muros/ subo escaleras, lento, de prisa/ y el vértigo de la soledad/ me precipita a un oscuro abismo.''

En las cinco últimas líneas del poema, el poeta restablece un diálogo entre los hombres y los elementos naturales. Así, es posible que el poeta (o su lector) se encuentre ``en el paisaje del agua, del silencio'', y se descubra, además, entre los dedos del viento separando la luz de las tinieblas. Sólo así, en este reconocimiento, León Guillermo encontrará también la respuesta última a sus preguntas, cuando descifre en la escritura del mundo ``que girar es a la Tierra como la rotación a mi sino''.

El segundo apartado, el más largo de los cuatro, se titula ``Evangelios del fuego'' y evoca, por su simbolismo, la figura de San Marcos, asociado al león alado y, astrológicamente, a Leo.

El fuego de estos Evangelios de León Guillermo Gutiérrez está íntimamente relacionado con la pasión amorosa. Ya en la Antiguedad, algunos pueblos que obtenían el fuego frotando una piedra contra otra, creían sabiamente que la pasión de los amantes surgía del frotamiento de los cuerpos, de la caricia.

La figura misma del león con que se representa a San Marcos estaba íntimamente asociada con el impulso amoroso o la pulsión reproductiva. No es extraño, pues, que encontremos a estos animales junto a deidades antiguas relacionadas con la fecundidad y el amor, como Cibeles, Dionisio o la propia Afrodita.

La latencia y la apetencia del fuego son las mismas que caracterizan al león: su capacidad para devorar y devastar. De ahí su valencia ambigua y contradictoria. Lo mismo -en una idea conciliatoria y sumaria- simboliza a la zarza ardiente, que al ``León de Judá'', a las columnas de fuego con que se manifiesta Dios, al instinto domeñado por la fuerza de Heracles o al fuego purificador del infierno.

No obstante, el valor que el poeta de San Julián, Jalisco, le adjudica al fuego, es la capacidad intrínseca de la flama, en la que arden por un instante los amantes, ésos que son ``muñecos de cera/ derretidos en el esplendor de una mirada''.

El poeta sabe así de la naturaleza votiva del amor y de su condición efímera de pabilo. Por eso, en estas líneas que remiten a la quemadura de Villaurrutia, el autor de Los dardos de Dios, nos dice:

En su condición proteica, el fuego es también para muchas culturas un elemento purificador y santificante. Inmediato a esta idea, León Guillermo escribe: ``Purificado ante el fuego de la carne/ retorno desde otro horizonte/ desde otro edén/ multiplicado en la luz bendecida/ por tus piernas, por tu boca azucena.''

La tercera parte del poemario, ``Evangelios del agua'', está constituida por cinco poemas que realizan un periplo interior, pero también un recorrido geográfico, que al final no será sino un mismo viaje que culmina en uno de los mejores poemas del libro, ``Desde la ventana'', donde la memoria -al igual que en ``Primavera de Madrid''- se re-hace de aguzadas armas y re-comienza su gozosa pasión de aceitada relojería.

El simbolismo acuático cristiano da a este re-comienzo un valor fundamental de renovación en las aguas bautismales, ``el asiento del Espíritu Santo'', que, según Tertuliano, prefirió a éstas por encima de los demás elementos.

Este carácter generador y renovador del agua es, de algún modo, el mismo que define el comportamiento de la memoria y su capacidad regenerativa del tiempo vivido. Sólo que, a diferencia de lo que ocurre con el bautismo, en el que el agua borra un pasado de pecado y corrupción, aquí la memoria re-inventa, reviste de nuevos atributos al pasado.

Ningún tiempo como el pasado tiene esta capacidad mutable que le confiere la memoria. Desde ahí, como en el futuro, todo está por hacerse o rehacerse, aunque sea, ciertamente, desde un plano virtual.

Siguiendo el plan inicial de estos comentarios, los ``Evangelios del agua'' corresponderían simbólicamente al Evangelio de San Mateo, asociado al ángel o al hombre alado, pero también al agua y su sentido de renovación.

En los Evangelios de León Guillermo, el agua es una imagen de la memoria y del tiempo en perpetuo movimiento, pero también es un elemento disociador que pone distancia entre los amantes, así como un elemento catalizador que los reúne:

En este contexto, las aguas del mar son también una constante ausencia o apenas la presentida presencia que invoca desde lejos la nostalgia del poeta: ``¿dónde está la playa?/ qué lejos veo el mar, el agua''.

Este último apartado, que da título al libro, particulariza en el elemento terrestre que evoca a San Lucas, asociado a la figura del toro, pero curiosamente también a atributos femeninos y creadores. Tal vez por eso esta sección inicia con un poema de evocación de la infancia del poeta, donde ``la madre es universo y cosmogonía''. Nada más cierto. La madre, según Eliade, es una imagen de la tierra y no hace sino imitar o repetir ese acto primordial de la aparición de la vida. La Tellus Mater o la Terra Mater, bien conocida de las religiones mediterráneas, dice Eliade, da vida, recibe en su seno a todos los seres, primero nutriéndolos y después alojándolos de nuevo, como un germen fecundo.

Por eso también, a lo largo de estos poemas, encontramos, referido en distinta forma, el universo de trazo femenino, en motivos como la ubre recién ordeñada, los animales domésticos o las canicas donde rueda el mundo.

En estos ``Evangelios de la Tierra'', como en ninguno de los tres restantes, la desolación y el exilio interior son las marcas de fuego que señalan las páginas (ver el poema ``Buenas noches''). La vida que siempre se está yendo desde los vagones de un tren, desde los rostros innavegables de los aeropuertos, desde los cuartos solitarios del hotel, las maletas hechas y deshechas en cada partida.

Ahí están los suaves propósitos de estos poemas: la memoria errante y lastimosa, los trazos del pasado que centellean como piedras preciosas a la primera provocación; las ausencias que llevan el imposible peso de la distancia y el dolor acuciante de lo perdido.

Ahí se detienen por un instante, en un anhelante reposo, el agua memoriosa, el fuego trasmutador y terrible, el aire que no cesa de recordarnos que habremos de pasar, la tierra invicta donde se cumple el fruto y el destino final de nuestros días.



n o v e l a


El veneno literario

Jacobo Medina Robledo

Paul Levine,
9 Escorpiones,
Editorial Patria,
México, 1999.

Indiscutiblemente hay norteamericanos a quienes les encanta regodearse en sus defectos, que gozan exacerbando su falso tradicionalismo cultural, que se sienten obligados y capacitados a emitir juicios respecto de las circunstancias o los gustos de otras personas a quienes no pueden comprender. Indiscutiblemente hay norteamericanos que pretenden, tal vez inocentemente, salvar al mundo aplicando y compartiendo su estilo de vida. Indiscutiblemente hay escritores y lectores para todos los gustos.

9 Escorpiones arranca de una manera espectacular: un ex piloto de la guerra del Golfo Pérsico (Vietnam es pasado superado) vuela un DC-10 de la compañía Atlantica Airlines con destino a Miami. Aún en vuelo la nave explota. Así de rápido descubrimos el asunto que se tratará en la novela, de tal manera que en las dieciséis primeras páginas tenemos una historia perfectamente redonda, digna y genial para Hollywood.

Con la sencillez -o simpleza- del thriller norteamericano, Paul Levine nos presenta la triste historia del ex piloto Tony Kingston, un hombre justo, valiente, atractivo, que no necesita del ``fanfarroneo machista de Top Gun'', que siempre va bien vestido y sin duda es un norteamericano ejemplar. Sin más rodeos Lisa Fremont hace su aparición; ella es una mujer profundamente amada, que ha pasado por cosas difíciles, cito: ``de niña maltratada a adolescente que huyó de su casa a nudista menor de edad; luego, con la ayuda de un hombre mayor -que no fue Tony, maldita sea- un nuevo camino, summa cum laude en Berkeley, y ahora estudiante de leyes en Stanford''; en fin, el tipo de chica que es capaz de alborotar a los Estados Unidos de Norteamérica con filmes como Mujer bonita.

Tony ha muerto, y de los 288 pasajeros no queda más que la profunda pena moral de los familiares y una demanda a la aerolínea por daños por homicidio culposo. Lisa continúa su vida y consigue ser entrevistada por el magistrado Sam Truitt; entonces da un enorme paso, ahora es abogada asistente en la corte de apelaciones de Estados Unidos en el Distrito de Columbia. Sam (¿el tío?) tiene ``el entusiasmo de un joven y la sabiduría de un filósofo. Sin mencionar el cuerpo de un atleta y la sonrisa sencilla de un hombre a quien el mundo le parece divertido''.

Sintiéndose atraídos desde que se conocen, Lisa y Sam harán todo por estar juntos en las páginas restantes. Pero hay un obstáculo en sus vidas: el hombre que rescató a Lisa del table dance es un mafioso involucrado con el caso de Atlantica Airlines; Max Wanaker pretenderá que Lisa y Sam le salven el pellejo y lo ayuden a recuperar el dinero de sus jefes, una banda de japoneses corruptos. La pareja de enamorados, comprometidos con la implantación de la ley, que no de la justicia, tendrán que enfrentar diversos obstáculos, desde la mafia japonesa (siguen de moda los japoneses como representantes de las fuerzas malignas), hasta pasar por encima de un abogado joven, a quien Levine le dedica todo un capítulo para explicar que es homosexual, que lleva una vida promiscua y que, casi como castigo, es asesinado en un cine mientras tenía sexo oral con uno de lo mafiosos.

Con matices de varios géneros novelísticos (rosa, negra, de aventuras, policiaca, suspenso, melodrama, etcétera) Paul Levine ha construido un producto que cumple con el objetivo de entretener. Probablemente armada bajo el método del paradigmático guionista y productor de cine Syd Field -quien logró simplificar y adaptar los principios aristotélicos de la tragedia griega a las necesidades de Hollywood y al discurso ideológico del gobierno norteamericano-, 9 Escorpiones da cuenta de la necedad gringa por conquistar al mundo con historias que, lejos de proponer algo al lector, sólo permiten concluir que todavía están muy ocupados en armar grandes espectáculos e inventar nuevas guerras, todo esto sin que les importe la realidad de la gente que, aún siendo norteamericana, se ha quedado fuera del esquema de vida oficialmente dictado.



c r ó n i c a


Perú en el reino de este mundo

Pablo Ortíz Aguila

Alvaro Vargas Llosa,
En el reino del espanto,
Grijalbo,
México, 2000.

Como una obra valiente puede ser clasificada esta nueva ``novela de no ficción'' o amplio reportaje novelado con el que Alvaro Vargas Llosa denuncia los numerosos mecanismos clandestinos de represión asumidos a lo largo de la década pasada por la milicia peruana durante el régimen del hoy dictador Alberto Fujimori.

Sin lugar a dudas el sustantivo ``valentía'' está bien aplicado en este caso, ya que se da razón con nombres, ``santo y seña'' de esta serie de engranajes y redes del mundo subterráneo de los grupos de inteligencia utilizados por el poder ejecutivo para la persecución de dirigentes de izquierda, así como de cualquier otro tipo de oposición, incluidos ``Sendero luminoso'' y miembros del servicio de espionaje del propio ejército. Por ejemplo: ``¿Puede alguien dudar que el primer nombre en acudir a la lengua, en 1990, ante la urgencia de crear un destacamento de operaciones especiales, con la finalidad, entre otras cosas, de eliminar a Abimael Guzmán, tenía que ser el de Martín Rivas? [...] el comandante general del ejército Pedro Villanueva aprobó la creación del destacamento, y Bari Hermoza, el sucesor, [lo] asumió con entusiasmo...''

En El reino del espanto encontramos un testimonio del horror. Se van tejiendo, a lo largo de la trama, los acontecimientos de un presente y un pasado, parte con hechos y parte con especulaciones que se dan sobre la marcha. Los cuatro casos aquí tratados tienen como eje a un periodista que investiga los sucesos junto con su grupo de colaboradores, poniéndole nombres a la verdad con métodos parecidos a los que utilizan los espías y detectives de la novela policiaca.

Hay que precisar que si bien El reino del espanto es una obra valiente, puede despertar cierta suspicacia y algunas especulaciones sobre cuál podría ser su verdadero, por ejemplo: posiblemente su publicación cercana al periodo electoral no estaba dentro del plan original. No hay que olvidar que el padre del autor, el consagrado Mario Vargas Llosa, perdió la contienda electoral frente a Alberto Fujimori.

Entonces, ¿por qué la aflicción? En un país como Perú hay un Estado debilitado hasta los huesos por el ejército y los grupos paramilitares, y esos huesos terminan por afilarse como cuchillos de marfil, precisamente para la represión y la impunidad.

En cuanto a la forma, estamos frente a un testimonio que ofrece amplísima información, a la par de la crónica detallada y sus interrogantes como conclusión a cada párrafo: ''Uno por uno, la cogen por el cabello, que lleva largo y encrespado, y la fuerzan hacia el piso, la levantan en vilo cuando está por desplomarse, y así sucesivamente...''

``¿Sospechaban de verdad los investigadores? ¿O era un pretexto para acabar con ella? [...] ¿sacaría ahora las garras?, ¿estaría ya colaborando con el enemigo para el ajustamiento de cuentas?''

Alvaro Vargas Llosa (Lima, Perú, 1966) es periodista y entre sus obras y coautorías están: El diablo en campaña, La contenta barbarie, El exilio indomable, Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de miseria



n o v e l a


El incendio interior

Natalia Nuñez

Francesca Gargallo,
Marcha seca,
Editorial Era,
México, 2000.

Este libro de Francesca Gargallo narra un periodo en la vida de una escritora, su reclusión en un caserío con su hija de cuatro años, su literatura y todos los recuerdos que despiertan a partir de la visita de un amigo, un viejo militante político que conoció en los días de universidad. Entonces la protagonista comienza una difícil reflexión sobre su propia vida.

``Lo vemos de noche, lo olemos de día, ahí, constante y lento, mientras avanza sobre el rastrojo de las milpas y los magueyes sedientos se abrasan un instante a su paso.'' Su pudiéramos acercarnos al fin del mundo, esta sería la historia que lo describiría. El fin de la vida, de las instituciones, y el comienzo de la conciencia de lo que no debe ser.

Las cenizas son la reencarnación del fuego. La columna vertebral, el desierto chichimeca consumido por la muerte que crepita en cada grieta de la tierra. No oscurece, la sierra es una antorcha encendida llena de fantasmas que habitan en la bruma. La narración se desgrana desde el principio. Comienza y ya están presentes el infierno de la tierra en llamas, el humo, la sequía, la sed, que se mezclan con el tono de la desolación.

De alguna manera, en este exilio voluntario la escritora se adueña del pensamiento indígena, que parte de considerar a la naturaleza desde un plano de igualdad: sólo extraen de ella lo que van a consumir, pero las circunstancias ya no son las mismas. A raíz de la conquista, estas etnias fueron expulsadas de las regiones fértiles y confinadas en los pequeños valles, entre abismos y cumbres, de la Sierra Madre Occidental.

La marcha comienza cuando un indio amigo les pide ayuda para rescatar a un grupo de mujeres y niñas atrapadas en medio del desastre. Ella lleva a su pequeña hija, con la que va a todos lados sin excepción. Pero la sed, las enfermedades y la siempre presente muerte, hacen de este un viaje al caos existencial. La escritora descubre los profundos miedos que la acosan: la soledad, la incapacidad para enfrentarse a una relación de pareja, el desasosiego ante la sola idea de perder a su hija. La incongruencia de su aislamiento, causante de los sentimientos que la atemorizan, hace que uno se pregunte si es necesario llegar a ese extremo o buscar esa iniciación a la vida basada en la privación y el dolor.

Paralelamente, el indígena y sus costumbres son protagonistas; el amante, que sacrifica su vida para que su sangre genere la metamorfosis que convierte el pan en el cuerpo de Cristo, y la sangre en la lluvia salvadora. La fe y el escepticismo, las diferentes visiones en un mismo mundo donde las cosas no necesariamente son como las planeamos.

Se siente el enojo profundo por la falta de respeto hacia el hombre y su entorno: la flora, la fauna, el ser humano, indígena o no. Es una visión cotidiana del deterioro ambiental promovido por la falta de conciencia de las autoridades, representadas en Marcha seca por el Asesor de la Secretaria de Desarrollo Rural: un científico torturado por la culpa, que se pierde en papeleos burocráticos sin poder concretar en hechos lo que la teoría exige como necesario y urgente.

La ceniza y el agobiante calor destrozan las almas, la vida cotidiana se transfiere a diferentes planos de la realidad. Francesca pone los pies sobre las cenizas, y a cada paso recuerda su fuerza vital. En medio de la niebla espesa que produce el fuego: ``Mi hija duerme. En su sueño mis temores se agigantan. Los de toda hembra mamífera y los de la posmodernidad: qué si me muero y se queda sola, qué si este mundo no nos contiene más.''

Las ramas crepitan, chisporrotean, hablan, gritan, como la voz ágrafa de sus pobladores. La Mesa del Nayar ha sido descubierta por el infierno; sin embargo: ``La noche. Todavía la fantástica noche de la Sierra Madre Occidental. Intento borrar de mi memoria los pronósticos de los ecólogos y por un instante sólo pienso en mí.'' Es la propia voz de Francesca la que busca en el entramado de su confusión los secretos para amar y ser amada, el pulso de la supervivencia, los principios y las convicciones.

Francesca Gargallo nació en Roma, Italia, el 25 de noviembre de 1956, vive en México desde 1979. Es periodista, narradora y poeta. Estudió la licenciatura en filosofía en la Universitá delgi Studi di Roma; obtuvo el doctorado en estudios latinoamericanos de la UNAM. Ha publicado tres libros de poesía y las novelas Días sin casura (1986) Calla mi amor que vivo (Era, 1990), Estar en el mundo (Era, 1994), Los pescadores de Kukulcán (1995) y La decisión del capitán (Era, 1997). Esta es su sexta novela.



FICHERO

Diseño

Palabra de tipografía I. Word of typography I, diseño de Germán Montalvo y Alicia Kobayashi, edición y traducción de Sayri Karp, Diana López Font y Matt Madden, edición bilingue, núm. 3, Libros del Bosque, D.F., México, 1999, 170 pp.

Ensayo (literario)

Ensayistas ingleses, Lord Bacon, Jonathan Swift, Richard Steele, et al, estudio preliminar de Adolfo Bioy Casares, Col. Biblioteca universal, CONACULTA/Editorial Océano, Madrid, España, 2000, 487 pp.

La prosa de Gutiérrez Nájera en la prensa nacional, Irma Contreras García, Universidad Nacional Autónoma de México, D.F., 1998, 397 pp.

Ensayo (político)

El clan Salinas o La persistencia en el poder, Ignacio Hernández, Seri Editores, D.F., México, 2000, 156 pp.

La rebelión de Chiapas. La lucha por la tierra y la democracia, Neil Harvey, Traducción de Rafael Vargas, Colección Problemas de México, Ediciones Era, D.F., México, 2000, 301 pp.

Ensayo (sociológico)

La civilización de los padres y otros ensayos, Norbert Elias, compilación y presentación de Vera Weiler profesora de la Universidad Nacional de Colombia, Grupo Editorial Norma, Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1998, 534 pp.

Filosofía

Obras filosóficas, Aristóteles, estudio preliminar de Francisco Romero, Col. Biblioteca Universal, CONACULTA/Editorial Océano, Madrid, España, 2000, 379 pp.

Tratados morales, Cicerón y Séneca, estudio preliminar de Francisco Nóvoa, Col. Biblioteca universal, CONACULTA/Editorial Océano, Madrid, España, 2000, 480 pp.

Un funesto deseo de luz, Alberto Constante, Col. Filosofía y ciencia, Grupo Patria Cultural/Nueva Imagen, D.F., México, 2000, 222 pp.

Historia

Ensayos sobre la cultura de Veracruz, José Velasco Toro y Félix Báez-Jorge (coordinadores), Universidad Veracruzana, D.F., México, 2000, 223 pp.

Narrativa

De Madrid... ...al cielo, Josefina Aldecoa, Francisco Ayala, Juan Luis Cebrián, et al, edición de Rosa Regás, Muchnik Editores, Barcelona, España, 2000, 183 pp.

Juguetes del destino, William Trevor, Col. La otra orilla, Grupo Editorial Norma, Santa Fe de Bogotá, Colombia, 2000, 229 pp.

La sobrina de Rameau, Cathleen Schine, Col. El dorado, Grupo Editorial Norma, Santa Fé de Bogotá, Colombia, 2000, 346 pp.

Novelas y cuentos, Dostoievski y Tolstoi, estudios preliminares de Ignacio Millán y José E. Iturriaga, Col. Biblioteca Universal, CONACULTA/Editorial Océano, Madrid, España, 2000, 382 pp.

Tú, mío,Erri De Luca, traducción de Juan Carlos Gentile Vitale, Col. La medianoche, Muchnik Editores, Barcelona, España, 2000, 123 pp.

Pedagogía

Construyendo la diversidad. Nuevas orientaciones en género y educación, Rosa María González Jiménez (coordinadora), SEP/Universidad Pedagógica Nacional/Miguel Angel Porrúa, D.F., México, 2000, 279 pp.

Experiencias educativas en el Estado de México. Un recorrido histórico, Alicia Civera Cerecedo (coordinadora), El Colegio Mexiquense/Estado de México, Estado de México, México, 1999, 609 pp.

Poesía

Silencio rojo, Deana Molina, Col. Bakatete ardiente, núm. 2, Agrupación para las Bellas Artes, Sonora, México, 1999, 96 pp.

Revistas

Economía informa, núm. 284, febrero 2000, Angel de la Vega Navarro, José Ayala Espino, Víctor Rodríguez Padilla, entre otros, Facultad de Economía/unam, D.F., México, 55 pp.

Equis, núm. 27, julio de 2000, textos de Teresa del Conde, Esther Seligson, Ernesto de la Peña, Chloe Aridjis, entre otros, Ulises Ediciones, D.F., México, 80 pp.

Chiapas, núm. 9,textos de María Jaidopulu Vrijea, Elizabeth Pólito Barrios Morfín, Edur Velasco Arregui, entre otros, Ediciones Era, D.F., México, 2000, 225 pp.

Origina, núm. 89, julio 2000, año 8, textos de Alfredo Jalife Ramhe, Ramón Pieza, Pablo Corral, entre otros, Gilardi Editores, D.F.,México, 80 pp.

Ventana interior, núm. 9 julio-agosto de 2000, vol. II, año 2, textos de Martha Favila, Armando Adame, Artemio González García, Manuel Cruz, entre otros, Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Occidente, México, 62 pp.

teatro

Tragedias, Shakespeare, estudio preliminar de Antonio Pagés Larraya, Col. Biblioteca Universal, CONACULTA/Editorial Océano, Madrid, España, 2000, 456 pp.