Mixteca internacional
La fuerza de la ausencia
Gustavo López Ángel


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Turquia 1999
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Inonesia 1996
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Desierto de California y México 1997

Mi primer intento fue a las 6 de la mañana y alcancé a cruzar de mojado por un zanja a San Diego. Yo solito me busqué un coyote porque el que me recomendaron lo habían matado, entonces elegí otro y ese me cruzó: me cobró 900 dólares.  

Celedonio Reyes, El Rosario Micaltepec, Petlalcingo


Una tarde iba a subir a su departamento cuando le dijo un amigo puertorriqueño que no subiera, porque a sus amigos se los había llevado la Migración y que a él lo andaban buscando, entonces le pidió de favor al amigo que fuera por su ropa y él aceptó. Después de que trajo lo que le pidió, le dijo que más no podía hacer por él, y tuvo que dormir en las avenidas del Bronx.

Anselmo Leyva, Chinantla


Los gringos güeros están en el mero centro, nosotros estamos con chinos, negros, dominicanos. Los dominicanos y colombianos manejan mucha droga, hay gente vendiendo en todas las esquinas. A cada rato hay muchos muertos, violaciones y todo, por la droga se matan, todo es por la droga. 


Celedonio Reyes, El Rosario Micaltepec, Petlalcingo


¿Porqué se van hermanos? Nuestra tierra es muy buena, algunos dicen; ¿cuál tierra?, 
no tenemos, donde quiera es ajena, dicen otros.

Guadalupe Hoyos, Piaxtla


Después de juntar una pequeña cantidad de dinero, Juan regresa a su pueblo con la mentalidad de encontrar su casa en mejores condiciones que cuando se fue. Encuentra que su hijo es un borracho, su esposa le fue infiel. Juan se queda unos días con su familia, embaraza a su esposa y se regresa a Estados Unidos sin esperar a que nazca su hijo. 


Rosalba Morán, Petlalcingo 


Después de trabajar de lunes a domingo no había otra cosa en que refugiarse más que en irse al cine, "al piojito" que le llaman, tres películas mexicanas, desde luego, por un dólar. O comprar sus cervezas budweisser, para estar a tono con el país, o irse a las cantinas a tomar cerveza, cerveza gringa, para ver si se nos pegaba algo de los güeros. 


Anónimo, Puebla

El territorio es la parte medular de los pueblos indios. Ejercer soberanía en el territorio común es primordial para la identidad de las comunidades mixtecas del estado de Puebla, que conviven con grupos de los pueblos popoloca y nahua. Pero es central entender las fronteras de la comunidad, y entre los mixtecos éstas se extienden a los lugares a los que migran. De ahí retornan a participar comunitariamente en una variedad de actividades y participar en cargos públicos. Es sabido que las aportaciones económicas de los migrantes a su comunidad sobrepasan con mucho los presupuestos asignados por el gobierno federal a los municipios y por éstos a sus comunidades. Hoy el panorama está cambiando en la Mixteca y el gobierno requiere a los migrantes para que sean inversionistas de sus grandes proyectos de desarrollo. A contrapelo de esta coptación, la Mixteca revive gracias a diversos proyectos autogestivos que tienen su lógica en la región como un todo, sin importar lo poblano, guerrerense o oaxaqueño. Entrevistado por Ojarasca, Gustavo López Ángel, asesor organizativo en la Mixteca poblana, abre algunas de esa puertas y ejemplifica mediante una comunidad los vericuetos del sentido en común que sigue en construcción. Los testimonios de algunos migrantes mixtecos a Nueva York completan el cuadro.

En los años veinte y principios de los treinta, la gente del pueblo Ñuu Yanchi, del municipio de Petlalcingo, logró adquirir una porción de una hacienda. Pasaron así de la categoría de medieros a ser pequeños propietarios, y constituyeron una estructura organizativa para manejarse, un sistema de tenencia de la tierra muy específico que poco tiene que ver con las clásicas definiciones de propiedad pública, privada o social porque se rige en términos jurídicos como propiedad privada, pero en términos de uso social, es un sistema comunitario. Hay parcelas que trabaja la gente, que transfiere por sucesión hereditaria, pero también una porción de las tierras de monte pertenecen a la asociación y son percibidas como tierras del pueblo, como tierras comunales. Formaron ante notario público una asociación de pequeños propietarios con un estatuto, que regula el nombramiento de sus dirigentes cada dos años y que determina el sentido de territorialidad mixteca que sus socios quieren darle a la región. Es muy importante el papel desempeñado por estas instituciones locales en la organización social de las comunidades mixtecas, como elemento de cohesión y al mismo tiempo, de impugnación al Estado. Las instituciones oficiales sólo tienen sentido en tanto integran la región al resto del sistema.

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El agua y las rutas
Las tensiones en la Mixteca poblana son más un conflicto por el agua que por la tierra. El agua escasea. Desde los ochenta la gente de Petlalcingo comenzó a tener problemas con la gente del aledaño municipio de Chila de las Flores, porque cortaron el agua. El corte del agua le afectó terriblemente a la comunidad y los huertos familiares otorgados por el Pider-Coplamar murieron en pocos meses. Ahora queda un arroyuelo que comparten con otra comunidad mixteca. También en Petlalcingo los grandes propietarios establecieron bombas cerca de donde están las de los comuneros y mermaron la capacidad de riego. Los mantos acuíferos se están agotando. No sólo los ríos. Hay áreas de riego que desaparecieron a partir de la instalación de estas bombas que transgreden la normatividad.
Los comuneros no encontraban canales para hacer sus reclamos, porque los agentes del ministerio público estaban coludidos con los caciques locales. Y no avanzaban las demandas. La gente que entablaba denuncias contra los caciques terminaba siendo detenida, aprendida y obligada a firmar un documento donde renunciaba a cualquier reclamo.
Fue tal el escándalo que al interior de la cabecera municipal generó una ruptura dentro del partido oficial, y los comuneros decidieron no apoyar las candidaturas designadas por los caciques y postularon una propia, aliadas todas las comunidades. Sacaron del poder a los caciques e instalaron un presidente comunero, que murió en circunstancias turbias el año pasado, antes de terminar su periodo. Hoy mediante la alianza con los maestros, los comuneros continúan en el poder. Las relaciones con la cabecera son mucho menos tensas que hace tres trienos, pero con la escasez del agua llegó la migración.
El proceso de migración atenuó el conflicto por la tierra. Ante la ausencia, y la escasez de la mano de obra, enormes áreas temporaleras quedaron vacías. En Petlalcingo los comuneros no encuentran quién trabaje muchas tierras de temporal. No hay gente para cultivarlas. La mayoría se ha ido al Norte.
Dos son los momentos del proceso migratorio en los últimos doce años. Primero hubo una marcada tendencia hacia los centros urbanos nacionales que inició camino en el corte de la piña en Loma Bonita, Oaxaca, hace ya muchos años. Después vino la pauta internacional que comenzó a consolidar un circuito que vincula a Iztapalapa con California y Nueva York. Iztapalapa es ahora el centro rector de este circuito, que conecta Estados Unidos con la comunidad de origen.
Iztapalapa se convirtió en un centro porque su gente se encarga de convocar a la gente de Nueva York y California, de la fiesta patronal o de las obras de infraestructura para la comunidad, de reunir las remesas de dinero y enviarlas a la comunidad con el reconocimiento de cuánto aportó cada persona.
Los migrantes tienen sus rutas: han desarrollado una red pero también sus nichos laborales, su mercado de trabajo. La ruta habla de la historia de cómo se construyó la red, que pasa por Tijuana, Los Angeles, y de ahí a Nueva York. Aunque parece un poco largo, esa es la ruta que construyeron y en su recorrido la rememoran. En Tijuana tienen experiencia en el paso; las familias establecidas los reciben uno o dos días y cuando los sienten preparados los mandan a Los Ángeles. Ahí les tienen preparados los boletos del avión para Nueva York. Si alguien se queda en California, también hay trabajo para ellos. Y les avisan, necesitamos veinte gentes. A veces no logran cubrir la demanda con los del pueblo. Y entonces corren la voz a los de Iztapalapa que se desplazan al pueblo parasalir juntos. O se reúnen en México y se van directo a Tijuana.
Hay un proceso de decrecimiento en la Mixteca. Los únicos puntos que se mantienen son las ciudades como Acatlán de Osorio, centro rector de la economía de la Mixteca poblana, cuya población sigue creciendo.
El fenómeno de la maquila comienza a verse en Acatlán y en Petlalcingo, nichos laborales muy limitados pero que garantizan la inserción de la gente que pueda conectarse por las carreteras. Pero para las comunidades más alejadas, no tiene sentido trabajar en las maquilas porque el sueldo es el mínimo y el costo del pasaje equivale a 15 o 20 pesos diarios. Para alguien de Ñuu Yanchi, por ejemplo, viajar a Acatlán significa diez pesos la ida y diez la vuelta, y le pagan cuando mucho diez, 12 pesos más por trabajar en la maquila. Eso limita este tipo de mercado laboral.
La migración suena más como una opción para ellos. La migración nacional sigue siendo fuerte para quienes ya están inmersos en ella o cuentan con algún nicho en la ciudad de México. Ñuu Yanchi tiene 65 familias y su contraparte en Iztapalapa, Santiago, tiene 140.
Los mixtecos son muy persistentes en su retorno a la comunidad. Van y vienen, se quedan unos dos, tres meses, seis meses en algunos casos, algunos deciden permanecer dos o tres años en la comunidad. Esta permanencia se construye a partir de la membresía. A partir del apoyo a las obras de construcción del pueblo. Ahí también se canalizan recursos. Si el migrante ha estado apoyando a la comunidad en la fiesta patronal y en las obras para reparar el templo, para arreglar el parque o la calle, para instalar la red de agua potable o el drenaje, cuando regresa se reconoce su trabajo y se le inserta en el sistema comunal y puede ocupar cargos.
Para considerarlos miembros de la comunidad les ponen pruebas. Una es participar en el rodeo, (reunir todo el ganado que ha invadido sus terrenos y hacer que los dueños paguen por recuperarlo) que representa una práctica social, riesgosa, que garantiza a los miembros de la comunidad la defensa de su territorio, frente a los acosos e invasiones del exterior ante la nula presencia o la falta de interés del estado. El hecho no es fortuito, le antecede una larga trayectoria de agresiones e invasiones de los pueblos vecinos, particularmente de los mestizos. Incorporar a los migrantes al rodeo es una forma de ratificar su pertenencia al pueblo y sus instituciones comunitarias. Es un ritual de paso, transitar de la categoría de "paisano" a miembro pleno de la comunidad.
Para los que se quedaron en la región no puede obviarse el problema de la tierra. La mayoría tiene superficies muy pequeñas. Cuando mucho llegan a las dos y media hectáreas por familia. Hay quien tiene apenas 1 200 metros. Otros apenas un octavo de hectárea siembran, orientados al mercado de Huajuapan de León y en menor medida al de Acatlán de Osorio. Producen cilantro, rábano, lechuga, comino, para estos enclaves. Pero la tierra ya no permite por sí sola la subsistencia de la unidad familiar. Los rendimientos van de 250 a 400 kilos de maíz por hectárea. A todas luces esto es insuficiente. Compensan un poco con el tejido de sombrero de palma. La manufactura de sombreros paga entre 7 y 9 pesos y se hace un sombrero al día. Las familias con menores recursos tienen que intensificar la producción para mantenerse, lo cual es tan difícil que ahora son cada vez más importantes las remesas que les envían los migrantes.
Más del 90 por ciento de las familias de la región recibe remesas. Su monto depende del número de integrantes de la unidad doméstica en Estados Unidos o en la ciudad de México. Los migrantes de Nueva York llegan a mandar 200 o 300 dólares cada dos meses a sus familias. En algunos casos llega más: 400 o 450 dólares. De mil a cuatro mil pesos de remesas, cada dos meses.

El gobierno ofrece maquila y servidumbre
El gobierno de Melquiades Morales impulsa un programa de vínculo con los migrantes en Nueva York y plantea expandirlo a California y Chicago. Percibe a los migrantes sólo como generadores de divisas y los impulsa a ser inversionistas. Pero la inversión de los migrantes mixtecos planteada por el gobierno no va dirigida hacia las condiciones estructurales que motivaron su expulsión. Quieren canalizarla hacia nuevos corredores industriales en Tehuacán, en Ciudad Serdán. Que no den dinero a las comunidades sino que se asocien con el Estado como inversionistas al estilo taiwanés o coreano. Los quieren convertir en patrones de la maquila. Está el caso de Fernando Lucero que tiene una fábrica en Nueva York, y que con el nuevo acercamiento con el gobierno del estado, monta una maquila, fuera de la Mixteca, donde tiene alrededor de 1 200 empleados. No se perfilan otras perspectivas.
Mixtecos así, que salen a la luz pública, son lo que en la región se conoce como mixtecos "mestizos". Los mixtecos "indígenas", o los popolocas o nahuas, no tienen un espacio, no figuran, no tienen voz, ni se reconocen problemas como su lengua materna. Las acciones desarrolladas para los poblanos en el extranjero no tienden a fortalecer procesos culturales, constructores de identidad. La visión del Estado está supeditada al programa de mexicanos en el extranjero. Y sus líneas no son muy diferentes de los proyectos de Jalisco o Guanajuato: el programa 3x1 donde un dólar lo aporta el migrante, un dólar el municipio, un dólar el gobierno estatal y un dólar el gobierno federal. Este programa tiene años en Zacatecas. Hoy se habla de esto aquí en Puebla.
En un principio el apoyo a las obras de infraestructura de los migrantes se canalizaba hacia obras religiosas, la fiesta patronal, la restauración del templo. A veces se transfería a obras públicas. Lo preocupante es que refleja la ausencia del Estado. Los migrantes han reemplazado al Estado en este rol y a cambio de qué. Finalmente los migrantes ni siquiera tienen derecho al voto en el extranjero. No son reconocidos como ciudadanos mexicanos de hecho. En algunos casos la gente tiene muy claro que el municipio es una cosa, es gobierno. Y la función del gobierno es dotar de infraestructura al pueblo, que para eso se pagan impuestos. Cuando a los de Petlalcingo se les pregunta porque no han apoyado obras de infraestructura dicen: eso es función del gobierno. Los migrantes ya tenían tres tareas: apoyar a sus familias, para que la gente se mantenga ahí; apoyar la fiesta patronal; apoyar obras de infraestructura, pero ahora les piden una cuarta tarea: apoyar al Estado como inversionistas.

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Autogestión al estilo mixteco
Alguna gente del Frente Indígena Oaxaqueño Binacional (FIOB) con sede en Huajuapan de Léon, impulsa acciones de orden cultural en combinación con los mixtecos de Puebla y de Guerrero. La lengua materna ha avanzado mucho gracias a la constitución de la Academia de la Lengua Mixteca, una organización interestatal que desarrolla tareas y encuentros para revivir la memoria histórica, la lengua y los saberes locales. Es uno de los proyectos más significativos de los mixtecos, en términos de cohesión interestatal, rompiendo con límites artificiales. Se han venido instrumentando reuniones y talleres de capacitación para dotar de herramientas a las comunidades, a los maestros bilingües, a los profesionistas, para recuperar tradición oral. Hay ya un buen acervo de materiales reunidos en los tres estados.
La experiencia mixteca es la más autogestiva del estado de Puebla. En otras regiones quienes tienen el peso son los asesores. Los actores sociales están como a la expectativa, por más que hablen y participen. Aquí quienes se encargan de construir la estrategia, concretar las acciones y asegurar los recursos, son los propios mixtecos. Son ellos los responsables, los que se mueven, quienes hacen las propuestas de trabajo y arman sus cuadros académicos. Y siempre están preocupados. Y te pueden decir, necesitamos un experto en morfosintaxis. Bueno váyanse a un taller, y como tequio ahí se van a preparar y de regreso aterrizan lo que aprendieron. Comparten la experiencia. Ahora tienen la propuesta de hacer un cd-rom multimedia, para el idioma mixteco.
En la región sigue viva la maroma. Un espectáculo que tiene parentesco con el malabarismo, con los payasos, con el arte circense, pero que se desarrolla a nivel comunitario, como los juglares de la Edad Media. En las fiestas en donde Ñuu Yanchi tiene reciprocidad, va la maroma del pueblo. En otros casos van por un pago, con una compensación para su viaje acude la maroma. Su humor es muy interesante y se va reformulando. Como todo proceso social no es estático. El payaso tira ya alguna palabra en inglés. Algunos han vivido en Phoenix, Arizona, o en Orange, California. De ser un fenómeno generalizado hoy quedan dos maromas en la Mixteca de Puebla: la de Gabino Barreda y la de Ñuu Yanchi. Andan de trashumantes pero tienen sus propios contratos que los conectan con Guerrero y con Oaxaca. Pueden ir a Chinango o a Cozoltepec en Oaxaca o a Alcozauca o a Tlapa, en Guerrero, o hasta la mera Sierra Norte de Puebla, a Zacatlán o a Chiconcuautla, viajando diez horas por carretera para llevar su espectáculo. Tienen un representante legal, miembro de su comunidad. A los mixtecos les gusta mucho la formalidad. Tanto les gusta que cuando los migrantes regresan, rentan autobuses y entonces se hace un ritual de recepción. A la entrada del pueblo bajan y empiezan una peregrinación. Llegan caminando entre flores, y los esperan las autoridades de la presidencia, de la acción católica y de la asociación de pequeños propietarios que les pronuncian un discurso de bienvenida, de retorno. Y los migrantes, sus representantes, dan las gracias, pronunciando otro discurso. Es un proceso de purificación, para poder reingresar a la vida del pueblo.
 

Entrevista: Andrés Barreda y Ramón Vera Herrera
 
Tarifa, España 1995
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¿Es lindo Nueva York? No, eso es un engaño. Nueva York no es lindo, ni siquiera Manhattan, que es su corazón. Puede que sólo así lo parezcan las calles del centro. Después de ahí todo es up state, arriba del estado o un estado cuesta arriba, y es pura pobreza, fealdad, el verdadero rostro de la ciudad. Ya lo dije, el centro sí es bello, lo es, pero exclusivo para los ricos. 
 

No dejen que se rían de ustedes, es algo que me gusta decirles 
a los mexicanos que recién llegan a Nueva York. 
No dejen que se mofen de ustedes, 
de su forma de hablar y expresarse. 
Pienso que uno debe sentir confianza en lo que representa 
y hace, no somos menos que nadie.

A veces tengo muchas ganas de grabar lo que es Nueva York. Filmar, traerlo aquí a México para que vean como en realidad es. 
Lo voy a hacer. Lo he planeado con un amigo. El tiene la video y 
yo un auto, y con eso andaremos por muchos rumbos, 
para grabar no sólo lo bonito.

Manuel Galindo, Chinantla
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Estrecho de Gilbraltar, 1997

 
Amanecía. Llovía en San Jerónimo Silacayoapilla, Huajuapan de León, Oaxaca. Un camión de redilas y embarrado de lodo rojo se paró frente a mi casa. El chofer tocó el claxon como desesperado. De una de las casas de junto un hombre salió cubierto con un sarape. Desde ese lugar me miró fijamente. Yo sabía que detrás de mí estaba mi mamá y mi papá esperando que me despidiera de ellos. Corrí hacia la camioneta y me trepé a ella por una de las llantas traseras. No quise volver la cara para que mi mamá no se pusiera más triste al ver mis lágrimas. Entre las redilas iban como diez muchachos más. Pasamos a Tejetitlán y ahí el chofer hizo lo mismo. Dos señores subieron. Uno de ellos preguntó: ¿ustedes también van? Nadie le contestó porque ninguno de nosotros supo para quién era la pregunta. En Acatlán, Puebla, nos empezó a calentar el amanecer.

Llegamos a México; yo nunca había estado en esa ciudad. Por primera vez vi de lejos el Estadio Azteca y los semáforos. La ciudad no se acababa, seguía y seguía, me quedé dormido un rato y cuando desperté todavía estábamos en México. Nadie hablaba, sólo señalábamos lo que más nos impresionaba: un edificio, un centro comercial, los coches.

En Tijuana es mejor no andar en la calle con maleta porque si no obligan a uno a decirles quién es el pollero y se arma un lío grande.

Otro hombre nos dijo que ya se acercaba la hora para salir de ahí, que si llevábamos pasaporte o alguna identificación que la destruyéramos para no llevar nada que nos acusara de ser mexicanos, que si nos agarraban no había que decir de donde veníamos, que inventáramos un lugar pero ninguno de México.

Me imaginé que llegaríamos a un lugar como se muestra en las películas mexicanas: escondido, desierto y muy lejos, pero no, llegamos a un lugar que más que otra cosa parecía una feria de pueblo pero más grande, donde vendían de todo: garnachas, picaditas, memelitas de frijol, tamales, pozole, café. Es más, vendían hasta veladoras y flores. Nunca me imaginé encontrar un lugar que se supone discreto estuviera abarrotado por cientos de puestos alumbrados con velas y antorchas. Entonces tomé confianza porque creí que todo sería muy fácil.

Nos dijeron que nosotros no podíamos cruzar por cuenta propia. Quisimos cruzar por otro lado y nada, los polleros nos detenían. Parecía que todos ya estaban avisados para actuar en contra nuestra. Esa noche decidimos pasar por dentro de un tubo de aguas pluviales. Ya íbamos llegando cuando tres tipos se nos adelantaron y se metieron por ahí antes que nosotros. Mi compañero se iba a meter pero yo le dije que se esperara un momento porque la migra podía darse cuenta si veía el montón de gente. Del otro lado de la malla unos desgraciados gringos le estaban dando una patiza a los que acababan de cruzar. Les empecé a arrojar piedras y todo lo que encontraba para que dejaran en paz a nuestros paisanos, pero al contrario, gozaban pateándolos frente al público que éramos nosotros. Terminé con la garganta desecha de tanto gritar y con las manos lastimadas; ya no me di cuenta de lo que arrojaba. Después supe que había yo llorado por aquella humillación. Nos regresamos al cuarto del hotel en que estábamos hospedados. Mucho rato estuve pensando, quién sabe que tanto pensaba. Me hice una bolita sobre la cama para desaparecer del mundo. Pinche mundo.

HoracioCorro, San Jerónimo Silacayoapilla


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