La Jornada Semanal, 11 de junio del 2000



cinexcusas

Luis Tovar

La caballada está flaca

Cuando esta columna fue escrita, la cartelera cinematográfica para la Ciudad de México ofrecía poco menos de cuarenta películas entre las cuales optar. De ellas, cuatro son mexicanas: Del olvido al no me acuerdo, de Juan Carlos Rulfo; Ave María, de Eduardo Rossoff; El último profeta, de Juan Antonio de la Riva; y La segunda noche, de Alejandro Gamboa. El estreno de En el país de no pasa nada, de Maricarmen de Lara (de cuyos documentales la Cineteca Nacional está ofreciendo una retrospectiva en estos días), debió suceder el pasado viernes 9.

Estas cantidades dan como resultado que apenas el doce por ciento de la oferta cinematográfica es de origen local o, dicho de otro modo, poco más de una de cada diez. Esta diferencia no tiene nada de raro, pues hace muchos años que nuestro cine es la aguja en el pajar; de hecho, si algo hay de extraño es que tantas películas mexicanas aparezcan simultáneamente en cartelera.

Si la proporción entre cine nacional y extranjero ya resulta preocupante (y por cierto, muy lejano al treinta por ciento estipulado en la Ley de Cine que, para no variar, no tiene para cuándo), más lo es el hecho de que cuatro películas mexicanas equivalen casi a la mitad de la cifra que, en fechas recientes, ha sido el total de nuestra producción. Esto significa que, dentro de pocas semanas, muy probablemente veremos cómo crece la disparidad, sobre todo considerando que ya es inminente el arribo de las llamadas blockbusters (también conocidas como las ``películas del verano'', que a finales de año son sustituidas por ``las de invierno'' en los esquemas mercadotécnicos de las grandes productoras): a mitad del año es cuando llega -no sólo a México, desde luego- la caballería pesada hollywoodense de las películas provistas de grandes producciones, nombres famosos y argumentos muy, muy pequeños. Esta es la época de mayor afluencia a las salas cinematográficas; por consiguiente, muchas cosas sufren de un gigantismo repentino, sobre todo la publicidad pagada y la no pagada, así como las discutibles virtudes de tantas películas del montón que los distribuidores quieren hacer pasar como verdaderas joyas del séptimo arte (y, lamentablemente, apoyados cada vez con mayor frecuencia en los comentarios, sacados de contexto, emitidos por algunos escribidores de cine).

La de David es mi onda

¿Qué tiene nuestro cine en estos días para hacerle frente al avasallamiento anunciado? De las cinco películas mexicanas actualmente en exhibición, tomemos solamente, por razones de espacio, Ave María, y dejemos para después La segunda noche y El último profeta (¿por qué ésas y no Del olvido al no me acuerdo y En el país de no pasa nada? La primera porque su estilo y su temática no tienen nada que ver con el cine comercial o, mejor dicho, comercialmente competitivo -de lo cual da perfecta cuenta su exhibición exclusiva en la Cineteca-, y la segunda por la sencilla razón de que apenas lleva un par de días en cartelera y todavía falta para ver qué suerte corre).

Ambientada en la época de la colonia, Ave María es la historia de María Inés, una mujer joven, hermosa e inteligente, que debe enfrentarse a la misoginia de los religiosos del monasterio en donde vive. La muerte de su padre, que está en España, la deja en la indefensión contra los ataques de algunos sacerdotes malos, que no soportan el hecho de que María Inés sea más inteligente que ellos. Lo que pudo haber sido un interesante alegato en defensa de la dignidad y la igualdad femeninas, a través de este sorjuanesco personaje y la forma en que se sobrepone a sus penurias, se convierte, poco a poco y lamentablemente, en un catálogo de maniqueísmos (va un ejemplo: a ella, que es buena-buena, incapaz hasta de un mal pensamiento, la persigue sin tregua un monje malo-malo, que desconoce cualquier tipo de piedad, componiendo un esquema de bondad versus maldad en el que, desde el principio, se pretende la demasiado obvia identificación con el personaje bueno y la lógica animadversión contra el malo). Como resultado, Ave María comienza por la ficcionalización de una época de nuestra historia, pasa de manera excesivamente superficial por el cine de género y desemboca en el de aventuras, produciendo la sensación de que quisieron contarse demasiadas cosas en poco tiempo.

El esfuerzo puesto en la confección de esta historia y las buenas intenciones que la animan son incuestionables. Lo que aquí se cuestiona es, como se apunta líneas arriba, si una película de las características de Ave María puede hacerle frente a las producciones de la Meca del Cine. No hablamos, por supuesto, de la cantidad de recursos invertidos en una y en otras (ya nos hemos referido en este espacio a ese tema), aunque, por cierto, sí ha gozado de una promoción mucho más abundante que la que suele dársele a nuestro cine, en virtud de que su lanzamiento estuvo a cargo de una distribuidora privada.

El ruido y las nueces

Como si le faltaran problemas a nuestro cine para que su cabeza no termine de desaparecer bajo la superficie agitada que es la cartelera cada verano, ahora se suma el riesgo de que suceda lo que en publicidad se conoce como sobreoferta (que la promoción sea mejor que el producto promovido), fenómeno que podría tener dos consecuencias: la primera, que el público salga decepcionado de algo que se le anunció como muy bueno y que lo piense dos veces antes de ver otra película mexicana (por aquello de que todavía se considera a nuestro cine en bloque); la segunda consecuencia es que, a pesar de todo, una película al estilo de Ave María, con más desaciertos que virtudes, recaude en taquilla lo suficiente como para que productores y directores repitan la fórmula.

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Héctor Perea

Las artes sin musa

LIBROS A LA CARTA

Hace unos días Martí Perán, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, en función de jurado de tesis doctoral, opinaba: ``La preceptiva académica que obliga a presentar las tesis en formato papel es más que revisable.'' Esto lo decía a partir del trabajo De la práctica artística en la comunicación audiovisual y multimedia, tesis del historiador Antoni Mercader, que si bien, y por reglamento, tuvo que imprimirse en papel, para su defensa se presentó en formato de CD-Rom.

Sobra decir que gracias a esta segunda versión del ensayo el examen multimedia resultó de una riqueza y diversidad imposibles de conseguir con el volumen convencional, y que las ventajas que brinda la escritura hipertextual se harán extensivas a todo aquel que consulte después la tesis en disco. No obstante, las nuevas maneras de enfrentar los retos académicos no son aún, ni en la Pompeu Fabra ni en la mayoría de las universidades del mundo, incluyendo las mexicanas, las más populares, ni mucho menos las aceptadas por el pensamiento burocrático. El profesor Perán resumía la situación de la siguiente forma: ``Hay unas inercias, en lo que se refiere a las instituciones ortodoxas como la universidad, que dificultan que sean permeables a ciertas modificaciones.''

Para mayor contraste con esta postura antediluviana (que bien resumen las palabras de un investigador de la UNAM al felicitar en la prensa a Tito Monterroso ``por el merecido galardón Príncipe de Asturias que acaba de recibir, no por los dinosaurios que continúan aquí''), en las ferias del libro de Buenos Aires y Madrid la gran novedad para el público y los profesionales fueron las distintas propuestas de libros electrónicos y a la carta que se mostraron. Sobra decir que esta será la gran modificación que para bien sufrirá el libro como objeto de uso y, según lo conciben algunos, de culto.

Pronto tendremos en nuestras manos volúmenes que se imprimirán en minutos y a petición expresa de los lectores, modificando los conceptos tradicionales de tiraje y eliminando el problema de las bodegas; libros que, en una suerte de palimpsesto casi infinito, dentro de un solo soporte de papel-pantalla contendrán a cientos de sus pares que podremos llevar bajo el brazo y leer uno tras otro, en cualquier sitio, con el diseño y la tipografía que más nos agrade o nos sirva. Libros, a final de cuentas, al gusto de autores, libreros y lectores. Además, tan bellos como los incunables. A diferencia del libro digital que se lee en internet o se baja a disco duro, estos volúmenes no romperán con la idea tradicional del objeto impreso en papel y más bien, como han hecho las películas en soporte DVD, desde cualquier punto de vista académico, ortodoxo o no, enriquecerán como nunca a las ediciones. Valga el ejemplo de la tesis referida al inicio de este artículo, en la que el profesor Mercader pudo apoyar sus ideas acerca de la influencia ejercida por el arte multimedia sobre los medios de comunicación con multitud de hipervínculos y ejemplos textuales, visuales y acústicos. Y todo esto lo hizo apoyado en los cánones universitarios.

El libro académico ha padecido siempre, entre otros males endémicos, las dificultades presupuestales, la definición del tiraje a partir de la mayor o menor especialización de los temas abordados y la distribución errática de los volúmenes. Por otro lado, las ediciones agotadas de este tipo de estudios, a causa de sus propias características, difícilmente justificarán una reedición. Pues bien, estos y muchos otros problemas de la edición universitaria se solucionarían con una mínima inversión de tiempo e interés en el conocimiento de las nuevas tecnologías, que además resultan baratas y rentables. Pero algunos funcionarios no alcanzan siquiera a vislumbrar las ventajas puestas en charola de plata por la cultura digital y siguen apostando por el lápiz y la goma, elementos que, para ellos, representan la suma total de lo serio, de lo académico.

Sin falsas expectativas ni exaltaciones absurdas, Antoni Mercader juzga al medio utilizado como debería considerarse a todos los derivados de la cultura digital. ``El CD-ROM -dice- no es más que un soporte, yo no lo magnificaría... No es más que un formato que tiene unas características determinadas, resumidas en que permite multitud de lecturas transversales.'' Eso es, eso significa este medio. Todo lo demás se lo ponemos nosotros. ¿Y por qué no darle la oportunidad a esta tecnología de punta de lucir sus virtudes a plenitud, y en plan de prueba, por el campus universitario?

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