La Jornada Semanal, 4 de junio del 2000

Debajo de un árbol un anciano
Exhala de su pipa bocanadas
De recuerdos.

Entre el follaje un ave
Clama por la presencia
De la estación sublime.

Con su hacha humeante un hombre
Recorre a grandes pasos los cielos
En busca
De grutas todavía sin desflorar.

Nadie sino tú
Niño
Tiene tiempo
Para el tiempo presente.
Por la calle cabalgas
Sobre tus quimeras
Ante los ojos extasiados de tu madre
De pie
En el brocal de un pozo
Profundo y sin agua.

Mi corazón entretejiste
En los anillos de tu pelo
Mi cuerpo traspasaste
Con los dardos de tus trenzas.
Tus ojos son nenúfares en flor
En el lago apacible
Cuando retumba a medianoche el silencio
En el distante campanario de la luna.
¿Vendrás a la hora fría
En que sólo tú apareces?
Con fuerza morderemos
La baya ardiente de la noche
Endulzada con la eclosión de estrellas.

El exiliado

se interna en la oquedad de la lámpara
desnuda de recuerdos

la ciudad que cruza
de ciudad en ciudad

es el camino

adonde va el muro que jamás
cesa de ir

de puerta en puerta a través
del aliento desgarrado

Un soplo de viento que ante ti se desliza
en esta ciudad sin atraer
tu atención

resurge en tu mente
al correr del tiempo

con ínfimos detalles
en otro lugar

La frontera no es piedra
aunque esté escrito sobre
la piedra frontera

el peligro no impide
que nos acerquemos

a la frontera del peligro