La Jornada Semanal, 4 de junio del 2000



Carlos Fuentes

Desgracia y fortuna de J.M. Coetzee

Carlos Fuentes conoció a J.M. Coetzee en México, en abril de 1998, con motivo de la serie de conferencias titulada ``Geografía de la novela''. Coetzee acaba de recibir el Premio Booker por La desgracia, su novela más reciente. Fuentes nos entrega una biografía del maestro sudafricano y una síntesis muy acertada de su novelística: ``La peregrinación piadosa de Coetzee atraviesa un mundo devastado, un mar de bocas hambrientas, un dolor oscuramente conectado para siempre con el futuro.''

M. Coetzee acaba de recibir el Premio Booker, la más alta (y generosa) recompensa literaria británica, por su más reciente novela, Disgrace (La desgracia). Honor merecidísimo para un gran escritor y un gran libro. Conocí a Coetzee en México en abril de 1998, con motivo de la serie de conferencias ``Geografía de la novela'', que organicé en El Colegio Nacional de la capital mexicana.

Se trataba de dar una idea de la variedad y pujanza actual de la novela, un género que periódicamente es declarado muerto y, con mayor periodicidad aún, resucita. La norteamericana Susan Sontag, la irlandesa Edna O'Brien, la brasileña Nelida Piñón, el colombiano Gabriel García Márquez, el español Juan Goytisolo, el portugués José Saramago, el nicaraguense Sergio Ramírez y el sudafricano Coetzee relataron, desde perspectivas muy diferentes, sus experiencias como autores, lectores y testigos.

La conferencia de Coetzee fue particularmente original. Profesor de Literatura en la Universidad del Cabo, Coetzee se imaginó a bordo de un crucero turístico que partiendo de la Ciudad del Cabo, recorriese la costa oriental de Africa. Los viajeros serían ilustrados acerca de la literatura africana por una serie de conferenciantes. El primero, un novelista de lengua inglesa, confía plenamente en la palabra escrita y en su poder: recrear el pasado para crear el presente en el que vivimos. El pasado agota nuestra imaginación. El futuro es una nebulosa. La novela, en el presente, es la construcción mental que une pasado y futuro.

El segundo conferenciante matiza la gloria de la escritura en Africa recordándole al auditorio que ser escritor negro en Africa significa aceptar que sus libros serán juzgados por extranjeros. Ser novelista africanoÊnegro es ser un elefante que habla sobre otros elefantes para darle las gracias a los que no son elefantes. Pero como el escritor nigeriano no puede ganarse la vida en Nigeria, tiene que disfrazarse para ser aceptado como elefante que escribe en el Occidente.

Un tercer conferenciante concede varias excepciones. Hay escritores nigerianos como Ben Okri, Wole Soyinka y Chinua Achebe, todos ellos negros, que saben explicar las contradicciones del Africa negra al resto del mundo. Pero hay escritores africanos como Amos Tutuola que, a pesar de escribir en inglés, lo hace comunicando la oralidad de su lengua yoruba, lo cual lo convierte en un escritor que no agrada al público ``culto'' que lo clasifica como un ``exótico'' africano. Detrás del rechazo de Tutuola hay un miedo, el de quitarle el imperio de la escritura a las lenguas occidentales; el de revelar a Europa como un cáncer del mundo que todo lo devora, devastando lenguas, aniquilando culturas enterasÉ

El cuarto conferenciante de a bordo afirma simplemente que leer y escribir no son actos típicamente africanos. El alfabeto no creció en Africa, lo trajeron los árabes. Es un acto reciente que no da cuenta de un pasado rico y antiguo que escapa a la escritura y se revela en el habla, la canción y la vida comunitaria. La lectura es un pecado solitario. El mensaje del libro es: ``Déjame en paz, mi libro es más interesante que tú.'' La literatura africana sólo se entiende si se comparte. Su oralidad va acompañada de hechos como el timbre de voz, el tacto, el canto, la manera de caminar, amar y yacer. La narrativa oral africana expresa la verdad del cuerpo. No puede ser descarnada.

De su recorrido turístico por la costa, regresa Coetzee a su Sudáfrica nativa cargado de estas opciones contradictorias, más una: ser sudafricano de origen boer y lengua holandesa que escribe en inglés. Mas acaso sea esta suma de tensiones lo que hace de Coetzee un escritor tan poderoso. El novelista mexicano Juan Villoro lo resumió en su brillante presentación de Coetzee en México: estamos ante un autor que escribe novelas que se discuten a sí mismas.

La vida y tiempos de Michel K., como el gran poema de Goethe y el gran cuento de Rulfo que es como el espectro mexicano (``¿No oyes ladrar los perros?'') del poema alemán (``Rey de los olmos''), narra el sacrificio de una solidaridad de sangre: cargar al niño enfermo en Goethe y Rulfo, cargar a la madre enferma en el caso de Coetzee. La peregrinación piadosa de Coetzee atraviesa un mundo devastado, un mar de bocas hambrientas, un dolor oscuramente conectado, para siempre con el futuro. Tenemos una fiera adentro. Sólo podemos silenciarla con hambre.

Esperando a los bárbaros es una de las grandes novelas políticas de nuestro tiempo. El Magistrado todopoderoso de una pequeña población sirve con fidelidad al Imperio. Pero cuando el Imperio rompe la soledad del Magistrado, éste se une a su grey, a las víctimas de lo mismo que ha representado. En ello le irán la libertad y la vida.

Foe es una obra maestra incomparable. No se puede contar sin estropear su misterio. Baste señalar que la narradora es una mujer, Susan Barton, que sobrevive a un naufragio y se encuentra en una isla desierta con Robinson y su esclavo mudo, Viernes. Es ella quien le lleva la historia del amo y el sirviente al escritor inglés Foe, cuya traición literatura ilustra no sólo la crueldad y el orgullo del artista, servidor de una verdad superior, sino la viva encarnación del dilema Viernes-Robinson: ¿nos aman nuestras sombras?

La desgracia culmina (por ahora) el maravilloso periplo narrativo de J.M. Coetzee. De vuelta en su Sudáfrica nativa, concentra en esta novela todas las tensiones de escritura y oralidad al nivel más terreno de la sexualidad y la violencia. ¿Qué son la sexualidad y la violencia de narrador y protagonista, David Kurie, obligado a renunciar a su cátedra por haber sostenido relaciones sexuales con una estudiante? Refugiado en el aislado veldt donde su hija Lucy cría y protege perros, Lurie debe enfrentarse a una violencia más brutal que la de las ciudades y a un silencio peor que el de cualquier censura académica o política.

Yo no sé si el Premio Nobel de Literatura, que ha tenido tantos aciertos como errores, recaiga un día en J.M. Coetzee. Lo merece sobradamente. Pero a la calidad de su obra le sobra todo premio.