La Jornada Semanal, 14 de mayo del 2000



cinexcusas

Luis Tovar

El cine de calidad (III)

El tercero de los ejes fundamentales que, de acuerdo con su Plan 2000, regirá las actividades del IMCINE, se refiere a distribución y exhibición. En las dos anteriores entregas de esta columna se habló de producción -el primer eje de actividad-, así como de promoción y difusión.

En la distribución y exhibición del cine mexicano ``de calidad'', las cosas parecen estar incluso peor que en producción, promoción y difusión, por una suerte de efecto de bola de nieve: a una realización fílmica llena de limitaciones suelen sumarse tareas de promoción y difusión que no le llegan ni a los talones a la actividad que acostumbra hasta la más pequeña de las distribuidoras privadas; por eso, cuando una cinta llega al momento de su distribución y exhibición queda ya muy poco por hacer. Y si eso no fuera suficiente para sellar su suerte, da la impresión de que, hasta la fecha, se está haciendo aún menos de lo que sería posible.

Cantidad vs. calidad

Cuando más se hablaba de una crisis internacional del cine y del riesgo que éste corría frente a la televisión y otros medios de entretenimiento, la instalación masiva de los multicinemas -un concepto preexistente pero, hasta entonces, poco explotado- en México y en muchos otros países, le dio un vuelco a la industria. Estas nuevas salas, bastante más pequeñas que aquéllas a las que estábamos acostumbrados, ponen bajo un mismo techo siete, diez, doce o catorce opciones fílmicas, según el tamaño de las instalaciones. La muerte del viejo concepto de ``ir al cine'' fue la condición para que éste sobreviviera. Ahora ya estamos tan acostumbrados al nuevo estilo de un puñado de salitas al interior de un centro comercial, que un lugar como El Plaza, antesÊelocuentemente llamado Auditorio Plaza, siempre nos hace sentir como garbanzo en olla: no importa qué película se exhiba, lo que sobran son butacas.

Aparte de la adquisición que el GobiernoÊdel Distrito Federal efectuó de unos cuantos de los cines que Salinas Priego manejó como si se tratara de cascajo y que alguna vez operó COTSA (y que, según acuerdos establecidos con la comunidad cinematográfica, después de su adjudicación definitiva serán destinados fundamentalmente a la exhibición de películas nacionales), no se sabe de ningún otro esfuerzo por hallar nuevas alternativas de distribución y exhibición. El rescate de salas como Bella Epoca, Futurama y Pecime es sin duda positivo, pero también es obvio que no será suficiente para que nuestro cine goce de una exhibición digna. Eso sí, pone en evidencia que cualquier solución tiene que ser producto de la suma de voluntades y la creatividad, y que el IMCINE, solo, nunca va a poder con semejante tarea.

Hoy por hoy, para su exhibición cualquier película tiene que habérselas con las grandes cadenas: Cinemex, Cinemark, Cinépolis y General Cinema son cuatro de las más importantes, y juntas reúnen un porcentaje apabullante del total de salas de cine existentes en nuestro país. ¿Hace falta repetir que los criterios de exhibición de estas compañías privadas no tienen absolutamente nada que ver con el concepto de ``cine de calidad'' que el imcine ostenta como eje de todas sus funciones? Aparte del caso especial de La ley de Herodes, que se benefició mucho del escándalo en torno suyo, sólo Sexo, pudor y lágrimas y Todo el poder pueden presumir de que les fue muy bien en cartelera, pero no debe olvidarse que su éxito se debió en buena medida a la publicidad de que gozaron, sobre todo la última (de hecho, Todo el poder ha sido la cinta mexicana más y mejor promocionada, pero eso de ninguna manera la convierte en la mejor en términos de calidad, como algunos despistados quieren creer o hacer creer). Las cosas son así de simples: cuando la cadena distribuidora y de exhibición -la que sea- ve que una película viene ``vestida'' con una estrategia mercadotécnica que considera adecuada, le asigna un buen número de salas y la mantiene en cartelera porque sabe que le redituará ganancias. Si es ``de calidad'' o no, eso ya no es asunto suyo.

Ojos bien abiertos

En el medio cinematográfico persiste una visión distorsionada que a muchos les hace creer que la calidad de una película es inversamente proporcional a la promoción que de ella se haga o, en otras palabras, que si le va bien en cartelera eso se debe a que es ``comercial'', light, ``complaciente'', y una larga lista de epítetos. Para decirlo en términos publicitarios, más allá de la posible sobreoferta de un producto cuya promoción es mejor que el producto mismo (fenómeno del que Hollywood no se cansa de darnos muestras), las contradicciones empiezan cuando le va bien a una película que los especialistas considera mala, pero no paran ahí: es peor cuando a una película ``buena'' le va mal, y llega al colmo cuando a una película por la que nadie da un centavo pasa sin pena ni gloria. Va de ejemplo: a Sexo, pudor y lágrimas se le ha tachado, por lo menos, de superficial, y es la película mexicana más exitosa; El coronel no tiene quien le escriba, de la que se habló más bien que mal, no corrió ni de lejos con una suerte similar; y a Fibra óptica (exhibida el año pasado) muchos críticos la hicieron pedazos y su paso por cartelera fue de dar pena.

¿Cuál de las tres cintas mencionadas es ``de calidad'' y cuál no? ¿Quién lo determina: el IMCINE, el público, las distribuidoras, los críticos o ninguno de los anteriores? Ya sabemos que la buena recaudación en taquilla no es un indicador, pero tampoco lo es una sala vacía. Y, en medio de estos extremos, no hay que olvidar el peso que todavía tiene la opinión del público en general, alimentada durante muchos años y muchas películas: que el cine mexicano es malo hasta que demuestre lo contrario.

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