La Jornada Semanal, 14 de mayo del 2000



(h)ojeadas

Celebración

Gonzalo Rojas

Jorge Ruiz Dueñas,
Celebración de la memoria,
Editorial LOM,
Chile, 1999.

Dos palabras sobre un libro hermoso, con eje de Mnemósyne, madre de las musas, según dijeron de la Memoria los antiguos. Leído y releído por mí en México y en Chile, me lo sigo leyendo y es de veras una voz necesaria de esa otra voz que llamamos, con mayúscula, Poesía. Ese libro se llama Celebración de la memoria.

El registro de las fechas de aparición de los volúmenes espigados para configurar la muestra antológica nos confirma que el ejercicio de esta palabra no es de ayer ni de hoy sino de por lo menos treinta años, lo que nos permite verificar por otra parte dos grandes fidelidades en el oficio mayor de Jorge Ruiz Dueñas: el tono y el sello visionario en una misma urdimbre.

Tono quiere decir tonalidad afectiva o temple de ánimo (tonalité affective o stimmung, en francés o alemán, respectivamente), esto es, oración verbal de la vida, para hablar vallejianamente. ``Lo que importa en un poema como en la vida es el tono con que se dice una cosa y muy secundariamente lo que se dice.'' De ahí la decisiva importancia del estrato fónico frente al estrato semántico, el cómo frente al qué. Con frecuencia se oye la quejumbre del ignaro irremediable, intrínsecamente insensible y analfo en su desdén: ``Lo que me pasa con la poesía es que no la entiendo. La narrativa sí, pero la poesía no.'' El señor pide exactitud y descripción de pormenores para sus entendederas lógicas, abomina de la imaginación que es para él farsa y desvarío y olvida la necesaria ambiguedad que es lo propio del pensamiento poético. Ambiguedad: aproximación, decía Heráclito hace dos mil 500 años.

Vivimos colgados del lenguaje, afirma hoy Niels Bohr, físico cuántico, para ahondar en el portento de que somos palabra, y yo mismo agrego por mi parte: ``Sí, vivimos colgados del lenguaje en el vaivén pendular que va de lo claro a lo oscuro y de lo oscuro a lo claro.'' Ahora, cuánta claridad hay en lo claro y en lo oscuro cuánta oscuridad, fuera prolijo de descifrar.

Lo que quiero decir es que esta poesía tiene aura propia y tono, y no juega a los esquemas estetizantes, viejos o nuevos. Se me da -a mí se me da- genuina en su vivacidad silábica libérrima, y veo en ella el ritmo de los grandes animales del alma con asfixia y todo, y me ventila el seso. Alvaro Mutis y Javier Sicilia celebran eso que ellos llaman presencia detrás de esta palabra, lo que alguna vez yo mismo llamé en mis mocedades ``la realidad detrás de la realidad pero desde el relámpago''.

Leyendo y releyendo la celebración por aquí y por allá, de repente amenaza el riesgo de la torrencialidad y la elocuencia pero eso no quiebra el tono parco del despojo y el frescor del desaliño que distinguen la armazón de cada pieza, ni hay la peste del énfasis, ni nada ornamental. Lo que hay es ritmo abierto, de corazón abierto, un ritmo si se quiere cardiaco de ser y de más ser, diastólico y sistólico al mismo tiempo; y -aunque parezca extraño- todo ello se da en pacto con el silencio. Oigámoslo decir al mismo Jorge Ruiz: ``La única posesión del hombre es el silencio.'' También a Lautréamont lo escarnecieron con lo del énfasis y a tantos otros más: a León Bloy, a de Rokha, y -hablando en diminuto- a mí mismo por mi desollamiento verbal en La miseria del hombre hace más de medio siglo. Pero se restaron a leer el otro lado de mi alma en las once líneas estrictas de Al silencio. Lo cierto es que el alma debe irse quitando quereres, como dijo el rey de los poetas del idioma. Ay, la palabra. ¿Qué hacemos con la palabra? Por una parte, sí; y -por otra parte- no. Ponerla en tela de juicio, por lo menos. ``Los poetas hablando de poesía nueva: chacales gruñendo en torno de un manantial seco.'' Hay que entrar en el callamiento para llegar a la palabra verdadera, y eso lo sabe el mexicano que está ahí.

Todo lo dicho, en cuanto al tono. La poesía se hace con palabras y ellas operan en el tono. Aunque también en la visión de mundo, o weltanschauung. Por eso hablé de urdimbre, más arriba. Jung distingue dos modos de construcción poética: un modo psicológico fundado en las vivencias u horizonte vivido, y un modo visionario que excede la esfera vivencial hasta tocar los grandes enigmas, a un milímetro del caos primordial ``Al fondo de todo poema se vislumbra el caos'', dijo una vez Novalis. Inquietante eso de Jung; ¿sólo unos pocos llegan a lo visionario?

Otra idea de Mutis que me interesa en el prólogo al último libro de Ruiz Dueñas es la amarra con la tierra y su elementalidad, la visión material tan cara a las claves de Bachelard. El trauma primario de lo natural funciona en el ejercicio entero de este libro y el agua pasa a ser necesario epicentro. Seguro que las infancias del poeta fueron transidas por el mar. Algo sé, por la Fkenche, del llamado oleaje.

Y ya voy cerrando, para que hable él. El, que es hoy día la palabra entre nosotros. Algo dije del tono y la visión. Se me excuse lo escaso. Este Jorge Ruiz Dueñas no sólo sabe ver sino intraver, como gran mexicano -y, por qué no, como chileno- y dialoga por derecho propio con los poetas altos de este Reino. Hubiera hablado más. Del balbuceo hubiera hablado, por ejemplo, de la virtud preciosa del balbuceo, de su versión distinta de la enumeración caótica, de la anáfora, de la concentración y la dispersión, de la mismidad oceánica que me fascina, del gran encuentro de las aguas.

Y un saludo fraterno, de alumbrado a alumbrado: ¡Saravá!

Saravá por decir el Mundo. Por el misterio de decir el Mundo.



c r o Ť i c a


Para futuras nostalgias

Marco Antonio Cuevas Campuzano

Vikram Seth,
Desde el lago del cielo,
Ediciones B,
España, 1999.

Viajar significa, para muchos, el cumplimiento metódico de un itinerario planeado de antemano. Bien se trate de una primera visita o de un recorrido que ya se ha vuelto tradicional, lo cierto es que la construcción detallada y minuciosa de un viaje y, más aún, la imperiosa tarea -por no hablar de una compulsiva necesidad- de cumplir puntillosamente con el encargo, se vuelve una enojosa rutina. Pero ¿qué sucede cuando, por casualidad o por libre albedrío, se rompe con este mandato?

Con la descripción de las andanzas vividas a lo largo de su peculiar itinerario, en su relato Desde el lago del cielo, Vikram Seth (Calcuta, 1952) sugiere una respuesta que puede complacer a (casi) todos: sorpresas, anécdotas, sentimientos, reflexiones y conocimientos, todo reunido como una mezcla extraordinaria en un crisol de experiencias reales que se bastan a sí mismas para compendiarse en un libro escrito para la posteridad.

Sin los lastres estéticos propios del escritor conforme y ``realizado'' en su trabajo -porque en realidad se trata de un escribano dispuesto a seguir admirándose con las interminables enseñanzas de la vida-, el viajero nos sitúa en la secuencia narrativa del camino de regreso a casa (Nueva Delhi), que emprende a través del Tíbet y Nepal.

Guardando una amplia, estrecha y congruente relación con los sucesos, Seth es capaz de retratar con sus palabras, por ejemplo, la desolación desértica, seguida inmediatamente por los pasmosos y gélidos paisajes que encuentra a su paso; la cálida y respetuosa camaradería que los habitantes de cada región visitada suelen brindar a los extranjeros; la severidad de los cinturones de seguridad fronterizos, tan comunes y frecuentes en aquellos horizontes lejanos; etcétera.

De esta forma, y en un sentido amplio, se puede hablar de un relato producto de la imaginación, pero no en una acepción coloquial. El viajero no imagina absolutamente nada pues, como ya se mencionó, únicamente detalla en el papel las circunstancias de las que es testigo. Se trata más bien de la loable imaginación del lector, que, a final de cuentas, es el único que se mira, después de las primeras páginas, transportado a las remotas y, en ocasiones, inhóspitas pero fascinantes maravillas naturales de algunas regiones de la provincia china (el mismo lago del Cielo, Turfan, la cuenca de Chaidam), de Lasha, de Nepal y del enigmático Tíbet, a donde China entró en 1959. En un momento dado, viajero y lector se funden; el primero para ilustrar (en toda la extensión de la palabra), como un guía de turistas kamikaze, a su repentino acompañante; el segundo para reforzar la convicción del explorador y alentarlo a llegar hasta las últimas instancias de su prolongado y extremoso recorrido.

En Desde el lago del cielo (obra ganadora del Premio Thomas Cook en 1983), la posibilidad narrativa y el poder reflexivo son amplios: es un ejercicio literario de plausibles virtudes en su género -literatura de viajes-, y al mismo tiempo mantiene el tono de una prosa fluida, sin estribillos ociosos y al margen de sus limitaciones genéricas.

Obra inscrita en la Biblioteca de los grandes viajeros, después de leer Desde el lago del cielo y reflexionar sobre lo que en ella se cuenta, queda claro que este relato del economista, filósofo y viajero indio Vikram Seth puede ser entendido de tres formas distintas que convergen, al final, en un solo punto: la sostenida expectación. Primeramente como el diario de un viajero, porque hay que puntualizar que el germen del libro es un cuaderno de anotaciones; un diario. Después, como un relato de ilustración y enseñanza: en él cohabitan todo un breviario cultural e histórico de China (se trata de la Revolución Cultural, por ejemplo), un poco de antropología oriental (la afición que se tiene en aquellas tierras por el consumo de la carne de perro) y hasta recomendaciones de sitios que un turista tiene que visitar (por ejemplo, en la descripción de un paraje ``de tal belleza natural... a unas horas en autobús de Urumqui'', en la provincia occidental china). Y, finalmente, puede ser entendido como la filosofía oculta entre líneas, pero existente, del viajero: ``viajar por el mundo (sirve) para acumular material para futuras nostalgias''.

Marco Polo (1254-1324), el famoso y mítico viajero veneciano, que acompañó a su padre y a su tío en un viaje a través de Asia que duró veinticuatro años, fue el primero en llevar a Europa, y posteriormente al mundo entero, noticias y artículos varios procedentes de China, información que después sería compilada en el Libro de las maravillas. En la actualidad, Vikram Seth se convierte en un digno sucesor de Marco Polo y otros notables relatores de aventuras. Su mérito es darle nueva vigencia, con acierto y buena perspectiva, a la rama de la literatura dedicada a las travesías.



n o v e l a


El ajedrez de Ignacio Padilla

Siddharta Camargo

Ignacio Padilla,
Amphytrion,
Espasa Calpe,
España, 2000.

La obra Amphytrion del escritor mexicano Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968), ha sido merecedora por unanimidad al Premio de Primavera 2000, que otorga la casa española Espasa Calpe.

El título de la novela de Padilla hace referencia al mito griego de Anfitrión, que fue suplantado por Zeus en el tálamo nupcial. Esta suplantación en la que un dios toma el lugar de un mortal se invierte cuando un grupo de hombres, durante la segunda guerra mundial, son entrenados para suplantar a los ``dioses'' todopoderosos del nazismo.

La historia comienza cuando un joven recluta del ejército nazi narra las vicisitudes que llevaron a su padre a apostar su nombre y su destino en una partida de ajedrez, durante un viaje en tren que tenía como objeto llevarlo al frente en la primera guerra mundial. A partir de aquí la trama se complica igual que una larga y difícil partida de ajedrez, misma que el lector atento irá desentrañando pausadamente.

La urdimbre narrativa de Amphitryon envuelve al lector desde el primer momento, pues el autor ha sabido muy bien cómo crear el suspenso necesario para atrapar al lector y no permitirle dejar el libro hasta haberlo terminado.

El autor narra en primera persona, pero desde una polifonía que acrecienta la sensación de incertidumbre, de caos ordenado, que consite en el recurso de que quien habla no es quien dice ser, sino otro de los personajes que componen la trama. Suplantación de personalidades y engaño, en esta novela todo es algo más que lo que aparenta ser, y al mismo tiempo todo es un juego; los hombres se desdibujan, se convierten en piezas del juego de ajedrez, paraÊacatar lo que el jugador omnipresente dispone: los nombres son lo que importa, sus portadores son sólo sombras a las que se ha dotado de una identidad y de un destino aun en contra de su voluntad.

La novela de Padilla no puede negar su deuda con escritores como Jorge Luis Borges y el italiano Umberto Eco, así como con algunos de los máximos exponentes de la novela y el cine negro, a tal grado que una de las encarnaciones del mal que aparece en la obra es un hombre idéntico al actor Humphrey Bogart.

Esta novela es un examen del mal desde sus mismas entrañas; el mal que se tiene a sí mismo como única finalidad.

Cabe mencionar que Ignacio Padilla ha formado parte del grupo crack al lado de Jorge Volpi, quien obtuviera el Premio Biblioteca Breve 1999 de Seix Barral. Ambos autores han decidido ubicar las tramas de sus novelas en la Europa central de la primera mitad del siglo XX, y aunque no cabría elaborar juicios precipitados sobre el parentesco de ambas obras, sí es interesante observar la relación que éstas guardan en cuanto a escenarios históricos y geográficos, que los autores conocen perfectamente, así como sus referencias a la teoría del juego y en particular al ajedrez.

Padilla realizó estudios de comunicación y literatura en México, Sudáfrica y Escocia y es doctor por la Universidad de Salamanca. Es autor de las novelas Imposibilidad de los cuervos (1994), La catedral de los abogados (1995), y de los libros de relatos Subterráneos (1990) y Utimos trenes (1996). Además ha escrito las novelas para niños Los papeles del dragón típico (1993) y Las tormentas del mar embotellado (1996). Su versatilidad le ha permitido dirigir la revista Playboy y ser profesor, en la actualidad, de la Universidad de las Américas en Puebla. Su dominio del oficio narrativo ha tenido tiempo de desarrollarse, y aunque es prematuro afirmarlo, es de suponer que un escritor con estas características todavía dará mucho de que hablar y esperemos que muchos otros libros interesantes que leer.



FICHERO

Ensayo (pintura)

Pablo O'Higgins. De estética y soberanía, Francisco Reyes Palma, et al, Col. Tu ciudad, arte, literatura, Comité Editorial de Gobierno del Distrito Federal/Fundación Cultural María y Pablo O'Higgins, A.C., México, 1999, 71 pp.

Ensayo (sociológico)

Globalización económica y Distrito Federal. Estrategias desde el ámbito local, Roberto Rico y Luis Reygadas (coordinadores), Plaza y Valdés Editores, México, 2000, 252 pp.

Sobre los cultos: una plática franca. Cómo operan las sectas y sus líderes, Kay Marie Porterfield, Editorial Diana, México 2000, 175 pp.

Crónica

Acteal de los mártires. Infamia para no olvidar, Martín Alvarez Fabela, Plaza y Valdés Editores, México, 2000, 335 pp.

Ensayo (político)

Polonia y Rusia, Joseph Conrad, Col. El pensil, Libros del Umbral, 1999, 132 pp.

Historia

Tan lejos de Dios, John S. D. Eisenhower, Sección de Libros de Historia, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 513 pp.

Linguística

Así escriben los niños mayas su lengua materna, Alejandra Pellicer, Departamento de Investigaciones Educativas/Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 293 pp.

Narrativa

¡Ajá! Sí lo es, Frank McCourt, traducción de Carlos José Restrepo, Col. Biografías y documentos, Grupo Editorial Norma, México, 1999, 532 pp.

El color de las cosas y otros cuentos, Nélida Piñón, Col. Tierra firme, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 376 pp.

Las cenizas de Angela, Frank McCourt, traducción de Carlos José Restrepo, Col. Biografías y documentos, Grupo Editorial Norma, Colombia, 437 pp.

Lengua de pájaros, Carlos Chimal, Col. Biblioteca Era, Ediciones Era, México, 2000, 276 pp.

Manuscrito hallado en un portafolios, Fernando Curiel, Factoría Ediciones, México, 1999, 287 pp.

Melocotones helados, Espido Freire, Col. Autores españoles e iberoamericanos, Editorial Planeta, México, 2000, 328 pp.

Pedagogía

Nezahualpilli. Educación preescolar comunitaria, Jorge Pérez Alarcón, et al., Centro de Estudios Educativos/Nezahualpilli/Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 305 pp.

Poesía

La muerte de Picasso, Guy Davenport, traducción y epílogo de Gabriel Bernal Granados, Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas/Verdehalago, México, 2000, 63 pp.

Piel de cristal, Isidoro Villator León, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco/División Académica de Ingeniería y Arquitectura, México, 1999, 23 pp.

Pueblos fantasmas, Bernardo Ruiz, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial La Tinta del Alcatraz, México, 2000, 50 pp.

Política

Gobiernos de izquierda en América Latina. El desafío del cambio, Beatriz Stolowicz (Coordinadora), Universidad Autónoma Metropolitana/Plaza y Valdés Editores, México, 2000, 211 pp.

La escritura de la política, Agapito Maestre, Col. Teoría Política 3, Ediciones Cepcom, México, 2000, 237 pp.

Revista

Ciencias, 55-56, julio-diciembre de 1999, textos de Roger Bartra, Ana María Carrillo, Juan Tonda Mazón, entre otros, Facultad de Ciencias de la UNAM, México, 88 pp.

Ventana interior. Centro Occidente, Núm. 7, marzo-abril de 2000, Volumen II, textos de Mónica Uribe Flores, Gabriel Pareyón, Manuel Caballero, Armando Adame, María Dolores Bolívar, entre otros, Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Occidente, México, 64 pp.

Revista mexicana de sociologíaâ Núm. 2, abril-junio de 1999, Año LXI, textos de Immanuel Wallerstein, Jurandir Malerba, Ricardo Garía Cárcel, Michel Bertrandâ entre otros, Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM, México, 1999, 259 pp.

Teatro

Luz oscura. Pieza en un prólogo y dos actos, Bernardo Ruiz, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1999, 64 pp.