La Jornada Semanal, 30 de abril del 2000


cinexcusas

Luis Tovar

EL CINE DE CALIDAD (II)

En la columna pasada nos referimos a la suerte que, en cuanto a distribución, le tocó vivir a Un embrujo, el más reciente largometraje de Carlos Carrera, que en su estreno se presentó con alrededor de veinte copias en la Ciudad de México. Los datos más recientes indican que en provincia suele distribuirse una cantidad similar a la destinada al Distrito Federal, así que podemos hablar, en este caso, de cuarenta copias aproximadamente. También comparamos esta cifra con la que alcanzó La ley de Herodes, cuya distribución corrió a cargo de una empresa privada. La diferencia fue abismal: cuarenta salas para Un embrujo contra doscientas para La ley de Herodes, dos películas que, de acuerdo con los criterios ejercidos por el IMCINE para otorgar su apoyo, tienen que ser igualmente consideradas ``de calidad''.

La más ineludible de las leyes no escritas de la distribución cinematográfica dicta que si una película no logra cierta recaudación monetaria en el fin de semana de su estreno, muy pronto será retirada de cartelera. Resulta imposible decir con exactitud a cuántoÊasciende ``cierta recaudación monetaria'' porque es un dato que ninguna distribuidora privada está dispuesta a proporcionar, por lo que cualquier cifra que se nos ocurra caería en el terreno de la especulación. Lo cierto es que si usted ve que una película sobrevive a las tres semanas de exhibición, puede estar seguro de que, por lo menos, ha garantizado que recuperará la inversión hecha en ella (y que no sólo abarca la producción cinematográfica sino también, y de manera sobresaliente, los gastos de promoción que se hayan hecho). Esta regla opera lo mismo para una modesta película mexicana que para la más cara superproducción hollywoodense aunque, por supuesto, los estándares de las majors hollywoodenses sean estratosféricos, comparados con los que manejamos de este lado del Río Bravo.

La vieja historia de David
y Goliat

Como promedio, una película mexicana cuesta entre 1.5 y dos millones de dólares, contra los veinte millones de billetes verdes que Hollywood se gasta en un filme ``modesto''. Esta es una realidad que mucha gente olvida a la hora de comparar al cine mexicano con el estadunidense y, además, hay un dato importante a tomar en cuenta a la hora de hacer este cotejo: los veinteÊmillones incluyen gastos de promoción y difusión, en un porcentaje perfectamente calculado, mientras que los dos millones que se gastan en una película mexicana cubren casi exclusivamente los costos que implica hacerla. En otras palabras, la mayoría de las veces se filma sin tener la más mínima certeza de qué va a ocurrir una vez que la película haya sido terminada. Y esto, que puede parecer un disparate, es la pura realidad que viven nuestros cineastas:Ênadie puede asegurarles cuándo ni cómo será promovido, difundido, distribuido y exhibido el producto de su esfuerzo creativo y técnico.

Va un botón de muestra: hace más de un año, en la decimocuarta Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara se presentó, entre otras, la película Como a veces llueve en mayo, dirigida por Juan Antonio de la Riva y producida por Televicine. Si usted no la vio entonces muy probablemente ya no la verá, porque no se ha previsto su estreno por lo menos hasta el mes de junio próximo, y un año y medio de espera es demasiado para cualquier película, sobre todo cuando la distribuidora -Warner México en este caso- está ocupada en otros proyectos, uno de ellos mexicano, por cierto:ÊLa segunda noche, de Alejandro Gamboa, en la que sí se ha invertido en promoción, que arrancó con igual número de copias que cualquier película estándar hollywoodense, y a la que no le está yendo mal en cartelera.

El camino del infierno

Promoción y difusión es el segundo de los ``tres ejes fundamentales'' con los que el IMCINE anunció que se manejará en el presente año. Sin cuestionar el carácter institucional del IMCINE ni soslayar la importancia de las actividades que al respecto se propone realizar -como, por ejemplo, la participación en festivales cinematográficos, la edición de libros y la retrospectiva que recorrerá treinta y un ciudades mexicanas-, es imposible no preguntarse qué se tiene pensado para promover y difundir a nivel comercial la filmografía reciente, tanto lo recién terminado como lo que se encuentra en rodaje y en posproducción. Ya que, por el momento, es ineludible la distorsión a la que nos referimos hace quince días (sobre que el IMCINE es el productor casi único), es necesario que, en consecuencia, sea el propio IMCINE el que se encargue de llevar a cabo las labores de promoción y distribución comercial de las películas en las que participa, que destine una parte de su presupuesto a competir con las distribuidoras privadas y que cuente con una estrategia de mercadotecnia para recuperar lo invertido. Quizá esto pueda parecerle a algunos un desatino, dado el carácter del IMCINE, y se argumente que esas no son sus funciones. Pero aunque se ha dicho hasta el cansancio, parece necesario insistir en que si queremos que nuestro cine abandone de una vez el estado paupérrimo que tantos años lleva padeciendo, es absolutamente indispensable sacarlo del círculo vicioso en el que se encuentra: producción azarosa, promoción mínima o nula y distribución-exhibición incierta. De otro modo, todo seguirá siendo como el camino del infierno: empedrado de buenas intenciones.

(Continuará)
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