Antesala

¿Puede una antesala volver por sus fueros? Estrictamente, no. La antesala es ese sustantivo que designa la ``pieza situada delante de la sala principal de una casa'', según nos dice el Pequeño Larousse. (El sinónimo, vestíbulo, contiene una polisemia que evoca al table dance y al full monty de las emociones que no está mal, pero la palabra es bastante fea.) Así que una habitación no puede realizar una acción. Ahora, el sentido que se le ha querido asignar al término corresponde a la forma figurativa en que se usa: hacer antesala, ``aguardar a ser recibido por una persona'', en este caso, el antesalista aguarda paciente y anhelante a que al menos un lector le brinde su valiosa atención leyendo las tonterías que al que esto suscribe se le ocurren. En este caso, pues, debe entenderse que la Antesala es un medio para que el antesalista, que busca un lector, vuelva por sus fueros (fueros, en plural, significa ``privilegios que se conceden a una localidad o persona''), o sea, regrese en pos del privilegio de ser leído. ¿Que qué quiero decir con esta disertación de gramática elemental? Que la Antesala y su personero han vuelto. Muchos se preguntarán ¿acaso se fue? Esto duele, pero ni modo: nadie es monedita de oro. Si alguien se dio cuenta de que esta columna estuvo fuera del aire por dos semanas, escríbame, no sea gacho(a). En fin, que mientras tanto yo mismo me doy la bienvenida y me felicito por estar de nuevo en este espacio. Como dijo Jack Nicholson en El resplandor: I'm back!

Asómese a La casa del incesto. Anais Nin, mujer más famosa por haber sido amante de Henry Miller y por su liberalidad sexual que por haber escrito su Diario -literalmente, la obra de su vida-, que consta de 45 mil cuartillas y abarca cincuenta y tres años de su existencia, fue el mejor personaje de su propia e íntima obra. Hija del famoso pianista catalán nacido en Cuba, Joaquín Nin, y de una ex cantante cubana de origen danes y francés, Rosa Culmel, Anais fue obligada a sostener relaciones incestuosas con su autoritario padre durante su infancia y juventud, hasta que decidió abandonarlo y casarse con el exitoso y desgraciado banquero Hugo Guiler, quien soportó con entereza la vida donjuanesca que Anais decidió llevar, so pretexto del arte y a imitación de su padre. A los treinta y cuatro años regresó a la casa familiar para seducir a su progenitor y después abandonarlo a los pocos días, dejándolo enfermo para siempre de esa extraña relación. Esa pequeña gran mujer (y actriz) que se llama Georgina Tábora escribió y produjo una obra teatral basada en el poema de Anaís Nin llamado precisamenteLa casa del incesto, que ha cuajado en una inquietante puesta en escena donde el espíritu de la narradora se desdobla en cinco personajes/espejismos. La directora Hilda Valencia, con gran inteligencia y oficio, logró encarnar este fluido poético lleno de guiños y claves en un montaje pleno de intensidad y dramatismo. Valencia consigue dar sentido al laberinto pero no cae en el error de explicarlo. Como la poesía, será el flujo de las palabras y las imágenes el que dará las claves al (a la) espectador(a) que esté dispuesto(a) a dejarse ir, a abandonarse al laberinto durante una hora. Los actores: Emma Dib, Montserrat Ontiveros, Rodrigo Vázquez, Arturo Ríos y la ubicua Georgina Tábora, alcanzan los altos registros que se requieren para sostener la luminosa oscuridad de la poesía; el oxímoron no es gratuito: este trabajo actoral requiere asumir con humildad el carácter de estereotipo, de vehículo al servicio de los demonios de la autora y, a la vez, dotar a su personaje de una profundidad compleja e individual. Si a usted le gustan las emociones fuertes, lector(a) freudolacaniano(a) a quien le aterra su infancia, dese una vuelta por el Teatro El Granero, de miércoles a viernes a las 20:30 hrs., sábados a las 19, y domingos a las 18 hrs., antes de que nuestras asombrosas autoridades culturalesÊconviertan la famosa Unidad del Bosque en estacionamiento para el Auditorio Nacional y/o el Campo Marte.

El suelo bajo sus pies. Sí, en efecto, cultísimo(a) lector(a), acertó usted: este es el nombre de un texto fascinante del aún perseguido por la fatwa, Salman Rushdie, pero también es el (pre)texto de la fotógrafa Lucero González para armar una hermosa exposición fotográfica con las instantáneas que tomó en la India, inspirándose en los textos de Rushdie e incluso utilizándolos como pies que contrapuntean las fotos. Y son precisamente los pies: de musulmanes e hinduístas, de budistas y yoguis, de cristianos, comunistas e intocables, de hombres, mujeres, niños y animales sagrados, los que forman el cuerpo de la muestra que se inauguró este pasado viernes 14 en el Loo Estudio (Higuera 22-C, en el Centro Histórico de Coyoacán, ahí cerquita de la cantina La Guadalupana). Permanecerá ahí hasta el 30 de mayo y puede usted asistir los miércoles, jueves, viernes y sábados, de la 12 a las 20 hrs. ``Así pues -dice Rushdie-, un fotógrafo puede crear el significado de un acontecimiento. A veces, incluso, aunque sea con una falsificación.''

Segundo aniversario de Equis. La revista que dirige nuestro colega Braulio Peralta llega triunfante a los veinticuatro números de salir a la venta. Equis se ha caracterizado por evitar entrar al juego de las capillas y los grupúsculos, publicando excelentes textos de una gran variedad de escritores nacionales y excelentes traducciones de intelectuales extranjeros, así como sus famosos dossiers, donde declaran su inquebrantable posición de izquierda pensante. Este número no es la excepción. Sólo les digo que el contenido es excelente y la portada, horrenda. La víctima fue Monsiváis, a quien seguramente quisieron homenajear pero le hicieron un flaco favor. De todas maneras, ¡felicidades doblemente estruendosas! Vale.


Bazar de asombros


La funesta burocracia


``Para qué simplificar si se puede complicar, slurp, slurp.''
Felipe II y Forges.

Selma y Patty: Hay días en que no hacemos nada.
Bart: ¿Qué días?
Selma y Patty: Los días hábiles.

Los Simpson

Hace unos días fui culpable de uno de los más complicados delitos que pueden cometerse en esta ciudad: me robaron mi automóvil. Los señores bandidos se las arreglaron para derrotar a un seguro, un bastón y un mecanismo que atora el volante. Todo esto sucedió en el estacionamiento de la unidad en que sobrevivimos y a treinta metros de una caseta de vigilancia habitada por mal pagados y somnolientos guardias que llevan garrote y pistola por razones meramente decorativas.

Estoy muy disgustado y lleno del sentimiento pequeñoburgués conocido con el nombre de humillación. Esto se deriva del hecho de que alguien, tal vez ni siquiera mi enemigo personal, metió sus garras en una de las cosas de mi propiedad protegida por la ley, pues para eso pago impuestos y soy un ciudadano más o menos apacible e inofensivo. En fin... a los delincuentes y a los irresponsables vigilantes les deseo lo peor (no incurro en los análisis socioeconómicos ni declaro culpable en última instancia al capitalismo salvaje. Lo es, pero en este momento no me da la gana de teorizar. Esto demuestra, ocioso es decirlo, la fragilidad de mi condición humana) y les dedico todo mi rencor de pequeño propietario despojado. Si roban uno de los autos de una gran empresa o el de la nana del hijo menor de un político veracruzano cuya impunidad está garantizada por el juego de intereses del sistema, o el quinto o sexto coche (el del ``súper'') de un ricachón de alguna de las familias financieras que son dueñas del ochenta por ciento del país, se da un natural disgusto que se aprovechaÊpara atacar al gobierno de la ciudad capital, pero cuando la víctima del robo es un pequeñoburgués como el que escribe estas quejas, el asunto toma proporciones de hecatombe, el metabolismo se descontrola, se deja de creer en la bondad humana, se duda de la justicia y uno se da a la furia, a la tristeza y a la desesperación. Nos decimos que casi toda la clase media y algunos de los señores feudales (no todos, pues recuérdese que tienen guaruras, grandes y protegidos garajes y sofisticados seguros) han pasado por las mismas, pero no, este sentimiento de rabia y de frustración es único e intransferible. Por lo mismo nos convierte en el centro del agravio, en los únicos ofendidos por el crimen organizado, la ineptitud policiaca y los múltiples mecanismos corruptos que han hecho del robo de coches un negocio bien armado, con su departamento de exportación y sus bien establecidas relaciones con las mafias de otros países. Tal vez fue un ladrón aislado (eso está de moda desde 1995) el que se llevó mi Tsuru a un lugar secreto. Ahí lo desbarató y se puso a vender los entresijos del desventurado (y, en vida, ejemplar y eficiente ``utilitario'') hijo de la tecnología del nuevo ``shogunato'' industrial.

El mismo día del robo se inició la carrera criminal de nuestra despojada familia, pues en las oficinas de la Procuraduría se nos dio un trato agresivo y nos vimos obligados a informar a los prepotentes empleados de ese imperio burocrático que nosotros éramos los robados y no los ladrones. Una anécdota ilustrará el carácter de mis aventuras con la burocracia: tuve que ir a demostrar que el coche robado era de mi propiedad (la declaración ya había sido hecha, ante el M. P. de Tecualipan) a unas lóbregas oficinas que la Procuraduría tiene en la avenida Coyoacán. Pregunté cinco veces en dónde tenía que hacer el trámite y a la sexta encontré el lugar adecuado. Hice cola y al llegar frente a un personaje pequeño e iracundo mostré mi documentación. La vio con mirada aviesa y triunfal y encontró la manera de deshacerse de mí: ``Esto depende de Coyoacán'', me dijo, y me indicó una ventanilla cercana. Le pedí que me atendiera y sentenció con tono dantesco: ``Lo voy a hacer, pero aténgase a las consecuencias.'' No me atuve y recogí mis papeluchos: copia de la factura del coche -me faltaba el original, perdido por mi contador, por lo que deberé levantar un acta de extravío de factura original y esto me hará reiniciar el laberinto-; copia y original de un documento que demuestra que el coche es propiedad del dueño del documento... y así hasta el infinito de los delirios burocráticos y todo para que la compañía de seguros, después de ponermeÊvarias ``pegas'' y de encontrar irregularidades hasta en los dobleces de los documentos,Ême pague el precio comercial del pobre deshuesado descontando el correspondiente deducible, y me entregue la cantidad suficiente para comprar un carro de camotes (sin camotes, por supuesto). Además, por la nueva factura tendré que pagar una suma que irá en detrimento de mi berlina camotera.

El señor del otro círculo infernal me recibió con cara de tedio (Baudelaire asegura que el tedio es el demonio mismo). Le pedí que nos diera buen trato, pues ya su colega nos había proporcionado una dosis de arrogancia. La respuesta me puso a temblar: ``Lo voy a tratar mal para que se queje.'' Hojeó los documentos y encontró la ausencia del original de la factura. Le brillaron los ojos y nos despidió con cajas destempladas. Deliberadamente no le di el ``charolazo'' de periodista. No me sale natural y estaba decidido a jugarle al O'Henry y a pasarla como la pasan los habitantes de esta ciudad culpables del delito de que les roben su coche.

Ya en la calle y, perdida toda esperanza, recordé a don Jilemón Metralla y Bomba y sus cochecitos: los detenía con las manos y, como no tenían piso, eran las ``patrullas'' del chofer las que galopaban por las calles. Cuataneta, la enrebozada auxiliar de asuntos domésticos, trotaba al lado del modelo jilemónico. Eso o un carro de camotes o, como casi todo el mundo, metro, microbuses de película de acción o taxis ya sospechosos de toda clase de malas intenciones, es lo que me espera después del delito cometido. Por lo pronto, a los amigos de lo ajeno, los vigilantes y los burócratas les dedico una vengativa trompetilla. Lo ve, funcionario dueño de un pequeño y devastador poder, ya me quejé como me lo sugirió. Por otra parte, estas quejas no me impiden cumplir el deber ciudadano de apoyar al procurador Samuel del Villar en su lucha contra la corrupción. Con su decidida actitud demuestra que es posible enfrentarse a la impunidad de los barones del sistema.

Hugo Gutiérrez Vega

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Ultimos temas literarios

TRAIDOR. La lealtad es la más universal de las virtudes. La precian hasta gángsters y malhechores. Pues bien, traidor es aquél que contradice la lealtad prometida. Es personaje muy repudiado, Dante sitúa al traidor en el último círculo del infierno. Judas, que entregó a Cristo, es el ejemplar más famoso y execrado. El traidor suele ser solitario, sombrío, meditabundo, insincero, envidioso, en suma poco recomendable. Por eso sería interesante crear un traidor alegre, idealista y generoso. No es imposible, basta imaginar, asociando dos temas, un traidorÊa un tirano, por ejemplo. Como Marco Bruto, que fue traidor a Julio César y participó en su asesinato, pero fue leal a la República romana. La traición como conflicto de lealtades. ¿Qué opinas?

venganza de sangre. Otro gran asunto. La venganza es la supresión mágica del daño recibido mediante el daño al ofensor. Es pasión muy primitiva. Pero hay algo de justicia en ella, por eso los antiguos hicieron de la venganza, no sólo un derecho, sino peor que eso, una obligación. Porque se supone que devuelve el orden, el equilibrio, lastimado por la afrenta. Es decir, repara. El Duelo, como vimos, era una especie de posibilidad legalizada de venganza. En la venganza hay placer que puede ser grande. Este placer se aprovecha en la más famosa novela con el tema: El Conde de Montecristo, de Dumas, mil veces filmada. Una buena y desalmada ofensa que eche a andar el mecanismo, luego un personaje astuto, paciente y minucioso que no tenga piedad, eso es lo que necesitas.

vida deseada y maldita en una isla. Isla significa soledad, aislamiento. Por eso puedes situar ahí lo que quieras. Utopía de perfección, infierno, laboratorio para examinar la existencia humana. El tema de la isla desierta sirve muy a propósito para esto último. Robinson Crusoe, es, claro, el clásico ejemplo. Las novelas sobre la Isla del Diablo o las Islas Marías, son ejemplo del segundo. Isla, la utopía de Huxley, su última novela, es ejemplo del primero. Muchas tramas se pueden articular con este recurso alegre y soleado.

el viejo enamorado. Casi siempre patético, porque ``la fuerza del amor ardiente vuelve necios a los hombres sabios'', suponiendo que los viejos sean sabios. Lamentable es el viejo casado con la joven y condenado a los celos delirantes. En general, este tipo de uniones se ven, no sin razón, como injustas. Pero hay excepciones, como siempre, en Diario de la guerra del cerdo, de Bioy Casares, una mujer relativamente joven se enamora de un viejo. La Frenzel incluye en tema la historia bíblica de Sansón y Dalila. García Lorca trató varias veces el tema. Tú puedes modernizarlo: una relación entre un político viejo y una muchacha a la que le encantan el rock y otras cosas que el viejo no entiende. Serviría para mostrar diferencias generacionales.

visita al averno. Es el viaje a la región de los muertos. Dado que la naturaleza de la ultratumba ha variado en las distintas culturas, también los viajes han variado. El más completo y memorable es, claro el que se cuenta en La Divina Comedia. El tema puede modernizarse.

voto de castidad. En muchas religiones se da esta práctica. La manera más directa de desarrollar el tema es, claro, suponer de una persona que, después de hacer esta promesa, se enamora locamente. El sacerdote católico enamorado es tema frecuente, y también la monja profesa en las mismas condiciones, ¿y qué va a pesar más, la pasión o el deber? El asunto puede situarse en otros tiempos, pues en el paganismo también había este tipo de voto, pero no veo cómo puede escapar a ser religioso, por lo que creo no va a interesarte mucho a ti.

Muy bien, Xime, con este tema terminamos la enumeración. El viaje ha sido largo, pero observa lo que tienes: se supone que estos son todos los temas posibles de la literatura. Esto es, que no puede hacerse un cuento, una novela, un guión de cine u obra de teatro que no desarrolle uno o varios de estos temas. Para comprobarlo, trata de inventar o recordar alguna obra cuyo asunto no pueda reducirse a los que figuran en la lista.

Claro que todo esto está sembrado de misterios: ¿qué es un tema?, ¿por qué son pocos los temas y por qué son estos y no otros? Estas preguntas se tienen que responder, pero es mejor, creo, familiarizarte primero con los temas, y ejercitarte en su manejo y ya después reflexionar sobre ellos. La teoría literaria viene después de la práctica, me parece, porque si no ¿sobre qué haces la teoría? Pero las reflexiones son para otro día, ahora me despido. Muchos besos, Xime.


LAS ARTES SIN MUSA

Héctor Perea

LOS BUSCADORES PERDIDOS

Hace un año, a la una y media de la tarde, desde la ventana del Café Comercial se veía la escena cotidiana: la Glorieta Bilbao con su quiosco colorido de periódicos y revistas, el ir y venir de la gente por la acera, la boca del metro que engullía y vomitaba viajantes y, al fondo, el restaurante Yucatán semivacío.

Para entonces, Tomás Segovia había terminado ya la escritura cotidiana de su Diario y pudimos charlar de manera relajada o, más bien, pude escucharlo hablar sobre cualquier tema. En un momento en que me contaba cosas de su infancia, poco antes de enfilar hacia el Carranza para comer, guardó silencio. Luego esbozó una sonrisa, miró hacia arriba, como hace siempre para atrapar entre el humo de su cigarrillo alguna idea fascinante y de seguro llena de ironía, y soltó a bocajarro: ``Ayer me busqué en el Yahoo! y en Altavista y encontré al poeta como en trescientas referencias.'' Los espejos del café reflejaban meseros no demasiado apresurados. Dentro del viejo local hombres y mujeres leían o hablaban sin parar, con su express terminado apenas en un abrir y cerrar de labios.

Tomás dio otra fumada a su Ducado y continuó: ``Desafortunadamente, en muy pocas referencias me vi de cuerpo entero. Lo más próximo al tema de la poesía fue una crónica de la presentación del libro en la Residencia de Estudiantes. Y ya en la primera de las muchas pantallas empezaban las rarezas combinatorias. Había sitios con descripciones de la ciudad de Segovia; el ofrecimiento de cursos de español o un estudio sobre Andrés, el guitarrista; también un acercamiento al reinado de Fernando e Isabel y al Alcázar, obviamente, de Segovia. Eso sí, en la mejor de las páginas resultantes de la pesquisa, con una delicada imprecisión, se decía aprovechando todas las palabras buscadas y aportando nuevas: `Toros. José Tomás salió a hombros al sumar dos trofeos en Segovia.''' Nos reímos entre el ruido de las cucharillas y salimos comer.

Esta sabrosa plática con Tomás me impulsa a rozar apenas el espinoso tema de las imperfecciones que aún manifiesta la red de redes. Caminos truncos o errados, estos defectos terminan siendo a veces tan divertidos como la vista de aquel cohete de la película silente encajado en el ojo de la Luna. Y ya que aludí a la obra de Georges Méliés, el mago parisino, para mejor comprender el presente y el futuro de internet, creo que valdría la pena recordar los tiempos de esa primera cinematografía. El cine mudo dio a lo largo de su historia algunas verdaderas joyas, aunque cuando los Lumire y, más que nada, Méliés, filmaban, lo hacían como parte de una experimentación bastante rudimentaria. Para llegar a la perfección de los efectos especiales que hoy disfrutamos en cintas como Matrix tuvo que pasar un siglo completo de trabajo intenso. En internet sucede algo similar. Casi cualquier cosa que encontremos ahora en el hiperespacio, por magnífica que nos parezca, será apenas un esbozo de lo que podrá conseguirse en el futuro. Asimismo, los muchos defectos que internet manifiesta y que hoy nos parecen problemas mayores, con el paso del tiempo quizá terminarán siendo sólo rasgos anecdóticos de la infancia de este medio. En el momento actual muchas dudas se resuelven gracias a la consulta en internet. Pero muchísimas más no hacen sino rebotar, retorcerse dentro del ámbito de los buscadores, creando una galería de monstruillos no siempre tan simpáticos como la historia de Tomás el torero.

Si uno busca, por ejemplo, el tema ``literatura mexicana'', Yahoo! dará un resultado muy espectacular y, hasta cierto punto, preciso. El hallazgo de 2,151 páginas donde se trata el asunto podría echar por tierra cualquier reserva que se hubiera tenido sobre la efectividad de internet. Sin embargo, después de las primeras referencias en que aparecen revistas electrónicas, catálogos especializados, programas académicos de diversas universidades, la enorme oferta comenzará a desdibujarse, a enrarecerse conforme el motor de búsqueda vaya forzando la combinación de palabras. Y en las pantallas subsecuentes, sólo porque en algún lugar del sitio figure una de las palabras solicitadas, o por simple magia, aparecerán resultados descabellados que llevan a convivir a la literatura de nuestro país con espacios virtuales como el de la Asociación Mexicana de Cyber Cafés, el de la Red Latinoamericana de Química o uno dedicado a Katy Jurado. El absurdo puede crecer mientras más especializada se vuelva la senda indagatoria. Después de ``literatura mexicana'', y para continuar en el mismo tenor, elijo ahora el nombre de Juan García Ponce y lo suelto en el Yahoo! Entre los sitios resultantes de esta búsqueda figurarán Azteca Films (gracias a estar en él Barbachano Ponce), el Infantil Reyes Católicos, el Programa de Espectáculos Taurinos, el de los Integrantes de la Comisión de Vivienda y, ya en el colmo, la mismísima Guía Roji.

La red de redes es un instrumento en vías de perfeccionamiento. Y como todos saben, o algunos esperan, los desajustes propios de la inmadurez se resolverán al llegar el medio a la edad adulta. Concluyo con la reproducción de una página legal inspirada a Tomás Segovia -quien pone las palabras como banderillas- por el espíritu del internet: ``Este libro no se cobra, como no se cobra una palabra dicha a alguien o a todos. Puede citarse, copiarse, usarse y prestarse libremente, siempre que no se cobre a su vez por ello, sin más limitación que el respeto a la dignidad del autor, de su nombre, de su personalidad y de sus ideas.''

perea28@hot