La Jornada Semanal, 26 de marzo del 2000



(h)ojeadas

Tres realidades tres

Alejandro Castellanos

Guillermo Castrejón,
Sombras de mi ciudad. Campeche,
Conaculta/Instituto de Cultura de Campeche,
México, 1999.

A partir de la aparición en México de la corriente denominada por el investigador John Mraz como ``nuevo fotoperiodismo'', vigente entre los años setenta y ochenta, cobró importancia en algunos medios una temática designada por los fotógrafos y editores como ``vida cotidiana'', referencia cuya ambiguedad refleja la imprecisión de sus límites, si bien el parámetro más adecuado para valorar este tipo de imágenes es su falta de correspondencia con noticias específicas.

Sin embargo, la imposibilidad para desplegar amplios discursos iconográficos en la prensa ha sido uno de los mayores obstáculos para que dicha temática tenga un desarrollo acorde con sus posibilidades, pues suele quedarse en fotografías con cierto impacto que tienden a excluir la contextualización del tema registrado, perdiéndose en profundidad lo que se gana en atención.

Guillermo Castrejón forma parte de la generación de reporteros gráficos que se dio a conocer en la etapa señalada, sin duda la más creativa del fotoperiodismo reciente. Su labor en los diarios unomásuno y Siglo XXI, así como en las agencias Imagen Latina y AFP, entre otras, alimentó un oficio patente en el libro Sombras de mi ciudad, editado por el mismo fotógrafo con el apoyo de diversas entidades, en el cual sus imágenes superan la problemática mencionada al documentar con plenitud las vidas de diez personajes campechanos, caracterizados a partir de su oficio: panadero, carbonero, rezadora, talabartero, comerciante y peluquero, entre otros; es decir, seres cuya actividad los ubica al margen de los cambiantes tiempos de la modernidad.

Más allá de la tradición del retrato de ``tipos populares'', mediante la cual algunos fotógrafos han desplegado tipologías costumbristas, las series con las que Castrejón presenta a cada personaje se pueden revisar como una etnografía iconográfica en la que el trabajo, la familia y el entorno de los personajes integran un panorama de la cultura de un segmento de la población campechana, que sobrevive a las contradicciones de un contexto cada día más hostil hacia su tipo de vida, desplazado por las presiones del crecimiento de las ciudades, que implican el cambio o la estandarización del trabajo, con la consiguiente desaparición de oficios como los ejercidos por los retratados.

Al mostrar esta contradicción, Castrejón realiza una crítica sesgada hacia un sistema que desdeña la vida de algunos trabajadores al privar de sentido a su actividad. Frente a ello, la calidad editorial del libro, diseñado por David Maawad, establece un eficaz discurso que busca enaltecer los valores de los retratados mediante las imágenes aisladas y su seriación, desarrollando secuencias o contraposiciones iconográficas que crean una narrativa específica para cada personaje, destacando las fotografías rebasadas a doble plana, que resaltan el manejo de los planos y del encuadre de Castrejón.

Los textos que acompañan a las fotografías, realizados por el escritor campechano Juan José Guillén Castillo, contribuyen a subrayar las intenciones del libro, haciendo de la nostalgia el fundamento de los relatos donde cada individuo describe sus epopeyas cotidianas, como la lucha para establecer su comercio de doña Mari, vendedora de pescado, o los esfuerzos de don Agustín para promover el culto al Cristo de San Román, venerado en Campeche, Tabasco y Yucatán.

Sin ser el primer trabajo que se elabora con esta intención, el libro de Castrejón es, en los años recientes, uno de los que mejor denotan la posibilidad de renovar en nuestro medio el empleo de la fotografía como documento social, al hacer de las imágenes de la vida cotidiana el enclave de un espacio de comunicación entre tres realidades: la del retratado, la del fotógrafo y la del público .



e n s a y o


La reflexión insobornable

Glenn Gallardo

Héctor Subirats,
Para quien no se fía,
Juan Pablos Editor y Ediciones sin nombre,
México, 1999.

Si bien es cierto, como nos lo dice el propio Subirats en su libro, que la filosofía no hace necesariamente mejores a los hombres, al menos el tener un conocimiento de la misma sí nos puede ser de alguna utilidad, aunque no sea sino para pasar un buen rato. Y eso es precisamente lo que sucede con Para quien no se fía, texto a través del cual se nos propone un divertido pero no por eso menos serio recorrido a lo largo de la historia y las corrientes de esta disciplina. Dos ideas fundamentales privan a lo largo de la obra: el plagio y el Método. Subirats nos plantea de entrada, mediante la advertencia de un epígrafe de Guido Ceronetti, que nadie está exento de utilizar ideas ajenas, por mucho que se disfracen de propias; y en cuanto a lo segundo: que nadie ha sido capaz de establecer un Método (así, con mayúscula) capaz de prever acontecimiento alguno, lo que también de entrada invalida a la filosofía como un instrumento para hacernos más sabios. ¿Para qué sirve entonces la filosofía? Quién sabe, pues como nos lo dice él mismo: ``donde hay más sociólogos, politólogos o filósofos, no hay menos desdichados ni menos injusticia''. Podemos, no obstante, hacerle justicia diciendo que nos hace reflexionar, para lo cual el libro de Subirats es un indiscutible acicate.

En todo caso, para el autor, el auténtico Método consiste en tratarlo todo con una muy sana y regocijada ironía, así como en el ``buen decir y la transparencia'', según sus propias palabras. Como filosofía significa amor por el conocimiento, este amor debe ir acompañado entonces de un amor por la verdad, aun cuando ésta no sea la misma para todos.

Resulta indudable que la filosofía se construyó desde siempre con la refutación de las ideas ajenas. Subirats sostiene que una de las metodologías más empleadas hasta nuestros días se apoya en la construcción de una teoría a partir del análisis de los defectos que se intuyen en la teoría anterior. Así, Aristóteles edifica todo su pensamiento en la impugnación de las ideas de su maestro Platón, como éste lo había hecho con las de Sócrates. Lo que realmente interesa de estos pensadores es el haber erigido a lo político, ya desde entonces, en una de las preocupaciones fundamentales del filósofo. Los desacuerdos entre ellos, en éste y en otros asuantos, no pudieron ser más radicales.

Al ser seguramente los primeros en oponerse al poder y a las convenciones sociales, cínicos y estoicos fundan igualmente las incipientes formas del individualismo. El filósofo parece haberse adelantado en mucho al disidente político (aunque él ya lo era) y dignifica en mucho esa aparente ``inutilidad'' de la filosofía de la que hablábamos antes. Su ejemplo, en todo caso, reside en no haber hecho otra cosa más que oponer una resistencia pasiva, como lo demuestra claramente la anécdota entre Diógenes y Alejandro Magno. Otros (Marco Aurelio, Cicerón) reflexionan en cambio desde el otro bando y anuncian al neoplatonismo, a las corrientes agnósticas y a los apologistas cristianos.

Es contagiosa y estimulante la rabia de Subirats hacia estos últimos, quienes ni siquiera tuvieron necesidad de ser filósofos y aprovecharon simplemente el hecho de que el cristianismo se hubiera infiltrado en todas las ramas del conocimiento, socavándolo, haciendo que la filosofía desapareciera totalmente del mundo occidental por lo menos durante mil años. El concepto de filosofía cristiana es empleado analógicamente, pues tanto Agustín de Hipona (Patrística) como Tomás de Aquino (Escolástica) refuerzan la idea de que el cristianismo es una religión y no una filosofía. Van en contra del ``amor al saber''.

Con la llegada del Renacimiento, la filosofía vuelve por sus fueros. Sin dejar de emplear todavía la terminología escolástica (Cusa, Ficino, Bruno y Campanella) ni de ser clérigos, estos filósofos son mal vistos por la autoridad eclesiástica. Pero es bien sabido que la Iglesia ve el mal donde no hay sino inteligencia. Lo demuestran sus intentos por reprimir la instauración del heliocentrismo por parte de Copérnico y la prohibición de las obras de Galileo. Y el envío a la hoguera, por si fuera poco, de Giordano Bruno y algunos otros.

Si muchos pensadores tuvieron que dejar el pellejo en nombre de las ideas que pretenden esclarecer el conocimiento, sobre todo en tiempos del oscurantismo, el filósofo moderno, en cambio, tiene que vérselas con la impersonalidad debida a muchos de los sistemas implantados por algunos de sus colegas. Desde la Ilustración, el filósofo no sabe cómo resolver la paradoja que significa el establecimiento de un Contrato Social, en cuyo nombre la voluntad del individuo se ve sometida a un pacto supuestamente creado en un principio para él. Aquí, algunos vuelven a poner el acento en el individualismo, como Nietzsche cuando exclama: ``Poco a poco he ido viendo claro cuál es el defecto más general de nuestro tipo de formación y de educación: nadie aprende, nadie aspira, nadie enseña a soportar la soledad.''

Una conclusión válida para este apologista del escepticismo, en lo que se refiere al totalitarismo tanto político como ideológico, es la que pone en primer término al egoísmo, hijo de la ética. Si lo político y lo jurídico instauran la moral coactiva, la ética propone una moral libre. La respuesta ética, nos dice, no está dada de antemano: existe fuera de toda norma escrita. Sin embargo, los únicos textos que deben rescatarse siguen siendo los de los filósofos. Pero no los de todos. En su lista de preferencias están aquéllos que manifestaron siempre un espíritu de mayor independencia frente a su época, lo que les da todavía vigencia hoy en día: Montaigne, Spinoza, Nietzsche, Camus, Canetti, Cioran y Savater son la columna vertebral de un pensamiento que, con todo y su escepticismo, no deja de encontrar su justificación en la expresión clara y en el sarcasmo que enseña a pensar ligeramente en las cosas graves .



novela


La perla perdida del cineasta

Guadalupe Bucio G.

John Sayles,
Los gusanos,
Debate Editorial,
España, 1999.

En un mundo convulsionado, donde las guerras se suceden una tras otra, el dolor humano queda como huella imborrable en el recuerdo de los hombres que, participando o no en el conflicto, ven afectadas su vida y sus costumbres. John Sayles, experimentado cineasta independiente cuyo prestigio surge con la cinta Eight Men Out, se preocupa por el problema sociológico que se repite tanto en la cinta Lone Star como en su primera novela Los gusanos: el desarraigo de las personas que abandonan su lugar de nacimiento, y con él, unan forma de vida que jamás han dejado de añorar.

En Los gusanos hay hombres y mujeres que lloran y ríen ante una canción de la vieja Habana, hay algunos nacidos en Estados Unidos que, a pesar de ello, se sienten cubanos, simplemente porque sus padres nunca olvidaron su origen.

La historia contada por un narrador omnisciente empieza en los primeros años ochenta, en la ciudad de Miami, donde una familia de exiliados cubanos se resiste a perder su identidad nacional. Regresar a la Perla perdida es parte de su cultura. Los gusanos no es una novela histórica como Cisnes Salvajes de Jung Chang, que nos cuenta el nacimiento de la China comunista y las contradicciones nacionales desde un punto de vista personal, con una investigación histórica profunda. Tampoco es como la novela de Fernando del Paso, Noticias del Imperio, donde se aprecia un profundo conocimiento de la historia de México. Los gusanos toma fragmentos de la historia cubana sin dar fechas exactas, y hace referencias aisladas a la lucha armada de 1953-1958, en donde la conciencia nacional se demuestra en la defensa de su cultura, costumbres, tradiciones y el derecho a ser libres.

Blas de la Peña, miembro del Directorio estudiantil, participa en la operación encargada de tomar El Palacio y matar a Batista. En el proceso revolucionario empieza a renegar de Fidel. Nunca se aclara cómo ni por qué, pero se vuelve un contrarrevolucionario.

El pensamiento de los exiliados cubanos se resume en la voz de Villas, un preso político en las galeras de La Cabaña, Cuba: ``Fidel fue guerrillero y sabe que las revueltas crecen en suelos pobresÉ Contra él, cuando rompemos un círculo que nos oprime, nos encontramos con otro.'' La nueva Cuba es también una dictadura: ``Nadie está seguro, no hay sentencias consistentes, tan sólo el capricho del poder absoluto e inclemente.'' ``Cuba es una gran prisión.'' Villas imparte doctrina en la prisión: ``a) El objetivo de la revolución es hacernos libres aunque haya mucha gente encarcelada. b) La revolución debe garantizar la verdadera libertad de expresión por medio de la censura. c) La revolución se propone la creación del hombre nuevo, pero está dirigida por hombres de los viejos tiempos.''

Los desterrados intentan regresar a su patria, se reconocen cubanos, nunca yanquis, reniegan de Fidel y ``los barbudos'' y se internan en viajes sin retorno, pues invariablemente son traicionados por los que se dicen sus defensores, los norteamericanos, que lo único que buscan es vender armas mediante la promesa de ayudarlos a recuperar el terruño. Se saben diferentes y errantes, son oriundos de una Perla perdida con la cual no comparten el ideario político, viven en un país donde son tratados como extranjeros e inferiores. Se concentran en grupos compactos para planear el retorno. Se reúnen en cafés, casas y comedores, sin renunciar a la esperanza de volver. Poco a poco hacen una nación dentro de otra nación, pues, como dice Leopoldo Zea en Pensamiento latinoamericano, ``la nación no la constituye ni el suelo ni la historia, sino el afán por una tarea común''. Así pues, encontramos a Marta, joven y hermosa soñadora que pretende vengar a su hermano muerto en la invasión a Bahía de Cochinos, que se las ingenia para reunir a un grupo de compatriotas para que participen a su lado en un viaje sin retorno.

John Sayles muestra su capacidad crítica. Va desentrañando el pensamiento y las acciones de los románticos soñadores, tanto los que creen ciegamente en Fidel como los que lo atacan. Muestra las pasiones humanas de manera fría, despersonalizada: las dudas, los celos, el deber, el amor filial, el sexo, la lucha por las ideas, la corrupción, la venganza, las traiciones. Introduce elementos cinematográficos en cada capítulo. Intenta que escuchemos la caja registradora y el dialogo de los personajes. Nos muestra, como a través de una cámara, las caras y los gestos de los que se encuentran en la escena. La división de los capítulos es acertada; en cada uno vamos conociendo al personaje profundamente, casi lo podemos ver, tocar y oler.

Si algo se puede lamentar del texto es la traducción, pues no permite escuchar el lenguaje particular de los cubanos, el tono y los acentos que los caracterizan .



FICHERO

Antropología

Antropología del desarrollo. Teorías y estudios etnográficos en América Latina, Andreu Viola (compilador) Col. Paidós Studio, Editorial Paidós, Barcelona, España, 2000, 380 pp.

El juego del hombre. Deporte y masculinidad entre obreros, Fernando Huerta Rojas, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 278 pp.

Biografía

Dramaturgos mexicanos 1970-1990, Armando Partida Tayzan, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli/Conaculta/inba, México, 1999, 249 pp.

Ensayo (literario)

Pasiones. Amores y desamores que han cambiado la historia, Rosa Montero, Extra Alfaguara, México, 2000, 230 pp.

Ensayo (político)

El pri de frente al 2000. Tercera y última llamada, Ugo Codevilla, Editorial Diana, México, 1999, 296 pp.

Gobiernos de izquierda en América latina. El desafío del cambio, Beatriz Stolowicz (coordinadora), UAM/Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 211 pp.

Voces desechables. El sainete nacional en las frases de sus protagonistas, Fernando del Collado, Col. Tiempo de México/El dedo en la llaga, Editorial Océano, México, 2000, 442 pp.

Ensayo (sociológico)

El lado oscuro de la globalización. Post-Globalización & Balcanización, Alfredo Jalife-Rahme, Cadmo & Europa Editorial, México, 2000, 471 pp.

Fotografía

Rastros kármicos, Nina Subin (fotógrafa), texto de Eliot Weinberger, traducción de Aurelio Major, Col. Libros de la espiral, Centro de la Imagen/Artes de México/Conaculta, México, 2000, 115 pp.

Historia

Los códices de México. Historias extraordinarias, María Sten, Col. Contrapuntos, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1999, 133 pp.

Negara. EL Estado-teatro en el Bali del siglo XIX, Clifford Geertz, Col. Paidós básica, Paidós, Barcelona, España, 1999. 285 pp.

Narrativa

La montaña de las mariposas, Homero Aridjis, Editorial Alfaguara, México, 2000, 303 pp.

Palmeras de la brisa rápida. Un viaje a Yucatán, Juan Villoro, Col. Alfaguara bolsillo, Editorial Alfaguara, 2000, 211 pp

Vida propia, Vicky Nizri, El Pirul varia literaria/Miguel çngel Porrúa, México, 2000, 245 pp.

Poesía

El círculo de animalia, Napoleón Rodríguez, Col. Fontamara 238, Distribuciones Fontamara, México, 1999, 67 pp.

La palabra y la herida, Armando Joel Dávila, Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, México, 2000, 79 pp.

Nosotros, los malditos y el resto, Lucía Yépez , Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, México, 2000, 93 pp.

Ora la pluma, Fernando Fernández, Ediciones El Tucán de Virginia, México, 1999, 85 pp.

Revistas

Casa del tiempo, núm. 14, marzo 2000, vol. II, época III, textos de Gabriela Contreras, César Cisneros, Yves Bonnefoy, Dafne Cruz Porchini, Miguel Krassoievitch, Miguel çngel Muñoz, Mauricio Sánchez Menchero, Leandro Arellano, Elisa Buch, entre otros, México, 80 pp.

Equis, núm. 23, marzo 2000, textos de Paul Auster, Antonio Montes de Oca, Adriana Malvido, Leonardo Tarifeño, Maureen Howard, Sabina Berman, Daniel Sada, Eliseo Bayo, Laura Emilia Pacheco, entre otros, Ulises Ediciones, México, 32 pp.

Letras libres, núm. 15, marzo 2000, año II, textos de Milán Kundera, Javier Marías, Juan Goytisolo, Danilo Kis, David Huerta, Hugo Vargas, Gerardo Deniz, Mario Vargas Llosa, Carmen Boullosa, entre otros, México, 104 pp.

Origina, núm. 85, marzo 2000, año 7, textos de Carlos Castillo Peraza, Benjamín Hill, Jorge Angulo, José Luis Zárate, Naief Yehya, Rodrigo Azaola, Pepe Rojo, Pedro de Isla, Ramón López Castro, entre otros, Gilardi Editores, México, 78 pp.

Tropo a la uña,núm. 10, enero-febrero 2000, textos de Rosa Beltrán, Tomás Urtusástegui, Bioy Casares, Lovecraft, Zweig, Maples Arce, entre otros, Asociación de Escritores de Quinta Roo, México, 64 pp.