La Jornada Semanal, 19 de marzo del 2000


Luis Tovar

La industria cinematográfica y el cine (II)

Al final de la primera parte de esta columna se mencionó la existencia de al menos dos riesgos que el cine mexicano enfrenta en estos días. Pero en el lapso transcurrido hasta hoy, un nuevo peligro amenaza con menoscabar todavía más nuestra ya de por sí bastante menoscabada cinematografía: se trata de lo que ya se conoce como ``ley del doblaje'', que aún no está vigente pero que no se cansa de dar dolores de cabeza.

De idiomas a idiomas

¿Se imagina usted a Woody Allen en una de sus neoyorquinas películas diciendo algo así como: ``Joder, tío, en menudo follón me he metío''? En España nadie tiene que imaginárselo: miles y miles han escuchado hablar a Woody (y a Mel Gibson, George Clooney, Arnold Schwarzenegger, Gary Busey, Drew Barrymore, Cate Blanchett, Angelica Huston, etcétera) en el idioma que se usa en Madrid. Puede que eso le parezca bien a los españoles, o quizá sólo a los madrileños, capaces de entender qué quiere decir exactamente alguien cuando suelta un ``ve a que te den por culo'' (nuestro director, Hugo Gutiérrez Vega, cuenta que una vez iba un travestí por la Gran Vía, muy arreglado(a), cuando un automovilista tuvo a bien empaparlo con el agua de un charco. El travestí reclamó airadamente; el automovilista, lejos de disculparse, sólo dijo: ``Ve a que te den por culo'', y el travestí contestó: ``Pues a eso iba, pero con estas fachas...'' Vaya el chiste para ilustrar lo equívoco que puede resultar el sentido literal de una frase fuera de su contexto idioléctico).

Las leyes que rigen la exhibición de cine en España obligan a que todas las películas deban escucharse en español, y sólo un pequeño porcentaje de salas pasa copias subtituladas. Algo similar sucede en Francia. Todo parece indicar que la mayor parte del público español prefiere oír que todos los actores, sean ingleses, estadunidenses, daneses, rusos o de cualquier país, hablen en la lengua de Cervantes (algo que en México es un mal chiste ``de gallegos'' resulta, en la Madre Patria, la pura realidad: el primer argumento para doblar al español las películas en otra lengua se explica así: ``O veo la película o leo los subtítulos''). Lo que no se sabe es qué fue primero, el huevo o la gallina: si el doblaje se impuso porque a los cines sólo acudían analfabetas o gente que leía muy despacio -dicho sea, por supuesto, sin ningún ánimo de ahuyentar del cine ni a los primeros ni a los segundos-, o si todo mundo se acostumbró, una vez establecida la obligación de poner a Humphrey Bogart a decir ``leches'', ``te has pasao'', ``sois un tronco'' y cosas similares.

El de España es un buen ejemplo de lo que podría suceder aquí, en caso de que a los tres amparos concedidos a sendas distribuidoras cinematográficas -conocidas en la jerga como majors- se sumaran otros dos, con lo que se sentaría jurisprudencia. En ese triste caso, tendríamos que aprender que son of a bitch -quiere decir ``bastardo'' o ``malnacido'' y no hijo de puta; que hold on- siempre será ``sujétate'' y no el mexicano ``agárrate'', que los sándwiches se llaman emparedados, que el cacahuate se nombra maní... Para no hablar de lo que podría suceder en caso de que, en un paralelismo de lo que se hace en España, los inefables dobladores se decidieran a utilizar caló defeño, por poner un ejemplo: what's going on?- (qué pasa o qué sucede) bien podría ser ``¿qué transita por tus venas?''; god dammit- (interjección que significa algo así como ``maldita sea'') pasará a ser ``chale''; todos los cops serán ``tiras''; brother- simplemente se convertirá en ``carnal'', y así por el estilo.

No es que el subtitulaje que se hace actualmente brille por su fidelidad léxica ni por su fortuna en un sentido semántico; siempre nos roban algo a la hora de poner un subtítulo demasiado largo para determinada escena en pantalla, pero (y esto es lo más importante) ahí está la voz del actor diciendo exactamente lo que dice el guión indica; en otras palabras, ahí está una parte fundamental de cualquier obra cinematográfica: los diálogos. Como dijo alguien por ahí, cuando le preguntaron su opinión al respecto de la ley del doblaje: es como si ahora tuviéramos que escuchar las canciones de los Rolling Stones cantadas en español por Magneto. Algo así es lo que suele sufrir quien ve una película (o una serie de televisión) por los canales de televisión abierta.

Doblaje de dobles intenciones

Números más, números menos, el año pasado el cine mexicano volvió a ser un David de dieciocho películas contra un Goliat de casi cuatrocientas producciones extranjeras, la mayoría estadunidenses, but of course. Si las majors consiguen lo que quieren (es decir, manga ancha para doblar los diálogos a ese español que sólo hablan los doblistas), mucha gente que únicamente va a ver una película mexicana por las ganas que tiene de que los personajes sean, hablen y se vean como mexicanos, optará por ver a Jim Carrey o a Robert DeNiro diciendo cosas como ``no te pases, guey'' o ``te pasas de lanza, hijo'', en el mejor de los casos y, en el peor, en el aséptico idioma que suele escucharse en cine permanencia voluntaria del Canal Cinco de Televisa.

Falta mucho por discutir y todavía más por determinar -en caso de que las distribuidoras transnacionales ganen-, en lo que toca a porcentaje de cintas dobladas, zonas de distribución, tipos de doblaje y un largo etcétera. Y falta también que la comunidad cinematográfica (autoridades, cineastas, actores, críticos, periodistas y demás) haga lo imposible para impedir que una obra artística, sea cual sea, nos llegue mutilada y que, de paso, se le dé a nuestro cine un golpe que podría ser letal.